Usted está aquí: domingo 24 de septiembre de 2006 Cultura Libertad y congruencia, claves de la Carmen que se estrena en Bellas Artes

José Antonio Morales combate el estereotipo de una protagonista "coqueta y pícara"

Libertad y congruencia, claves de la Carmen que se estrena en Bellas Artes

La ópera de Bizet se presentará en la inaguración del Festival Internacional Cervantino, en Guanajuato

El director hace guiños con el montaje a cuadros de Velázquez y Goya

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen La escenografía, oscura y brillante Foto: José Antonio López

Ampliar la imagen El director José Antonio Morales presenta su versión de Carmen este domingo en el Palacio de Bellas Artes con boletaje agotado Foto: José Antonio López

Ampliar la imagen Deslumbra la voz de la soprano María Luisa Tamez, quien encarna a Carmen Foto: José Antonio López

La libertad ("que bello es vivir errante"), la sinceridad ("Carmen no miente") y la congruencia con uno mismo son algunas de las claves reveladas durante el ensayo este viernes de la ópera Carmen, de Bizet, en el Palacio de Bellas Artes.

Esta ópera, que es dirigida y escudriñada desde hace varios años por José Antonio Morales, quien ha combatido el estereotipo de una protagonista "coqueta y pícara", como se observó en el ensayo donde el maestro afinó los últimos detalles, se estrena hoy domingo con boletaje agotado.

Carmen, cuyo director concertador esta vez es Kamal Khan y que el viernes recreó ad hoc la música de Bizet, tendrá otras dos funciones en Bellas Artes el martes y el jueves, además de su presentación estelar en la Alhóndiga de Granaditas, donde el miércoles 4 de octubre inaugurará el Festival Internacional Cervantino.

Luego de un extraño proceso kafkiano-burocrático de más de una hora que impide el ingreso a quien primero se invita, y por el cual el reportero de La Jornada no podía entrar al Palacio de Bellas Artes, una de las puertas laterales por fin se abrió ante la intervención de Silvia Carreño, gerente del edificio que, molesta pero equivocada, recriminó al periodista una falla administrativa evidentemente interna.

"Lamentablemente no está en la lista que mandó la Dirección de Difusión para que pudiera tener acceso sin problemas. Sería muy bueno que mandaran las listas completas."

Antes, sin embargo, se vivió el viacrucis de traslados alternos ya a la entrada frontal, ya a la trasera, de llamadas telefónicas a la sección cultural del periódico para ver qué sucedía, a las oficinas de prensa del INBA en el Centro Cultural del Bosque y a funcionarios diversos del palacio que tardaron más de una hora en resolver lo que debió ser una nimiedad y se convirtió en un obstáculo al trabajo periodístico.

Que no hay un permiso con su nombre, decía un poderoso guardia agrio y bigotón de la puerta trasera, el cual no entendía que ese documento sólo se pide a los fotógrafos que ingresan equipo y que además no quiso enviar a un propio en busca de alguien que pudiera franquear el paso. Que su nombre no está en la lista de reporteros, agregaba desde una vitrina adjunta una señorita, ella sí muy amable.

Los silencios del palacio

En las decenas de llamadas, hechas y recibidas, los compañeros de prensa Roberto Loera y Ulises Leyva se mostraban desconcertados y apenados ellos mismos por los silencios del palacio. Nunca se pudo hablar vía telefónica con ninguno de los funcionarios del edificio recomendados para el pasaporte, como Rosa María Meza o Luis Manuel Camacho, quien sólo una hora después salió para decir que el reportero no podría pasar y que podía retirarse.

Incluso, en un absurdo dentro del absurdo, en un momento dado y en compañía de una edecán de los módulos de información, se logró cruzar la codiciada puerta lateral junto a la cafetería, pero el guardia Marcos Jiménez expulsó al periodista del paraíso.

Fue éste un extraño caso en el que se hizo evidente la falta de coordinación entre el área de prensa del Instituto Nacional de Bellas Artes y los encargados del Palacio de Bellas Artes, además de la soberbia de estado mayor presidencial de los encargados de este último.

Debido a esa experiencia kafkiana, ya no se pudo apreciar la obertura y el primero de los cuatro actos de Carmen, cuando el soldado don José se enamora de la heroína y es apresado por dejarla escapar.

Pero pudo observarse la fluidez de la historia desde el segundo acto hasta el desenlace trágico, así como el vestuario fastuoso, la escenografía semioscura y, a la vez, de colores vivos, el trabajo minucioso de los encargados de la iluminación y los detalles de dirección de Morales, quien incluyó, apreciación subjetiva, algunos guiños a pinturas de Velázquez ( Carmen y Escamillo ante sus espejos), y de Goya (la plaza de toros de Sevilla).

Se pudo disfrutar también la deslumbrante voz de la soprano María Luisa Tamez (Carmen) y sus cualidades actorales, la impresionante nitidez vocal de Silvia Rizzo (Micaela) y el profesionalismo del resto del elenco. Así pues, Carmen está lista para refrendarse una vez como una fuente inagotable de creatividad y relectura.

 
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