Usted está aquí: jueves 5 de octubre de 2006 Opinión EU: el muro, logro del foxismo

Editorial

EU: el muro, logro del foxismo

En lo que constituye un paso más en la concreción de un atropello contra México y otros países expulsores de mano de obra, contra los derechos humanos y contra el sentido común, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, autorizó ayer una partida de mil 200 millones de dólares para el reforzamiento de un dispositivo que impida el tránsito de personas en la frontera entre su país y el nuestro y que, aunque se conoce llanamente como "el muro", consiste en diversas medidas de vigilancia de alta tecnología: radares de tierra, cámaras infrarrojas, aviones no tripulados y otros mecanismos, además de la valla propiamente dicha.

Es pertinente reiterar una consideración elemental: el blindaje de la frontera no acabará con un flujo migratorio causado por la asimetría económica entre Estados Unidos y sus vecinos del sur; simplemente, hará más arduo y arriesgado el cruce de la línea divisoria y se traducirá en más muertes y mayores sufrimientos entre quienes buscan, al norte del río Bravo, las oportunidades que la ineptitud gubernamental les niega en propia tierra. Por lo demás, y ante la manifiesta necesidad de mano de obra que experimenta la economía estadunidense, es claro que la represión de la migración indocumentada no busca acabar con el fenómeno, sino regularlo para abaratar los salarios de los trabajadores extranjeros y utilizar el tema en función de los intereses electoreros de la clase política de Washington.

Al margen de los tecnicismos legales y administrativos y de las designaciones numéricas de las leyes estadunidenses, alegados ayer por el canciller Luis Ernesto Derbez, en su comparecencia ante el pleno de la Cámara de Diputados, para justificar su ignorancia de las disposiciones que adopta el gobierno vecino, es claro que éste, ante la atonía y la sumisión de las autoridades mexicanas, ha encontrado vía libre para desarrollar una política bilateral prepotente y arbitraria. El foxismo, en efecto, se quedó sin estrategia bilateral desde fecha tan temprana como el 17 de febrero de 2001, cuando, en pleno encuentro del actual mandatario mexicano con su homólogo estadunidense, en el rancho familiar del primero, las prioridades de Bush en materia de política externa cambiaron bruscamente de México a Irak y las negociaciones para un acuerdo migratorio pasaron a segundo plano ante el bombardeo que Washington había realizado esa misma mañana contra Bagdad.

Los atentados del 11 de septiembre de ese año no hicieron sino reafirmar que la búsqueda conjunta de la "enchilada completa" ­como definía el entonces titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores Jorge G. Castañeda las optimistas expectativas del gobierno mexicano de lograr acuerdos sustanciales que normaran las relaciones con el vecino del norte­ había llegado a su fin. A partir de aquellos ataques terroristas, y con la excepción memorable de la negativa a participar en la agresión contra Irak iniciada año y medio más tarde, y aún en curso, el grupo que gobierna en nuestro país se ha plegado sistemáticamente a los dictados estadunidenses, ha liquidado las tradiciones de independencia de la política exterior que honraban a nuestro país y, en el manejo de las relaciones con Washington, ha oscilado entre la franca sumisión y la incoherencia.

En el afán de quedar bien con Bush, el presidente Vicente Fox vapuleó la soberanía nacional aceptando una "política de seguridad" común, peleó con el presidente cubano, se prestó como peón de Estados Unidos en las negociaciones comerciales continentales y acabó trenzado en un deplorable duelo verbal con Hugo Chávez. Mientras tanto, la Casa Blanca y el Capitolio han acentuado las medidas de persecución a los trabajadores mexicanos y latinoamericanos y han avanzado, con la complicidad de las autoridades mexicanas, en su proyecto de sellar la frontera para cerrar el paso al torrente migratorio procedente del sur.

Ante la aprobación presidencial de fondos para incrementar la vigilancia fronteriza, las reacciones del gobierno mexicano resultan ejemplares: Derbez alega que no está enterado, el vocero presidencial especula que el muro fronterizo no se construirá porque los fondos aprobados son insuficientes y el secretario de Economía, Sergio García de Alba, alega que la agresión "no debe contaminar la agenda" de las negociaciones económicas y descarta cualquier afectación a la economía.

Los atropellos de Washington a la soberanía nacional y a los derechos humanos de los trabajadores mexicanos no podrán ser contrarrestados sino con actitudes enérgicas que requieren de unidad y resolución en la sociedad mexicana y en sus autoridades. Pero el grupo en el poder ha dado múltiples e inequívocas muestras de no estar dispuesto a participar, y no se diga a encabezar, acciones de rechazo a estas agresiones. A sus integrantes no les interesa otra alianza que la que han entablado con los intereses político-empresariales del país vecino.

 
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