Usted está aquí: viernes 22 de septiembre de 2006 Opinión El 15 de septiembre de 1973

Gonzalo Martínez Corbalá

El 15 de septiembre de 1973

En este mes de la patria han pasado muchas cosas que han puesto a prueba el verdadero patriotismo de muchos mexicanos, y por lo que se ve, así habrá de seguir siendo en estos días y no sabemos hasta cuándo, pero además, de estos sucesos que nos recuerdan la gesta heroica de la Independencia de nuestra nación, se han removido también algunos recuerdos de hace más de tres décadas, que vivimos en los mismos días en otro país hermano de Latinoamérica, en Chile.

En este día, hace 33 años, en 1973, quien esto escribe dio el Grito a bordo del avión en el que viajaba con nosotros, bajo la protección del gobierno mexicano, Hortensia Busi, Tencha, la viuda de Allende, muerto por su propia mano, acorralado por los enemigos golpistas, traicionado por los carabineros, guardias de Palacio y por algunos jefes de las fuerzas armadas, del ejército, la marina y la fuerza aérea, encabezadas por quien ya para entonces había traicionado al pueblo chileno obedeciendo al secretario de Estado estadunidense, coludiéndose con otros chilenos de corta visión y falta de conciencia histórica, con intereses contrarios a los de su propia patria.

Dimos el Grito a bordo del DC-9 que llevaba a más de 100 chilenos y algunos distinguidos mexicanos que también se habían visto en la necesidad de protegerse en su propia embajada, como don Antonio Carrillo Flores y David Ibarra. Esto fue en seguida de haber despegado del aeropuerto de Antofagasta, ya a 30 mil pies de altura, volando en el espacio aéreo peruano, cuando advertimos que era ya la hora del Grito de Independencia en México. Con gran emoción, incluso lágrimas de muchos de los viajeros involuntarios que derramaron al tomar conciencia de que ya habían logrado recuperar su libertad y salvar su vida, y la de los suyos, después de la violenta escena en la que nos vimos amenazados de ser ametrallados si alguien se atrevía a descorrer una cortinilla del avión.

Llegamos finalmente al aeropuerto de México, después de haber aterrizado en Lima y en Panamá, en donde esperaban ansiosos la llegada de Tencha, de Isabel y de Carmen Paz para rendirles un sencillo homenaje luctuoso en los propios aeropuertos. Aquí nos esperaba el presidente de la República, y todo el gabinete, de riguroso luto, y muchos amigos que querían darle la bienvenida a nuestros hermanos, así como congratularse con nosotros por el éxito de nuestra misión: habíamos llegado ya, a la patria libre y generosa que les ofrecía a los asilados expulsados por la barbarie de los golpistas compartirla con ellos.

Este 15 de septiembre, a 33 años de distancia, en Chile se encuentra completamente consolidada la democracia, y muchos de los asilados incluso ya regresaron a su patria. Han transcurrido pacífica y fructíferamente los periodos de transición encabezados por el presidente Patricio Aylwin, el de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el de Ricardo Lagos, completos, y se inicia promisoriamente el de Michelle Bachelet, quien acaba de tomar posesión hace unos meses, hija de un leal y ameritado general del mismo ejército del que formaba parte quien dio el golpe de Estado que derrotó a Salvador Allende y abusó de sus facultades, obtenidas a la sombra del presidente mártir, a quien traicionó, lo mismo que a muchos de sus rectos y leales compañeros de armas que se negaron a participar en la acción golpista, manteniéndose leales a la República y a la mayoría del pueblo chileno.

México estuvo entonces del lado de la razón histórica, y a más de tres décadas de distancia, así se le reconoce con amplitud, y podemos sentirnos seguros, sin duda alguna, de que cumplimos cabalmente con nuestras obligaciones, con México mismo, con los hermanos chilenos que en esos ominosos tiempos veían amenazadas su libertad y su vida. Se cumplió, además, con los principios que entonces regían la política exterior mexicana, de respeto al derecho a la autodeterminación de los pueblos, a la no intervención y a la doctrina Estrada, que establece que nuestro gobierno no califica a otros gobiernos y, lisa y llanamente, mantiene o no mantiene las relaciones diplomáticas con terceros países. Seguimos teniendo, como entonces, la convicción de que estos principios son la única, la verdadera garantía para salvaguardar nuestra propia soberanía nacional.

Hacemos votos porque el próximo régimen presidencial por iniciarse el primero de diciembre de este mismo año así lo comprenda y lo ponga en práctica, sacudiéndole la gruesa capa de polvo que el desuso y el olvido ha dejado ocultos y hacerlos a un lado, llevando a cabo una política exterior errática y oportunista que ha cambiado los principios que le dieron prestigio en otros tiempos, en los de Isidro Fabela, Luis Padilla Nervo, Rafael de la Colina, Manuel Tello y Alfonso García Robles.

 
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