Usted está aquí: lunes 11 de septiembre de 2006 Política Calderón y AMLO, del pospretérito al futuro

Heriberto M. Galindo Quiñones

Calderón y AMLO, del pospretérito al futuro

El fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) es por ley inatacable, pero dejó a una parte de la población insatisfecha, porque los barruntos de duda están presentes. No hubo la certeza exigida por nuestra Constitución Política, y aunque se señalaron irregularidades, se dio por bueno el proceso electoral y sus resultados.

El tiempo gramatical más inútil para la política es, sin duda alguna, el pospretérito. Recurrentemente se usa el hubiera o hubiese, como si se hablara del presente y más aún como si la referencia fuera hacia al futuro.

Para Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador no cuenta el hubiera, y lo que hay para ellos y para los mexicanos es un sólo futuro.

Advertido lo anterior, y sin escapar a este detalle, diremos que el proceso electoral federal y sus efectos poselectorales pudieron haberse resuelto de manera menos costosa.

Ante el cerrado resultado de los comicios, hay muchos "hubiera y hubiese" que quizá no vengan al caso tomar en cuenta, pero que con el objetivo de ilustrar es útil comentar. Por ejemplo: hubiera sido mejor que se llevara a cabo el recuento voto por voto y casilla por casilla; que los empresarios y el Presidente de la República no hubiesen cometido intromisiones como las señaladas por el TEPJF; que la llamada guerra sucia no se presentara; que las inconsistencias y las cifras alteradas no existieran; que el Instituto Federal Electoral (IFE) cuidara más sus anuncios durante la noche de las elecciones, y que se abstuviera de estar participando, en forma directa, en la pelea entre candidatos y partidarios; que las ofensas, diatribas, bloqueos y plantones se evitasen, y que los magistrados dieran, con su sentencia, certeza plena a la sociedad. Lamentablemente no ocurrió así.

Ciertamente la parte jurídica del conflicto está concluida, pero no así la política. Hay un segmento de la ciudadanía que no está satisfecha con la conducta del IFE y del TEPJF. Hay gente muy lúcida y brillante del ámbito académico e intelectual que sigue reclamando que debió haberse hecho el recuento, dadas las irregularidades observadas; sin embargo, desde el punto de vista legal, es cosa juzgada.

Si el recuento se hubiera llevado a cabo, los ánimos de los mexicanos estarían en paz, la mayor parte de la ciudadanía estaría reconociendo la limpieza y la transparencia de los comicios, y el candidato triunfador estaría preparándose para rendir su protesta como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, y quienes no ganaron, estarían en un franco proceso de resignación.

Hoy, la situación dista mucho de ser tranquila, pues no obstante los principios legales que deben imponerse, el diálogo y el acuerdo políticos no se perciben entre los principales contendientes, ya que el candidato de la coalición Por el Bien de Todos y sus seguidores no aceptan el veredicto emitido por unanimidad, en el sentido de que los comicios fueron válidos y que, a pesar de las máculas aceptadas y señaladas, el Presidente electo de nuestro país para el período 2006-2012 es Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, quien ha estado asumiendo actitudes conciliatorias, sin encontrar eco satisfactorio con su más cercano competidor.

Es urgente una operación de cirugía mayor. El país no aguanta más sin una reforma del Estado, que inicie por considerar a la segunda vuelta electoral como primer paso, seguido por la relección y el acotamiento de los gastos en materia de propaganda electoral.

Pero antes de una reforma profunda, que pudiera llevarnos, inclusive, a un nuevo período constituyente -90 años después del de 1917-, la nación precisa de negociaciones conciliatorias entre las principales fuerzas políticas del país, para poder arribar a un primero de diciembre con acuerdos en lo fundamental, que permitan que Calderón Hinojosa asuma, con espíritu pluralista, humilde e incluyente, la Presidencia de la República, como fruto del acatamiento legal, pero más aún, como producto del diálogo y las negociaciones, que necesariamente deberán tener su epicentro en el Congreso de la Unión.

No es recomendable dejar que pasen los días y las semanas sin que estos acuerdos se den. Lo mejor para el país es que todas las fuerzas abandonen orgullo, coraje, rencor y dolor. Hace falta que todos cedan en algo respecto de sus planteamientos y pretensiones, para llevar a México a un mejor destino.

Por la vía de la cerrazón no habrá logros de consideración, sino al contrario, habrá violencia y represión, y ello, como lo hemos expresado anteriormente, no es bueno.

Aceptemos que no hay comicios perfectos e inmaculados, y que los nuestros no fueron la excepción. Es indispensable que se acate la ley, y que se incorporen al Plan Nacional de Desarrollo las mejores propuestas contenidas en las plataformas de todos los candidatos que buscaron la Presidencia de la República.

Tómesele la palabra a Felipe Calderón Hinojosa y condiciónesele el respaldo, a que se conduzca con patriotismo, espíritu de inclusión, rectitud, honradez y capacidad.

Se trata de mejorar el estado de cosas, y de evitar volver a caer en errores y fallas como las que se cometieron. Hay mucho qué hacer.

Con el debido respeto y con los pies en la tierra, pero con dignidad, madurez y valor, debemos buscar la reconciliación nacional, pensando siempre en México y sus mejores causas.

Están aguardando más de 60 millones de compatriotas sumidos en la pobreza y sin acceso a los mínimos de bienestar.

Superemos esta situación tan delicada y evitemos caer en una crisis política mayor, pero despojémonos de odios y maledicencias. No debemos llegar a la oscuridad que linda en la frontera del crimen, como está ocurriendo en Oaxaca. Obremos a la luz del día, con la frente en alto, y mirando a los ojos al adversario, pues todos somos mexicanos.

Dejemos atrás el pospretérito que frustra, y miremos hacia el futuro que alienta, hagámoslo con entusiasmo y propuestas viables.

Si el proceso electoral nos lastimó, obtengamos lo mejor de este presente tan breve, y unamos las voluntades políticas para dar un salto de grandeza, que asegure un mejor porvenir para nuestros hijos y nietos. Es por México.

Pugnemos por el imperio de la razón. Si los aspectos legales son cosa juzgada, los políticos están pendientes de resolverse y, hasta el día de hoy, no se ve avenida alguna, amplia para el diálogo y la concertación, lo cual es para preocuparse

Es la hora de los operadores políticos eficientes, leales y con visión. Es el tiempo del México civilizado. La democracia se construye y perfecciona día con día, y en un plano de respeto y madurez.

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