Usted está aquí: lunes 25 de septiembre de 2006 Política Aprender a Morir

Aprender a Morir

Hernán González G.

Palabras al vuelo

Entre las frases memorables de la desmitificadora película Efectos secundarios, recuerdo la de una de las protagonistas: "A veces se dicen las cosas cuando ya no hablas... Las palabras te llegan volando". En todo caso esta cinta, más que reflejar la crisis de los treintañeros, es una sutil y a la vez tragicómica reflexión sobre nuestra condición de crisólogos -especialistas en enfrentar crisis, tengas 13, 30 o 60 años- y de perdedores, involuntarios o deliberados.

Issa López, sensible e inteligente directora de esta película, como todo creador frente a su obra, tiene muchas cosas que añadir, entre otras: "Me corrieron de diez escuelas, será porque no me trago fácilmente las instrucciones. La crisis de los 30 fue el pretexto. Se pierde todo, conforme creces, haces más o menos conciencia de esto, pero la vida es inevitable acumulación de pérdidas no sólo físicas sino de toda índole".

"Así como perdemos seres queridos, perdemos niñez, adolescencia, proyectos, sueños. Hay que saber soltar, dejar ir, aceptar. Nuestra época demanda no sólo éxito material sino que exige verlo, medirlo y ostentarlo, por lo que a los 30, si no hay evidencias, el individuo se siente fracasado. Lo que antes te motivaba, te frustra ante los hechos. La realidad es que toda generación es de frustrados. Todos queremos, por imposición o por convicción, ser faros, pero la mayoría seremos foquitos.

"Nuestra salida de escena -continúa Issa, bella y esbelta mujer de 34 años que más parece actriz o modelo que escritora y directora de cine- no la podemos planear, así que mejor sea precedida por una escenificación lo más digna posible. Lo malo es que vivimos la vida como si no fuéramos a morir. El gato congelado en el refrigerador o los sucesivos accidentes en la película, hablan de lo estúpido que puede acabar la vida en cualquier momento, tengas o no idea de las pérdidas, hayas aprendido o no a soltar.

"La mayoría de la gente primero se ocupa de sobrevivir, lo que impide una revisión o un replanteamiento de metas y sueños. ¿Estos son prestados, heredados, impuestos o imposibles? Si lo son, cambiarlos por sueños posibles, por afanes de realización menos mortificados y flagelantes porque no se es famoso, rico o deslumbrante. Tantas mentiras previas en familias, escuelas y universidades, ¿por qué luego tendrían que ser verdad?

"Tenemos que hacer las paces con nosotros mismos, con ese desconocido que es cada uno. En la vida, querer es vivir, sentirse con la libertad y capacidad de intentar cosas, no necesariamente de conseguirlas. Lo que sí es frustrante es no hacer el intento. Pero, desde luego, querer no es poder, hay demasiadas variables en esta ecuación. Pero sin querer no hay suceder. Me parece que ya antes de los 30 se tiene que decidir si quieres aceptar las reglas de juego del sistema o no. Cualquier decisión es válida y respetable si es consciente y congruente entre lo que quieres y haces. No hay cosa más triste que convertirte en el chiste de alguien, en su esclavo o en su clon", concluye la directora de Efectos secundarios.

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