Usted está aquí: lunes 25 de septiembre de 2006 Opinión La suerte de varas

José Cueli

La suerte de varas

Con voz de espuma un toro bravo pidiendo pelea esconde romances de monte. Una sombra de caballos la mirada le nubla y el instinto de muerte sus pitones le afila y tensa. Su piel negra y músculos poderosos desde el centro del redondel muestra. En los "cabales" recuerdos de toros bravos asoman en la mente.

Cuando aparecen los picadores, el toro se engalla. Arranca sobre el caballo y el picador lo prende trasero. Se remolinea y con los riñones aprieta. El eje de la bravura -la suerte de varas- se desdibuja. En este toro y casi en la mayoría de los hoy lidiados, los picadores pican trasero. Sólo por equivocación en el centro del morillo. La suerte de varas se va por un desfiladero. No existe la posibilidad de la segunda o la tercera vara. En la cual se muestra la bravura del toro. Hoy en día, puyazos traseros, para faenas interminables a toritos inválidos, por toreros enfermeros, disminuyendo el riesgo, hasta volverlo mínimo.

El tiempo, con fino tacto, va difuminando la suerte de varas. ¿Dónde están los grandes picadores mexicanos -Efrén Acosta- que pararon el pulso de la Plaza de las Ventas de Madrid con puyazos en todo lo alto, una y otra vez? Los jóvenes novilleros repiten lo que aprenden y ya ni piden pegar trasero, es norma en la actualidad.

Al desaparecer la suerte de varas, el toreo a capote se resume en "chicuelinas", dejando pasar el toro a su aire. ¿Dónde quedó la fantasía capotera del toreo mexicano que lo distinguía? Torear a la verónica, ¿qué es eso?

Un torito negro es arrastrado por las mulillas y en su piel va escondida la bravura. En el ruedo queda la sangre caliente, para escribir su historia.

 
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