Usted está aquí: viernes 15 de septiembre de 2006 Opinión Lecciones cubanas

Gabriela Rodríguez

Lecciones cubanas

En plenos preparativos de la convención nacional democrática, la vida me trajo por unos días a recorrer las calles de La Habana, Cuba, este país que desde hace casi 50 años viene sosteniendo un modelo socialista que sigue siendo ejemplar para el mundo. Este pueblo como ninguno otro ha realizado enormes sacrificios para garantizar los derechos económicos y sociales; otros pueblos seguimos las reglas del neoliberalismo sin ver de frente las disparidades e injusticias que nos caracterizan. No dejo de ver lo más cuestionable de esta isleña sociedad, en cuanto a la falta de ejercicio de ciertos derechos civiles y políticos tan importantes como la libertad de expresión y de tránsito, grave, sin duda.

Uno pensaría que la enfermedad de Fidel Castro y la sustitución del cargo por su hermano Raúl sería el tema del momento entre los cubanos, como lo ha sido en las semanas recientes en la prensa internacional, pero no, no lo es. La primera sorpresa para una transeúnte mexicana como yo, visitando este territorio por segunda vez desde hace 20 años, es constatar que los iconos de la rebelión, las figuras de Fidel o del Che, tienen menos visibilidad en la actualidad y cobran mayor importancia las preocupaciones por el desarrollo del pueblo cubano y por la paz. La visita coincide con la importante celebración en esta capital tropical de la 14 cumbre del Movimiento de Países No Alineados y la inauguración de las jornadas internacionales por la liberación de los cinco héroes cubanos, cuyo delito fue monitorear planes terroristas que se realizaban desde Estados Unidos contra sus compatriotas.

Demasiados temas para abarcar en este limitado espacio, así que en relación con el primero sólo diré que el hecho de que 118 países se asuman como no alineados a ese mundo que era bipolar desde 1961, año de su fundación, y que hoy estén denunciando la unilateralidad que quiere imponer Estados Unidos desde 1989, cobra gran importancia en pleno siglo XXI. El énfasis por superar la pobreza de los pueblos, la importancia del diálogo multilateral y por fortalecer los caminos pacíficos, crean una atmósfera optimista que puede contrastar con ese siglo pasado que se caracterizó por guerras mundiales y profundización de las disparidades entre los pueblos.

El sueño de la paz es también el sueño entre los cubanos, de este pueblo que a pesar de haber iniciado su liberación con una revolución armada hoy prioriza su lucha contra las guerras y el terrorismo. Voy al tema de los cinco héroes cubanos. El gobierno de Estados Unidos no puede hablar de la guerra contra el terrorismo mientras permita la existencia de grupos terroristas de origen cubano-estadunidense radicados en Miami, y mantenga prisioneros a Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, cinco luchadores antiterroristas. Los cinco arriesgaron sus vidas monitoreando grupos terroristas del sur de Florida para alertar a Cuba y a la comunidad internacional sobre las acciones criminales que durante más de cuatro décadas han provocado guerra bacteriológica, ataque a objetivos económicos, penetración del espacio aéreo, secuestro de naves y embarcaciones, el estallido de un avión civil cubano en pleno vuelo donde perecieron 73 seres humanos, la muerte o invalidez de 5 mil personas, millonarias pérdidas materiales y centenares de atentados terroristas. El juicio celebrado en Miami que los condenó a severas y desmedidas penas de prisión estuvo plagado de irregularidades y violaciones a la propia Constitución de Estados Unidos. Por eso es tan importante que este martes México, por conducto de Bertha Zapata Vela, haya otorgado el Premio Internacional Benito Juárez a los cinco luchadores antiterroristas cubanos, que este 12 de septiembre cumplieron ocho años de injusta prisión en cárceles estadunidenses.

Ese acto me hizo sentir muy orgullosa de mi gente, de nuestra sociedad mexicana, que siempre se ha hermanado con los derechos humanos, y que pese al vergonzoso papel que han jugado los cancilleres panistas en las relaciones diplomáticas con Cuba, no deja de defender al pueblo cubano, aun cuando está librando una batalla interna tan importante contra la imposición de un presidente y el secuestro de nuestras instituciones electorales.

Interesante que México esté en primera plana del Granma y de Juventud Rebelde, no sólo por la solidaridad con los héroes cubanos, sino por la lucha electoral; particularmente los recientes actos de los legisladores del PRD se vienen narrando en estos periódicos de tan corta dimensión.

Los jóvenes llenan todas las calles de La Habana; como en el resto de América Latina hoy representan la mayoría demográfica. Casi todos tienen preparatoria y carreras técnicas y profesionales, aun los meseros y taxistas; el nivel educativo y nutricional definitivamente es mejor que el de nuestros jóvenes. No así sus expectativas de libertad: se quejan de falta de movimiento, les gustaría conocer otros mundos, eso sí que les es difícil. También se quejan del espacio en sus casas, adonde tienen que iniciar su vida conyugal junto con padres o suegros, no muy distante de lo que ocurre en nuestras comunidades urbanas y rurales. La falta de opciones es quizá la más obvia y hasta dolorosa diferencia respecto de nuestras sociedades; sólo comen pollo, pescado y puerco, además de moros y cristianos y algunas verduras y frutas.

Pero la cultura siempre se expresa. Yo diría que la importancia de la movilización pacífica y de la expresión cultural, además de la prioridad en la educación y la salud, son las más importantes lecciones a aprender de este pueblo ejemplar.

La más intensa expresión crítica de los jóvenes cubanos puede verse en el recientemente remodelado Museo de las Bellas Artes, cuya arquitectura está a la altura de los mejores del mundo. Me resulta claro cómo la cultura tiene gran prioridad para el gobierno de la isla. Es impresionante la colección de arte cubano, desde la Colonia y hasta nuestros días; un agasajo. Mi atención fue cautivada por los contemporáneos. Collages, esculturas con las figuras emblemáticas de los caudillos, pasajes coloridos y alegres de la Cuba de los años 60 y 70 cambian de tono según avanzamos cronológicamente. Vemos de pronto a un joven atado por un grupo de curas. No quiero ir al cielo, se titula. Luego tropiezo con una escultura de porcelana en tamaño natural; es el martirio de San Sebastián, obra realista con sus flechas sangrantes atravesando el pecho, rodeado por un conjunto de pequeñas palmeras, que se titula Sebastián en un país tropical.

 
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