Usted está aquí: domingo 1 de octubre de 2006 Opinión Brasil: No a la derecha

Emir Sader*

Brasil: No a la derecha

Sea cual sea la opinión que se tenga del gobierno de Lula -más o menos severo en las críticas-, el cuadro político está fuertemente polarizado entre derecha e izquierda. La izquierda puede equivocarse muchas veces, la derecha se equivoca menos. Esta ha escogido un mal candidato, pero apunta firme contra quien considera su enemigo fundamental, hoy representado por el gobierno de Lula.

De hecho, es una constatación que ha constituido el eje central de los enfrentamientos del campo político en el proceso electoral actual. No entremos a considerar las razones de esa oposición y de los ataques brutales contra el gobierno. Sabemos que no hay preocupación por la ética, porque la derecha ha tolerado, ha participado y ha ganado con todos los tejemanejes de la dictadura, del gobierno de Collor, del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y de tantos gobiernos locales. Constatamos su virulencia y su objetivo de desalojar al gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, a pesar de la moderación de tantos aspectos de ese gobierno. Se trata de una ofensiva contra la izquierda, como queda claro en los temas programáticos centrales de la derecha: menos Estado, reanudación de las privatizaciones, menos tributación, mayor recorte de los gastos públicos, mayor abertura de la economía, fin de las regulaciones estatales, privilegio de las relaciones exteriores con el Norte y fin de la política Sur-Sur, menos soberanía e integración, más libre comercio y ALCA, políticas de seguridad pública todavía más represivas, tratamiento duro con los movimientos sociales.

En caso de que gane el candidato tucán-pefelista, nadie, en el campo de la izquierda, de los movimientos sociales, del campo popular y del pensamiento crítico, será perdonado del ensañamiento derechista que se ha apropiado de la elite brasileña, nadie dejará de sufrir directa e indirectamente los efectos de esas políticas, inclusive en su aspecto criminalizador de los movimientos sociales y directamente represivo.

Como si no fueran suficientes las invocaciones a Carlos Lacerda, las comparaciones con Watergate, el editorial de Folha de Sao Paulo ("Degradación") del domingo es parecido al del Correio da Manhã ("Basta") en vísperas del golpe de 1964. Quieren crear un clima de agosto de 1954 deslegitimando gobiernos y preparando la destitución, en caso de que la voluntad popular se vuelva una vez más contra ellos.

Es la derecha unificada, como hace mucho no se veía: prácticamente todo el gran empresariado, la totalidad de los grandes medios de comunicación privados monopolistas, todos los partidos de la derecha y otros que un día no eran de derecha, adheridos al bloque tucán-pefelista, unidos en la misma campaña contra la candidatura de Lula. Como no pueden ganar en el primer turno, su objetivo actual es llegar al segundo, contando con los votos de todos los que no voten por Lula. Y crear ahí un clima de viraje, con todo el contexto de terror, apoyado en la unanimidad monopolista de los grandes medios de comunicación privados, valiéndose de todos los métodos de manipulación de que se han mostrado capaces, sea en el maquillaje de las investigaciones, en la editorialización absoluta de los noticiarios y en el uso brutal del poder que sus medios de comunicación monopolistas pueden tener en favor de su candidato: Geraldo Alckmin.

La izquierda ahora tiene que mostrar que sabe distinguir los campos de enfrentamiento, más allá de las diferencias que tiene. La izquierda que no distingue el campo y los movimientos de la derecha, no es izquierda, se pierde en los ataques dispersos a otros candidatos del propio campo de la izquierda y acaba perdiendo su propio carácter de izquierda. La izquierda tiene que demostrar, frente a esa feroz ofensiva de la derecha, que sabe poner en práctica una política de frente único, que no confunde enemigos estratégicos con aliados tácticos, que sabe distinguir las líneas de división de las contradicciones entre derecha e izquierda.

No abrir más flancos al enemigo -además de los graves fallos cometidos por el PT- y aparecer firmemente unida en un frente antiderechista que fortalezca a la izquierda, que apunte a sus enemigos fundamentales: el neoliberalismo, la hegemonía imperial estadunidense, el monopolio mediático. Contra el poder del dinero, de las armas y de la palabra, pilares del poder en el mundo actual y enemigos fundamentales de la izquierda.

Para poder, al día siguiente de la derrota impuesta a la derecha, trabajar para recomponer la izquierda, formulando proyectos democráticos, populares y soberanos para Brasil, movilizando el pensamiento crítico del país y de los movimientos sociales, políticos y culturales, que constituyen el eje y la fuerza mayor de la izquierda. Para presionar al nuevo gobierno, para que camine en la dirección efectiva de superación por tres obstáculos mayores a los que se enfrenta la izquierda, en Brasil, en América Latina y en el mundo: los monopolios del dinero, de las armas y de la palabra. Que trabaje de forma concentrada y unificada por la sustitución del modelo económico por otro centrado en metas sociales y no económico-financieras, que retome un proyecto de desarrollo acelerado centrado en la expansión del consumo popular; que realice plenamente la reforma agraria, promueva de forma central la economía familiar y la política de seguridad alimentaria, en oposición a los modelos centrados en la exportación y en los transgénicos; que consolide y expanda los procesos de integración regional en el sur del mundo; que trabaje decididamente por la democratización de los medios de comunicación, que incluya la legalización y el incentivo de las radios comunitarias, el fortalecimiento de los medios de comunicación públicos y de los alternativos, que retome fuertemente la implementación de los softwares alternativos, entre tantas otras demandas de la izquierda y de los movimientos sociales.

Pero, antes, saber unirnos y movilizarnos para frenar la ofensiva de la derecha radicalizada, que es el elemento más característico de la fase final de la campaña presidencial. Derrotarlos en el primer turno, demostrando que la izquierda sabe reconocer a sus enemigos, sabe reunir fuerzas para derrotarlos, porque ningún sector de la izquierda, del campo popular, de los movimientos sociales y del pensamiento crítico permanecerán impunes a una eventual victoria del bloque tucán-pefelista, enemigo fundamental de la izquierda.

Se trata así, en esta recta final de la campaña, de ganar los votos suficientes para consolidar la victoria en el primer turno, para frenar el ímpetu terrorista de la derecha y abrir los espacios para la recomposición de la izquierda, que permitan formular un proyecto de nación democrática política, social, económica y culturalmente, hacer que la izquierda retome, de forma unificada, la iniciativa y coloque con fuerza su objetivo fundamental, un Brasil posneoliberal. No a la derecha, no a su proyecto de terror y de manipulación mediática, de intentar imponer un segundo turno de vale todo entre derecha e izquierda. Derrotar a la derecha con la fuerza del pueblo y de la unidad de la izquierda.

Traducido del portugués para Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística, por Alex Tarradellas.

*Emir Sader es profesor de la Universidad del estado de Río de Janeiro, coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de esa casa de estudios y autor, entre otros, de A vingança da História (La venganza de la Historia). Publicado originalmente en Carta Maior.

 
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