Usted está aquí: jueves 14 de septiembre de 2006 Opinión ¿Documentales falsos o ficciones reales?

Leonardo García Tsao

¿Documentales falsos o ficciones reales?

Ampliar la imagen Las Dixie Chicks hicieron su aparición en el Festival Internacional de Cine de Toronto, para la el estreno de su película, que en inglés lleva por título Dixie Chicks, shut up and sing, algo así como que callen y canten. Ellas son, de izquierda a derecha, Emile Robinson, Natalie Maines y Marty Maguire Foto: Ap

Toronto, 13 de septiembre. El título más esperado del festival no fue dirigido por un autor famoso ni interpretado por estrellas populares. Se trata del falso documental Death of a Presidente (La muerte de un presidente), anunciado con las siglas D.O.A.P. para evitar el sensacionalismo. Igual se corrió la voz y la cola para la función de prensa e industria daba la vuelta a la manzana.

De producción británica, la película digital es una atinada recreación de lo que sería un documental investigativo sobre el asesinato de George W. Bush. Utilizando pietaje real, estupendos actores que reproducen el tono y el ritmo de estar dando una entrevista y, sobre todo, un montaje muy astuto, D.O.A.P. es un ejemplo notable de ficción especulativa que nunca deja de ser verosímil. El director, Gabriel Range, inclusive juega la carta del suspenso en cuanto a la identidad del asesino. Un inmigrante sirio es condenado en el momento en que se establece un nexo casual con Al Qaeda; en cambio, el verdadero culpable es escamoteado por las autoridades. Es decir, la película mantiene en todo momento una perspectiva crítica sobre lo que ha sido la política dominante en Estados Unidos y será motivo de polémica en ese país. (Y si alguien se regocija con el asesinato ficticio de Bush, D.O.A.P. presenta la posibilidad temible de que el vicepresidente Cheney ocupe su lugar).

El director JT Petty intenta el truco inverso con S&Man (se pronuncia Sandman), un documental sobre quienes se dedican a hacer videos caseros de horror, donde se escenifican actos de tortura, mutilación y asesinato con supuesto realismo. También aparecen sicólogos para dar su razonada versión de que el cine de horror más violento ha sido una válvula de escape para inadaptados sociales, sobre todo. No queda duda viendo a esos realizadores amateurs, una colección lamentable de gorditos nerds. Sin embargo, Petty se quiere pasar de listo y hacernos creer, torpemente, que uno de ellos en realidad ha filmado snuff films, es decir, películas que contienen asesinatos verdaderos.

No se necesita recurrir a las técnicas del documental para expresar un sentido de urgencia. El cineasta Paul Verhoeven ha vuelto a demostrar su pericia narrativa con Zwartboek (Libreta negra), un trepidante thriller bélico sobre la resistencia holandesa en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, que complementa a su anterior Soldaat van oranje (1977, no estrenada en nuestro país ni en video). En este caso se centra sobre las peripecias de una atractiva mujer judía (Carice van Houten) que, tras presenciar la masacre de su familia cuando trata de escapar a Bélgica, acepta fungir de espía para la resistencia y volverse la amante de un comandante de la SS. En casi dos horas y media de duración, Verhoeven no permite un momento de respiro en su relato, acicateado por una sensación de paranoia. Las condiciones de guerra han hecho flexibles las instancias morales; así, el más heroico combatiente puede resultar ser un traidor y hasta un nazi es susceptible de rasgos nobles. Sólo la heroína es de una pieza, impulsada por un furor de supervivencia.

Al realizar Zwartboek, Verhoeven le ha dado la espalda a Hollywood, donde hizo exitosas películas a destajo, con malicia, pero también insatisfacción. Ahora ha vuelto a filmar en su país natal una película hablada en holandés y alemán, sin necesidad de recurrir a capital estadunidense o actores conocidos (vaya, ni Rutger Hauer). Ese tipo de retornos dignos son demasiado escasos en una industria regida por el dólar hollywoodense.

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