Usted está aquí: viernes 15 de septiembre de 2006 Espectáculos Fogerty ofreció 2 horas de auténtico sonido Crídens

Lección de rock and roll en el Auditorio Nacional

Fogerty ofreció 2 horas de auténtico sonido Crídens

El músico estadunidense enardeció a unas 10 mil almas

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen Fogerty (segundo de derecha a izquierda), durante el concierto en el Auditorio Nacional Foto: Fernando Aceves

Una lección de rock and roll, una cátedra de bluegrass, rhythm and blues, blues puro y un derroche de cantos, contracantos, coros, auténticas arias de ópera en una, dos, tres y hasta cinco guitarras, elevaron durante dos horas una fogata climática y eufórica en un concierto memorable, un refrendo olímpico y clásico de lo mejor de la cultura rock.

El maestro John Fogerty, ese músico desconocido para las mayorías -que lo confunden con el supuesto "sonido Bayou"- y héroe mítico de las minorías -que lo identifican como un maestro de la guitarra bluegrass, blues y rhythm and blues- rindió la noche del miércoles en el Auditorio Nacional una de las sesiones más intensas y verdaderamente musicales de los últimos tiempos.

Diez mil gargantas corearon los grandes éxitos, las canciones reconocibles que algunas señoras y señores de la clase media bambolearon en dificultosos pasitos sobre las butacas y una minoría blusera, profundamente blusera, identificó como himnos de Novalis convertidos en sesiones de jam, poesía repentista y variaciones infinitesimales de creación artística: una ecléctica mirada a la creación de un repertorio de técnicas instrumentales y vocales, algo muy distinto a lo que se ha dado en llamar "oldies but goodies".

Porque, hay que decirlo, John Fogerty dejó hace mucho tiempo la etapa de los grandes éxitos de la radio comercial para ubicarse como uno de los creadores más egregios del auténtico rock, preñado del mejor blues, el del lado moridor.

Hay que insistir: nada semejante a esos monigotes de Creedence Clearwater Revisited, un remedo de play back, una banda de bandidos y usurpadores que hacen negocio con una marca registrada y se limitan a tocar en el escenario copias fotostáticas de los grandes éxitos de los Crídens, que dejaron de existir hace muchos, muchos años.

Música con mayúsculas

De manera que, aclarado el territorio, lo que sonó anteanoche en el Auditorio Nacional fue el auténtico sonido Crídens, el creado por John Fogerty, que tras la separación del grupo fue despojado del nombre de la banda, creada en los años 50 con su hermano Tom: Tommy Fogerty and the blue velvets, que en los 60 cambió a The Golliwogs y en el glorioso 1968 se aposentó para la historia en Creedence Clearwater Revival, grupo que murió cuatro años después.

Por eso era evidente que quienes bailoteaban los lugares comunes que se transmiten en ciertas estaciones de radio mejor se sentaban, desconcertadas, en cuanto Fogerty y sus magníficos músicos empezaron a hacer música. No solamente la de los discos posCreedence de Fogerty, sino las rolas crídens poco conocidas, las versiones largas, las heavys, las netas, las emparentadas con Black Sabbath, con los músicos de Nueva Orleáns y, sobre todo, con los mejores músicos de la cultura blues.

Fue un concierto que tuvo varias vertientes. O bien, fueron varios conciertos en uno, si tomamos en cuenta la euforia de los conocedores o el entusiasmo de los "otros invitados". Cuando se era niño preferíamos La Pantera, que transmitía las rolas más experimentales, pesadas y bluseras de Creedence, mientras la otra parte prefería Radio Exitos.

Lo que sonó entonces en el Auditorio Nacional fue música con mayúsculas. Durante dos horas no paró de correr, saltar, germinar en éxtasis John Fogerty, con sus prodigiosos solos de guitarra y las arias de ópera que entablaba con sus colegas en escena y su voz tan peculiar, dotada de potencia, vibrato, latigazo al final de cada estrofa, inimitable y único.

Rolas del lado moridor de Creedence, al igual que las piezas poscrídens, las de los álbumes Blue Moon Swamp, Premonition, The blue ridge rangers y el genial Centerfield, incluida esa obra maestra titulada The old man down the road, con una banda de personalidades magníficas de la cultura rock encabezada por los guitarristas prodigiosos Bob Britt y Billy Burnett, el bajista increíble George Hawkins Jr., el bataquero fantástico John Molo, quienes eslabonaron una serie de monólogos, diálogos, tríalogos, cuartetos y quintetos de cuerdas con aliento de música de cámara y espíritu operístico.

 
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