Usted está aquí: lunes 25 de septiembre de 2006 Opinión Escenarios económicos

León Bendesky

Escenarios económicos

La economía mexicana cerrará 2006 con buenos indicadores de crecimiento de la producción y los precios. El signo predominante es la estabilidad financiera. Este comportamiento se asocia con el ciclo político de los negocios, y se presenta de manera usual en el último año de gobierno, que corresponde al periodo electoral. Este año el componente político de la evolución económica fue muy marcado a causa de la fuerte disputa por la Presidencia de la República.

El gobierno de Fox ha contado con el elemento externo que ha favorecido su gestión económica. Aunque los resultados han quedado muy por debajo de sus propias expectativas cuando tomó el gobierno, pudo sobrellevar las fuertes limitaciones internas a la expansión. Esto se debió al impulso de la demanda de Estados Unidos, luego de la recesión de 2001 y a los elevados precios del petróleo que han generado recursos fiscales extraordinarios. También se debe a la salida de más de 2 millones de trabajadores que contribuyen con un enorme flujo de remesas y, al mismo tiempo, liberan de una fuerte presión al mercado de trabajo. Así, este año había suficientes recursos de donde echar mano para expandir el gasto.

En 2007 la situación puede variar y el próximo gobierno encontrará dificultades para seguir animando la imagen de que ésta es una economía sólida.

La demanda estadunidense será menos dinámica, lo cual afectará las exportaciones de los tres renglones más relevantes: las industrias automotriz, electrónica y eléctrica. Esa situación puede frenar la atracción de trabajadores mexicanos y afectar la entrada de remesas y las frágiles condiciones de la generación de empleo.

Las estimaciones convencionales (como la del FMI) sobre el crecimiento del producto en Estados Unidos lo ubican en 3.4 por ciento al final de este año y 2.9 en 2007. Para una economía del tamaño de esa, que representa una quinta parte de la producción del mundo, no es una expansión despreciable. No obstante, esa disminución, junto con el endeudamiento del gobierno, las dificultades del mercado inmobiliario y las deudas de las familias, configuran un escenario en que los efectos positivos que ha disfrutado la economía mexicana se pueden debilitar notablemente.

Para el conjunto de las economías más avanzadas el FMI estima que este año crecerán 3.1 por ciento y 2.7 en el siguiente. Esta cuestión debe aunarse a la incapacidad para diversificar las exportaciones, a pesar del número récord de convenios y tratados de libre comercio que se han firmado en los últimos diez años. La diplomacia comercial tiene rendimientos muy pobres en esta materia.

Otro gran asunto para esta economía y la capacidad del gobierno de ampliar sus márgenes de acción es, sin duda, el petróleo. Los ingresos de la exportación del crudo han facilitado el manejo de la políticas fiscal y monetaria y permitido asignar recursos para sostener los resultados agregados favorables e incluso cumplir una función política para el gobierno foxista.

Pero esta ilusión no será duradera, como no lo fueron las que provocaron la deuda externa a principios de la década de 1980, la especulación bursátil de finales de la misma, la firma del TLCAN en 1994 o la misma transición política en 2000.

El precio del crudo en los mercados internacionales (el tipo Brent o el WTI) llegó a su nivel más alto a mediados de julio pasado, que fue 78.40 dólares por barril. Al final de la semana pasada cerró entre 59.08 y 60.08 dólares, una disminución de 23 por ciento. El petróleo es un producto natural (commodity) y se ajusta a las condiciones de la oferta y de la demanda en el mercado. Pero también está sujeto a las repercusiones de la especulación de una enorme cantidad de compradores y vendedores en el mercado abierto, sea actual (spot) o de futuros.

La idea usual es que el precio del petróleo seguirá subiendo y podría rebasar los 100 dólares por barril, y de ahí se pueden proponer escenarios tan elocuentes como se quiera. Sin embargo, puede ser que el precio haya llegado a su nivel más alto luego de la expansión de los últimos años. Es cierto que aún puede haber subidas asociadas con acontecimientos políticos (se considera una provocación iraní en vísperas de las próximas elecciones legislativas en Estados Unidos, entre otras). Pero hay expectativas de que en el mediano plazo -tal vez en los próximos cinco años- el precio se ubique en una zona entre los 55 y 40 dólares por barril.

En todo caso, la pésima política petrolera que han seguido los gobiernos recientes, que abarca desde la producción de crudo y la gestión de las reservas hasta la parte de refinación, extracción de gas y la petroquímica, han hecho de éste un sector generador de renta en lugar de riqueza, y con ello agrava la dependencia del petróleo y la fragilidad general de la economía. Pretender que eso se resuelve nacionalizando Pemex o eludiendo la necesidad de atraer mayores inversiones sólo dilapida un recurso que debería ser sustento del bienestar y no privilegio de unos cuantos que hoy los manejan desde el gobierno y en la misma empresa.

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