Usted está aquí: jueves 28 de septiembre de 2006 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

Ni con Legorreta el capital extranjero jugó limpio

En vez de participar en el sector bancario, simplemente se adueñó del mismo

Ampliar la imagen Sucursal de Scotiabank en la Zona Rosa de la ciudad de México Foto: José Carlo González

Convencidos de que la vida, el gobierno zedillista y ciertos banqueros canadienses les jugaron una mala partida (ladrón que roba a ladrón), los ex propietarios del Multibanco Comermex reprivatizado claman por el "reembolso" de cuando menos 500 millones de dólares, porque, dicen, les vieron la cara de paisanos (La Jornada).

En el centro de la cancha aparecen dos equipos: el de empresarios favorecidos por la privatización salinista, y el del capital extranjero protegido por el gobierno zedillista. Y aunque el pleito se dirime en una corte de Nueva York, los árbitros nacionales son los mismos de siempre, es decir, la aristocrática burocracia financiera del gobierno federal (Hacienda-Banco de México).

Como cabeza visible del primer equipo aparece Agustín F. Legorreta Chauvet, ex presidente de Banamex (antes de la estatización; por ese entonces el vicepresidente era Rubén Aguilar Monteverde, padre del actual vocero presidencial), ex dirigente de los banqueros y del Consejo Coordinador Empresarial, y candidato fallido al Senado de la República, quien en febrero de 1992 -una vez obtenido Comermex- aseguraba que "el proceso de desincorporación bancaria ha sido transparente y ha constituido un buen negocio para el gobierno". Ocho años y 120 mil millones de dólares (del Fobaproa) después, el mismo personaje observó cómo ese "buen negocio" terminó en manos del capital financiero trasnacional, incluida la rebanada del pastel que le tocó -junto con la familia Autrey y otros accionistas- en la salinista venta de amigos conocida como reprivatización.

Lo que originalmente (familias Vallina y Trouyet) fue conocido como Multibanco Comermex, después Grupo Financiero Inverlat, más adelante Scotiabank Inverlat -administrado desde 1996 y controlado a partir de 2000, con 55 por ciento de las acciones, por el Bank of Nova Scotia- y finalmente Scotiabank a secas, terminó en manos extranjeras, con el apoyo y el aval del gobierno zedillista.

Inclito miembro de la aristocracia financiera del sector privado que perdió Banamex en 1982; impulsor y beneficiario, desde la Casa de Bolsa Inverlat, de la llamada banca paralela en el sexenio de la "renovación moral" y del boom bursátil de 1987, que en 1988 declaró el "fin de la novela rosa" de la Bolsa Mexicana; presidente del CCE, posición desde la que juró que el salario mínimo en México resultaba más que suficiente para vivir cómodamente; neo banquero desbancado por la nueva nomenclatura especulativa al no poder recuperar su añorado Banamex; candidato perdidoso al Senado de la República y, en fin, empresario de toda la vida, Agustín F. Legorreta Chauvet debe estar reconsiderando sus declaraciones de 1993, cuando se pronunciaba favorablemente por la participación del capital extranjero en la naciente banca reprivatizada. Casi tres lustros después, el capital extranjero no participa en ese sector; simplemente se adueñó de él, con la complicidad del gobierno federal.

En febrero de 1996, cuatro años después de que Legorreta celebrara la adquisición de Multibanco Comermex, el Fobaproa firmó con Scotiabank una serie de convenios de capitalización y administración, así como diversos contratos de compraventa de acciones, a partir de los cuales la institución extranjera se comprometió a comprar 10 por ciento de los títulos del Grupo Financiero Inverlat mediante el pago de 31.2 millones dólares y la suscripción de obligaciones subordinadas convertibles, así como a administrar dicho grupo. A cambio, Scotiabank fue autorizado para aumentar su participación a 55 por ciento, lo que sucedió en noviembre de 2000. El IPAB conservó el 45 por ciento restante, mismo que poco después "cedió" a los propios canadienses.

Cuando Legorreta Chauvet e inversionistas afines compraron Multibanco Comermex, se supone que pagaron 820 millones de dólares por 66 por ciento de las acciones. A raíz de la crisis bancaria, el Fobaproa "inyectó" a esa institución -para su "rescate" y "salvamento"- casi 5 mil millones de dólares, pero Scotiabank se quedó con el control mediante un pago cercano a los 200 millones de dólares. Un "buen negocio", como diría el aristócrata ex banquero.

Ojalá la corte de Nueva York falle a favor de Legorreta y asociados, porque de los 500 millones de dólares que "rescataría", el erario podría recuperar, así sea mínimamente, no sólo parte de los 5 mil millones de dólares del "rescate" de Inverlat, sino algo de los poco más de 10 mil millones de pesos que este personaje y contlapaches dejaron de regalo -en auto créditos- en la "panza" del Fobaproa.

A un lado de Legorreta, los Autrey, una familia de empresarios farmacéuticos que con el empujoncito salinista se convirtió en banquera, acerera y expertas en cuestiones satelitales, entre otras muchas cosas. También la familia Bours (Bachoco-gobierno de Sonora), y Alejandro Creel Cobián, primo del actual "líder" de la bancada panista en el Senado y vocal del IPAB cuando el entonces secretario de Hacienda, José Angel Gurría, redondeaba la extranjerización de Comermex-Inverlat-Scotiabank.

Las rebanadas del pastel:

Es la famiglia, aunque después reclamen.

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