Usted está aquí: miércoles 13 de septiembre de 2006 Opinión Llegó a México la temible palomilla nopalera

Juan José Morales

Llegó a México la temible palomilla nopalera

Lo que temían los biólogos, ya ocurrió: la peligrosa palomilla nopalera, capaz de causar una catástrofe ecológica, social y económica en México, ya llegó al país. Acaba de ser detectada en Isla Mujeres, uno de los sitios por donde se había previsto su arribo, y aunque se han tomado medidas de urgencia para erradicarla, podría saltar de ahí a otros lugares del territorio nacional.

La palomilla nopalera, científicamente llamada Cactoblastis cactorum, es una polilla o mariposa nocturna, cuyas larvas matan las plantas de nopal al penetrar en ellas y alimentarse con sus tejidos. En su fase adulta, como mariposa, es de color café oscuro, mide de 2.5 a tres centímetros con las alas extendidas y vive en promedio nueve días, durante los cuales hasta en tres ocasiones deposita en los tallos o pencas de nopal entre 60 y 100 huevos, uno sobre otro formando una estructura alargada y curva parecida a un delgado bastoncillo o una espina. Cuando brotan las larvas, perforan la planta, se introducen en ella y durante un periodo de cuatro a seis meses, según la temperatura ambiente, permanecen en su interior alimentándose hasta dejar el nopal marchito, seco y muerto. Después emergen, se envuelven en capullos de seda para metamorfosearse -lo cual demora entre 60 y 70 días-, y una vez transformadas en palomillas emergen para reiniciar el destructivo ciclo.

Esta plaga, que ataca sobre todo a los nopales más tiernos y suculentos, es originaria de Paraguay, Uruguay, Argentina y el sur de Brasil, pero se ha propagado por el continente Americano y las islas del Caribe. Desde hace algún tiempo los científicos advirtieron que podría llegar a México por la península de Yucatán, dada su proximidad a las Antillas y a la Florida, donde se registró su presencia desde 1989. Por eso las autoridades fitosanitarias mantenían especial vigilancia en la costa del Caribe y los técnicos de la Secretaría de Agricultura detectaron oportunamente el brote en el extremo sur de Isla Mujeres, en nopales de la especie Opuntia stricta usados con propósitos ornamentales. De inmediato, un equipo encabezado por el entomólogo Helmuth Zimmerman comenzó a exterminar los insectos y destruir las plantas afectadas. Sin embargo, existe el peligro de que se propague -si es que ello no ha ocurrido ya- por las cercanas costas de Yucatán y Quintana Roo, donde hay nopales cultivados y silvestres, inclusive de especies endémicas de la región, como Nopalea gaumeri, que crece en la vegetación de dunas costeras y otras zonas del litoral.

Los temores de los biólogos respecto de que esta palomilla pueda causar un desastre son más que fundados, pues tiene una gran capacidad destructiva. En 1926 fue introducida en Australia para combatir ciertos nopales que habían sido llevados desde el suroeste de Estados Unidos con objeto de emplearlos como forraje y en la producción de cochinilla, pero se salieron de control y estaban propagándose inconteniblemente. En poco tiempo la palomilla acabó casi totalmente con los nopales australianos, y desde entonces no quedan más que ejemplares aislados. Lo mismo se hizo después en Sudáfrica, Hawai y otros lugares. En la pequeña y desolada isla de La Ascensión, en el Atlántico, su labor de exterminio dio tan buenos resultados que, inclusive, se emitió una estampilla postal en su honor.

Pero en México los nopales no son indeseables, sino todo lo contrario, pues se emplean como fuente de alimento para el ser humano y los animales. Hay en el país cerca de tres millones de hectáreas cubiertas de nopaleras silvestres, fundamentales para evitar la erosión y la desertificación, y unas 360 mil hectáreas cultivadas para obtener tunas, forraje y nopal fresco para el consumo humano.

De las 83 especies de nopales existentes en el país -53 endémicas o exclusivas de México- por lo menos 19 son susceptibles de ser atacadas por la palomilla. Por eso los biólogos dicen que si se extiende a las zonas nopaleras del altiplano, ocurriría una verdadera hecatombe ambiental y las pérdidas económicas serían enormes.

 
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