Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de septiembre de 2006 Num: 603


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Carlos Correas: escándalo, polémica y olvido
ALEJANDRO MICHELENA
Vlady: paradigma del artista
ROBERTO RÉBORA
La línea y el cuerpo
DAVID HUERTA
La sensualidad y la materia
MERCEDES ITURBE
Vlady: utopías y destierros
JAVIER WIMER
Fernando Pessoa, el idioma y otras ficciones
ALFREDO FRESSIA
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

(h)ojeadas:
Reseña de Gabriela Valenzuela Navarrete sobre Habitar a otro

Cuento
Reseña de Leo Mendoza sobre Relatos de la condición humana


Directorio
Núm. anteriores
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La línea y el cuerpo

David Huerta

1. Chasquido

Miras ese chasquido en el revés de la carne
a oscuras,
La flama donde el aceite toma la forma de un espiral

–los colores confluyen, se anulan, vuelven
a condensarse y se desunen,
forman orillas de blanco y negro–

negro y blanco sobre los rectángulos, entonces:
los sonidos se ven

(ese chasquido, el roce
del metal contra la mesa de trabajo, el zaherido
límite donde una moneda se perdió inolvidablemente)

–los olores de los cuerpos ascienden y se quiebran
sobre la lentitud de la arena que los pies desmenuzan

y de pronto el fulgor de eso que estuvo siempre ahí
tapado por las ropas, la desnudez avasalladora–

pero esto es otra forma de desnudez, un torbellino
de líneas, un magma de formas.

2. El torrente

donde la línea corta la secuencia
de los instantes húmedos, del paso
de los minutos, de las horas líquidas
que en el torrente lábil se transforma
en largos días, años, lustros, décadas,
ahí la tinta inscribe un jeroglifo
un signo lento, una ávida voluta
para el dibujo, el trazo, la figura
del devenir y el cuerpo atravesados
por un fulgor de tiempo detenido,
por una dura luz de eternidades,
por una sombra inmóvil donde el vértigo
abre en la carne heridas paralelas

–en el contraste de lo blanco y negro,
por la fisura hambrienta del deseo,
todo misterio se oscurece y brilla–

en el abrazo el mundo es una página,
donde feroces letras, garabatos,
sílabas rotas, párrafos quebrados,
rayas en fugas, nudos, hendiduras,
cuentan la historia, el sueño y el delirio
con que la piel y tantos tibios órganos
se revelaron, cóncavos, fundiéronse,
el cielo gris los devolvió a la tierra,
y en desolados límites de éxtasis
un hondo azul cubrió todas las bocas

–sentías sólo un pulso, una premura
bajo la tela espesa de la ropa,
luego avanzó en los miembros una cálida
insinuación de fiebre que tomaba
la forma grácil, el contorno altivo
de un desafiante cuerpo apetecido,
los afilados lindes de una imagen
y de tocarla un ansia, de abrazarla
y de estrecharla: los ojos eran dádivas,
las tibias manos recompensa y viático–

de la noche sedienta, del día húmedo,
de aturdidos relojes, de cuchillos
que tiemblan en la sombra, de los árboles,
de las rosas, del fuego, del espejo
en donde se suspende el tiempo ávido,
de todo esto, magma y llamarada,
sale la tinta insomne de la imagen.

3. El sueño de la tinta

Viento y espuma, llamarada, hielo,
donde la tinta enciende las oscuras
olas del tiempo gris y teje un velo
de secos brillos y humedades puras.
Cuerpos se elevan en secreto vuelo
y se suavizan en las aguas duras:
los enlazados miembros se estremecen
sobre el dibujo y, desvelados, crecen.

Tinta leve de ángulos dolientes
que transformados en silueta y río
representan abrazos y lucientes
figuras de placer, filos de frío
que lentamente cubren los durmientes
cuerpos y los despiertan al estío.
Tinta que vuelve, fluye y perfecciona
su vértigo de sombra y su corona.

La corona de tinta en su redonda
e insomne lentitud que traza espasmos
en el anillo fiel donde la honda
sed que impulsa la luz de los orgasmos
se cumple y se convierte en una fronda
de rayas fieles, curvas y sarcasmos.
El círculo se cierra para abrirse
en otras espirales… y dormirse.

4. El trazo interminable

Lo que se escribe o se graba
queda en la página estricta
mas su movimiento dicta
que el trazo nunca se acaba.
La mano inmovilizaba
figuras, letras y anillos;
pero éstos, lucientes brillos,
temblorosos se derraman:
cuando dos cuerpos se aman
levantan con luz, castillos.

Cuerpos amados y amantes,
hechos de tinta y olvido,
de cadencia y de latido,
de un rectángulo habitantes.
Los abrazos murmurantes,
la raya azul del orgasmo,
los perfiles del espasmo
parecen indibujables
pero aquí están, memorables,
para el deleite y el pasmo.