Usted está aquí: miércoles 20 de septiembre de 2006 Opinión Los avatares del Papa ante la tempestad islámica

Bernardo Barranco V.

Los avatares del Papa ante la tempestad islámica

Benedicto XVI jamás imaginó que sus palabras iban a desatar una de las crisis diplomáticas más agudas que la Santa Sede haya enfrentado en los últimos 50 años. La disertación académica del Papa, el pasado martes, en la universidad alemana de Ratisbona, ha provocado la histeria tanto de los sectores radicales musulmanes, que proclaman venganza y castigo a los "adoradores de la cruz", como la furia entre las porciones musulmanas moderadas, que se han sentido lastimadas. La cita detonadora del malestar musulmán es un diálogo en el siglo XIV entre el emperador bizantino Manuel II y un erudito musulmán, a quien reclama: "Muéstrame qué es lo que Mahoma trajo de nuevo y encontrarás sólo cosas malignas e inhumanas, como su precepto de difundir con la espada la fe que predicaba". Así, sin querer queriendo Benedicto XVI provoca, tanto al evocar las crudas palabras del emperador bizantino como cuando invita al Islam a reconocer que la imposición de una fe no se puede hacer mediante la violencia.

Las reacciones no se han hecho esperar: en Somalia una monja italiana al parecer fue asesinada como reacción inmediata, algunas iglesias católicas en países musulmanes están amenazadas de ultraje, mientras las manifestaciones callejeras se han multiplicado en países como Egipto, Turquía, India, Somalia, Marruecos, Sri Lanka, Malasia y hasta en el apartado y aislado Tíbet. El guía de la República Islámica de Irán, el ayatola Ali Jamenei, aseguró que el discurso del pontífice es "el último eslabón" de una cruzada contra el Islam dirigida por Estados Unidos e Israel. Mientras, el jefe de la Unión Mundial de Ulemas Islámicos animó a los musulmanes a "expresar su ira el próximo viernes". Ni las públicas disculpas del pontífice, ofrecidas este domingo, ni la ofensiva diplomática de sus nuncios, han podido apaciguar las llamas encendidas por un discurso que destiló muchas de las inquietudes que Benedicto XVI ha albergado de tiempo atrás sobre la crisis de fe entre los cristianos, el abandono de Dios por parte de Occidente, así como la relación del Islam con la violencia, sin hacer referencia explícita al fundamentalismo islámico. ¿Por qué lo dijo, y por qué lo dijo así? Error político, o error de cálculo -como lo califica Le Monde-, ahora son preguntas que poco importan, dado el contexto político marcado por una crisis internacional que puede agudizarse.

El papa Benedicto XVI lleva sobre sus hombros dos pesadas cargas. Una, la del carismático político Juan Pablo II, su predecesor, y la de él mismo, el otrora cardenal Joseph Ratzinger, guardián de la ortodoxia católica. Efectivamente, Juan Pablo II apostaba por un acercamiento pleno, casi una comunión, entre cristianos, musulmanes y judíos; promovió visitas e innumerables encuentros con líderes religiosos; se enfrentó a la Casa Blanca en las guerras del Golfo; fomentó lobby y colaboración interreligiosa en las conferencias internacionales en temas como control natal, sexualidad, aborto, mujer, etcétera. Su sucesor lo ve de otra manera: el Papa actual cree difícil que se pueda llegar lejos con el Islam si no hay reciprocidad, ve diferencias casi insalvables entre ambas confesiones. Un texto de Ratzinger de 1996, del libro La sal de la Tierra, refleja con claridad su visión: "El Islam no conoce la separación entre la esfera política y la religiosa, que el cristianismo llevaba en sí desde el inicio. El Corán es una ley religiosa que abraza todo (...) la sharia plasma una sociedad de arriba a abajo (...) Debe quedar claro que no es una religión como las demás y no se inserta en el espacio de libertad de la sociedad plural". En ese sentido, el vaticanista Marco Politi señala: él cierra la puerta a una idea que era muy apreciada por Juan Pablo II: la idea de que cristianos, judíos y musulmanes tienen el mismo Dios y tienen que rezarle, juntos, al mismo Dios''. La sombra de Ratzinger persigue a Benedicto XVI, desde Dominus Iesus que afirmaba a Cristo como el único camino de salvación y la Iglesia como mediadora exclusiva, agosto de 2000, provocando en su momento álgidas discusiones entre dirigentes de otras confesiones; recordemos también el revuelo que el entonces prefecto Joseph Ratzinger levantó al manifestarse contrario al ingreso de Turquía en la Unión Europea, debido a su falta de raíces cristianas, desde luego en torno a la discusión sobre la constitución e identidad cristiana o secular de la Unión Europa en 2004. Tampoco hay que olvidar que cuando Juan Pablo II -el primer papa que pisó una mezquita en Siria- convocó a todas las religiones del mundo a un encuentro por la paz en Asís, en octubre de 1986, justo hace 20 años, para orar por la paz, entonces Ratzinger no fue, según versiones, porque no compartía ese modelo de acercamiento.

En suma, la cátedra del Papa ha provocado una reacción desmesuradamente politizada, probablemente injusta y en ocasiones exagerada; es el clima que ha quedado en el mundo después del 11de septiembre. Benedicto XVI es ahora un protagonista involuntario de los resentimientos musulmanes frente a la arrogancia de Occidente, personificada en George W. Bush y en el gobierno israelí. Pero no es todo. El Papa tiene ante la actual crisis diplomática un equipo de colaboradores con relativa experiencia, especialmente su recién designado secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien paradójicamente había declarado que quería servir más como un secretario de la Iglesia que como un secretario político de Estado. Su perfil es más pastoral que diplomático de carrera, como su antecesor Angelo Sodano. Otro caso es el actual vocero vaticano, Federico Lombardi, quien luce pequeño frente al atolladero que encara y a la figura política de su antecesor: Joaquín Navarro-Valls, tan lleno de recursos. Sin embargo, diferentes especialistas en cuestiones pontificias señalan la salida del arzobispo Michael Fitzgerald, titular de la oficina de diálogo interreligioso del Vaticano, experto en el mundo islámico, como uno de los errores más graves del actual pontífice. Sin duda las percepciones y sensibilidades hacia el mundo musulmán eran diferentes. El Vaticano tendrá que rehacer su estrategia hacia el Islam, el Papa deberá revisar críticamente su posición personal, escribió el ya citado vaticanista del diario La Repubblica, Marco Politi, quien considera que Benedicto XVI confundió "el mundo con una aula universitaria".

PS. No hay olvido, padre Valdemar.

 
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