Usted está aquí: miércoles 20 de septiembre de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Encinas, pieza clave en el DF y el PRD

Su trabajo político, garante de la soberanía popular

Urgentes, las tareas de transformación del sol azteca

Inopinadamente, y aunque falte cerca de un año para que suceda, Alejandro Encinas parece estar destinado a dirigir una nueva etapa en el PRD. Claro, desde su presidencia nacional.

Aunque hay opiniones de diferentes personas y organizaciones internas que lo miran dentro de una de las carteras más importantes del gobierno "legítimo" de Andrés Manuel López Obrador, las tareas de transformación dentro de ese partido no pueden ser postergadas, y servirán también al proyecto de país que echó a andar el mismo ex candidato presidencial perredista.

Es claro que sus merecimientos para estar en el equipo de López Obrador son más que suficientes. A cargo del gobierno de la ciudad enfrentó con éxito total los embates de un derecha embravecida, furiosa y esquizoide que trató, de todas formas, primero de cooptarlo y luego de provocar su renuncia, intentonas que, como dijimos, se fueron al fracaso.

Convertido en un verdadero dique, o en un rompe olas, como a usted mejor le parezca, el jefe de Gobierno hizo respetar la soberanía popular a algunos miembros de su partido (el PRD) que les urgía hacer pactos con López Obrador para evitar las medidas tomadas por la resistencia civil pacífica; a los de fuera, que juraban venganza ante su actitud firme de no reprimir, y a los más fascistoides miembros del gobierno federal y del PAN, que le exigían, también, represión o renuncia.

Así que buena parte del éxito de la permanencia del plantón en la franja Zócalo-Juárez-Reforma tuvo que ver con la actitud de Encinas al mando del gobierno de la capital, pero lo más importante de todo ello fue la comprensión, la lectura de Encinas sobre las actividades de la resistencia y su camino en el futuro inmediato.

Para el PRD, donde ha militado desde su fundación, Encinas hoy es una pieza clave. Sin pertenecer del todo a ninguna de las tribus dominantes, estableció un equilibrio que le ha permitido, hasta el momento, mantener el territorio en paz.

Y hoy más que nunca el PRD necesita a alguien que tome el control de la organización para dar impulso a un nuevo paso hacia la transformación del partido, con el fin de que éste pueda acompañar la transformación que se ha hecho evidente en las calles de la ciudad.

La situación de los partidos políticos en el país advierte que estas organizaciones, como se hallan en la actualidad, resultan inoperantes, han sido rebasadas con mucho por las claras manifestaciones de la gente que no mira en ellos la credibilidad y confianza que deberían poseer. Lo mismo pasa con los organismo electorales.

El PRD, como parte del movimiento de resistencia social que derivó del fraude electoral, tuvo que haber tomado conciencia de que, con las estructuras que hoy lo sostienen, no podrá ser el receptor de la confianza de la gente.

La convención nacional democrática exige a los partidos algo más que el membrete. La izquierda ha tomado un nuevo sentido y ya no podrá ser la división de una idea que persiga como principal fin crear el estatus económico de sus líderes. Esa forma la mató la misma convención.

Por tanto, la estrategia de un líder que entienda los alcances de más de un millón de personas en el Zócalo, o de más de 14 millones que sufragaron Por el Bien Todos, y que poco les importa el rumbo de jefes tribales, plantea un escenario de unidad que fije metas hacia la trasformación del país.

El reto es grande, tal vez el más importante que ha creado la urgencia de cambiar el rumbo de México. Los partidos que acompañaron la candidatura de López Obrador tienen que entenderlo para caminar por el sendero que marcó la gente el 16 de septiembre pasado.

Las presidencias

Contaba un amigo con el filo del humor maldiciente, que para el próximo 20 de noviembre habrá tres presidencias en el país: la legítima, que encabeza López Obrador; la oficial, en la que fue impuesto Feli-pillo, y la inexistente, que ocupa Vicente Fox.

Sea como sea, ese día, el 20, habrá de desconocerse a dos presidentes: al electo y al inexistente, que aún está ¿en funciones? Esa es una verdad de a kilo.

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