Usted está aquí: domingo 3 de septiembre de 2006 Opinión Antonieta

Angeles González Gamio

Antonieta

Hay personajes a quienes el tiempo va haciendo justicia. Uno de ellos es Antonieta Rivas Mercado, mujer extraordinaria que en los años veinte del pasado siglo desempeñó un papel preponderante en la vida cultural de la ciudad de México. En esa época, el mundo femenino solía reducirse al ámbito del hogar, y las que por necesidad tenían que trabajar era en puestos menores, y no se esperaba, ni familiar ni socialmente, que expresaran alguna opinión fuera de su esfera doméstica. Por ello resulta particularmente notable lo que logró realizar Antonieta.

Ser hija del afamado arquitecto Antonio Rivas Mercado, autor, entre otras obras relevantes, de la columna de la Independencia, le dio la oportunidad de conocer a intelectuales y artistas como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Andrés Henestrosa, Gilberto Owen, Isabela Corona, Julio Castellanos, Roberto Montenegro, Manuel Rodríguez Lozano y José Gorostiza, entre otros. Con varios de ellos emprendió una innovadora aventura cultural creando el teatro Ulises, inspirado en la revista que con ese nombre habían iniciado a finales de 1926 Novo y Villaurrutia; como suele suceder hasta la fecha con las revistas culturales, después del primer número se quedaron sin dinero para continuar con la publicación; en ese momento conocieron a Antonieta, quien con un acendrado espíritu de mecenas, aportó los fondos que permitieron que se llegara al número 6, interrumpiéndose por la creación de la revista Contemporáneos", que impulsaba Jaime Torres Bodet y que incluyó a la mayoría de los colaboradores de Ulises.

Paralelamente trabajaban en el proyecto teatral que tomó cuerpo en una bella casona del siglo XVIII situada en la calle de Mesones 42, que por cierto todavía existe, con sus hermosos marcos de cantera adornando las puertas y los balcones, que lucen sobria herrería; actualmente aloja pequeños comercios.

Ansiosos de mostrar lo que se estaba haciendo en otras partes, tradujeron obras de Eugene O'Neill, Charles Vildrac y Jean Cocteau, que estaban revolucionando la idea del teatro en el mundo y que aquí no dejaron de causar polémica. En el montaje participaban todos los amigos: los pintores hacían la escenografía, las mujeres el vestuario, otros la música, la iluminación, la actuación y la dirección. Antonieta actuó en todas las obras que presentaron a partir de su debut, en enero de 1928.

Otra de las aportaciones importantes de Antonieta fue la creación, con Carlos Chávez, de la Orquesta Sinfónica Nacional, para lo que movió mar y tierra con el fin de conseguir fondos y apoyos. Su vida sentimental fue azarosa; a los 18 años se casó con el estadunidense Albert Blair y tuvo un hijo, se divorció y padeció un enamoramiento agudo, no correspondido, con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, y finalmente tuvo un romance poco gratificante con José Vasconcelos, acompañándolo en su campaña por la Presidencia de la República, en la que se gastó toda su herencia; devastada emocionalmente, se suicidó en la catedral de Notre Dame, en París, a los 31 años de edad.

Recientemente se constituyó la Fundación Rivas Mercado que, conjuntamente con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Bellas Artes y la Orquesta Sinfónica Nacional, está organizando un concierto homenaje, que se va a llevar a cabo en el siempre placentero Palacio de Bellas Artes, el próximo viernes 8, a las siete de la noche. Lo va a dirigir, en una de su últimas actuaciones, Enrique Diemecke, que transmite como pocos su pasión por la música.

Antes del concierto se va a inaugurar la exposición Antonio y Antonieta Rivas Mercado. Representaciones de su época. Se van a mostrar, entre otros objetos, una fotografía que le tomó Tina Modotti, otra mujer talentosa y de vida trágica, que igualmente dejó su huella en la vida cultural de aquellos años, y un retrato que le pintó Manuel Rodríguez Lozano. Para informes sobre el concierto y la fundación, puede comunicarse al 53 74 31 54.

Después podemos ir a cenar a un restaurante que seguramente le hubiera encantado a Antonieta: Los Caprichos del Emperador, situado en la colonia Condesa, en la calle de Citlaltépetl 9, donde su dueña, la bella y encantadora Renate, le puede sugerir alguna de las especialidades de la cocina austriaca, como los platillos a base de setas, característicos de esta temporada. Si no puede ir esa noche, apúntese para el día 31, en que se va a llevar a cabo una cata muy especial: una fiesta de porcini, las setas más elegantes del imperio austro-húngaro, preparadas en sopa, risotto y acompañando un filete de res cubierto con porcinis tostados, con papas horneadas con estas setas, y de postre un pastel de semillas de amapola y su famoso semifredo; todo ello acompañado de excelentes vinos italianos. Haga su reservación con tiempo al 55 53 27 82.

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