Usted está aquí: domingo 10 de septiembre de 2006 Opinión La charrería

Angeles González Gamio

La charrería

Una imagen que evoca mexicanidad es la del charro, representante de una añeja tradición que se fue conformando desde los primeros años posteriores a la conquista, cuando los españoles establecieron las primeras estancias de ganado mayor. El manejo de los vacunos se hacía principalmente montando a caballo, actividad que tenían prohibida indios, mestizos, negros y mulatos; sin embargo, esta regla, debido a la necesidad de ayuda para controlar a los animales en la medida que crecían los rebaños, se fue haciendo laxa, por lo que los naturales y las castas tuvieron que ser utilizados, desarrollando gran habilidad en el manejo del equino.

Mezclada con costumbres nativas, religión e influencias traídas de otros continentes, se fue gestando una nueva cultura en el campo mexicano, que habría de conocerse como charrería, que con gran arraigo, de ser un trabajo, pasó a placer y diversión y actualmente es un deporte y sin duda un arte también.

La habilidad para ejecutar las rudas faenas vaquerizas con astucia, destreza, arrojo, maña y valentía, sin perder la naturalidad y la gracia, da por resultado una escena armoniosa y de gran belleza, y si a ello le sumamos la elegancia del atuendo: el traje alamarado con botonaduras de oro y plata, el sombrero, el cinturón pitiado, la lujosa montura, las espuelas y frenos de plata, da por resultado un acto de una estética incomparable.

Esta impresión la recogieron cronistas europeos que visitaron nuestro país en siglos pasados. Vamos a transcribir las palabras de la condesa Paula Kolonitz, quien pasó una temporada en la capital, como dama de la corte de la emperatriz Carlota y escribió un libro sobre su estancia en la ciudad; comenta sobre los paseos por la Alameda y Bucareli: "A las seis de la tarde, en largas filas de carrozas, los mexicanos van al paseo. Aquí vienen las damas con grandes atavíos vespertinos, escotadas, engalanadas de flores. Los hombres las más de las veces vienen a caballo y vistiendo siempre el traje nacional; aquel gran sombrero color claro y largas alas, adornados de cordones de oro, aquella chaqueta oscura con sus pequeños botones de plata, los zapateros que generosamente bordados de oro y plata traen sobre los pantalones, todo es gracioso y les da una bella figura. La silla está suntuosamente recamada de oro y plata, la cabeza y el apoyo guarnecidos de plata, las bridas son cordones de seda, los estribos de plata..."

En el campo la fiesta charra, considerada por muchos la fiesta nacional, germinó alrededor de los grandes herraderos, al final de los cuales había un comilitón y eran acontecimientos en que participaba todo el pueblo, sobre todo cuando la actividad se realizaba en honor del patrón de la hacienda, del santo patrono, de algún aniversario importante para la población o la visita de un personaje; la verdad es que cualquier pretexto era bueno.

El cronista de la charrería, don Juan Ignacio Rodríguez, el popular Nacho, charro de prosapia, comenta que junto a las faenas de trabajo y las de jaripeo, se agregaron otros eventos, como las peleas de gallos, las carreras parejeras, las de cintas, las de toros, y había baile, alegría y regocijo. Así surgió la fiesta de la charrería, que en la actualidad se puede considerar el deporte nacional por excelencia. Recuerda que a finales del siglo XIX ya se organizaban charreadas de exhibición de paga, al mismo tiempo que los mejores charros salían al extranjero para participar en los grandes espectáculos ecuestres de la época.

En 1933 se creó la Federación Mexicana de Charrería, la cual promueve en México y en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, donde hay miles de paisanos aficionados, los campeonatos estatales, regionales y nacionales, las competencias de calas de caballo, los campeonatos de floreo de reata y las escaramuzas charras, en las que participan las mujeres, bellamente ataviadas con sus trajes de charras o de adelitas, y realizan complicadas y audaces maniobras montadas de lado, a la usanza antigua.

Son miles de aficionados los que participan en las actividades de la charrería; entre otras, en su peregrinación anual para rendir homenaje a su reina y capitana, la Virgen de Guadalupe, al final de la cual compiten por el prestigiado Trofeo Guadalupano. Son activos participantes en los desfiles del 16 de septiembre y del 20 de noviembre; el 5 de febrero acuden al Hipódromo de las Américas, cuando se celebra el handicap Día del Charro, y tiran la casa por la ventana el 14 de septiembre, cuando festejan su día.

Una grata actividad de domingo puede ser ir al Lienzo Charro del Pedregal, donde siempre va a encontrar un buen espectáculo, totalmente gratuito, en un sitio muy agradable, rodeado de arbolados jardines.

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