Usted está aquí: miércoles 6 de septiembre de 2006 Opinión ISOCRONIAS

ISOCRONIAS

Ricardo Yáñez

De la canción

IGNORO SI VERDAD sea que toda canción cuenta una historia, pero creo que como generalidad podemos aceptarlo. Mas esa historia, pienso, de algún modo pone en cuestión la historia, por un lado como monumento, por otro como infinitud.

TAMBIEN DICHO EN términos generales (no me meteré con probables excepciones) podemos afirmar que (superobvio) las canciones y con ellas sus historias acaban, tienen un final; la historia no.

ESA SERIA LA crítica que implícita miro en el genero canción hacia lo que solemos llamar historia y distinguir con inicial alta (H). Por épicas o trágicas o incluso místicas (religiosas, pues) que sean (himnos, corridos, romances, por ejemplo) las canciones, cuando en efecto tales, apuestan más por lo lírico, lo fino del sentir y del decir que por lo que cuentan o por lo que pasa; pero a la vez apuestan más por lo que ''nos" pasa, como personas, grupo, comunidad, que atienden a lo que pasa (en términos cuantitativos, no cualitativos) con la humanidad.

DE MANERA PARCIAL al menos, a primera vista acaso esto no pueda ser asentado como una verdad sin más, dado que la canción como género literario no suele ser muy apreciado, incluso, como ya he dicho en algún otro momento, por sus creadores (o no ''muy", sino ''justamente"), ni mucho menos promovido. Pero desde mi perspectiva ésa, la anotada en el párrafo de arriba, es su inclinación, su natural destino, su vocación.

DE SER VERDAD que toda canción cuenta una historia no menos lo será que se trata de una historia íntima (no secreta, íntima) y como todo lo verdaderamente lírico (susceptible, en todo caso, más de interpretaciones que de desciframientos), la mayoría de las veces ''individual" (pero una canción difícilmente lo será de modo estricto), y en el otro extremo, sobre todo en nuestros tiempos, pero podríamos recurrir a ejemplos de otros, en ocasiones (no tan ocasionales, cierto) masiva.

¿''INTIMIDAD MASIVA"? En efecto. Si una canción (reggae, lied, por decir algo) logra en un concierto (recinto o explanada) evidenciar la persona o personalidad grupal (más exactamente comunal) allí reunida, esa canción será sin duda una eficiente canción (ahora, hablo específicamente del efecto de la canción sobre el auditorio, no de otras motivaciones o estímulos, quede claro).

LA CANCION, AL revelarse intimidad pública, agrupa, porque (como toda obra de arte) identifica, es, dicho de otro modo, seña de identidad que nombra; al individuo, a la comunidad de ese individuo. Contando una pequeña, por lo general pequeña historia (aun cuando no lo sea, queda, para fortuna nuestra y de la canción, casi siempre en pequeña), genera memoria de lo que somos, no me atrevo a decir que nos obliga a voltear al ser, pero qué tal a sentirlo, al menos el ser que en efecto somos.

ACEPTO QUE TODO esto es un poco ideal, pero tampoco me parece ignorar que un poco todo esto es el ideal (con cuanta frecuencia, me temo, desvirtuado) de la canción.

Y ES QUE para que una historia (no la) realmente acabe se requiere, más que de final, de acabado, de cuidado, fino, sensible acabado. Sólo de ese modo podrá, sin desdoro, ser repetida. Repetir su sentido.

 
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