Usted está aquí: lunes 9 de octubre de 2006 Sociedad y Justicia Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.

Entre el suelo y el cielo

Así es la vida y no la que te platican", solían decir ancianos bien intencionados tras escuchar la retahíla de frustraciones enumeradas por sus compungidos nietos al empezar a enfrentarse, solos, a la realidad, fuese laboral, sentimental o matrimonial.

Y si cada vez es más profundo el abismo entre lo que se dice a los jóvenes en la familia, en la escuela y en los medios, y las opciones reales que al poco tiempo les ofrece un sistema social esencialmente inhumano, mentiroso, enajenante y explotador. Si no tienes, no eres; trabaja y consume, vocifera a diario.

¿Soñar implica realizar lo soñado?, pregunto a Issa López, joven directora de la exitosa y a veces visceralmente criticada película Efectos secundarios, con varias semanas en cartelera. "Se trata", contesta, "de soñar con realismo, no de ilusionarnos sin bases propias. ¿Este que soy es el que quiero ser o no? Necesitamos barruntar siquiera este cuestionamiento. Si perdemos eso, el poder verme a mí mismo, no pasa nada y pasa todo.

"Pero siquiera detenernos un instante y procurar vernos tal cual. En todo caso aprender que no vamos a aprender nada, excepto nuestra capacidad ilimitada para cometer y repetir errores, sin flagelarnos pero tomando en cuenta que siempre serán a costa nuestra."

Ante la insinuación de algunos de que Warner México produjo Efectos secundarios porque la cinta no se mete a cuestionar demasiado el sistema, Issa López refuta: "A la gente de Warner le encantó el guión por antisolemne. El sistema puede ser cuestionado de muchas formas. La película lo cuestiona de una manera sutil, no estridente pero igualmente dolorosa. Decirlo con ironía y humor no le quita seriedad al cuestionamiento".

De hecho, entre las muertes reales, emocionales y vocacionales que se suceden a lo largo de la película, su directora plantea el drama entre el potencial y las ilusiones del estudiante y la realidad profesional que lo condiciona o reduce a su mínima expresión, como el frustrado ingeniero de seguridad al que en la prepa le encantaba la física y en su trabajo debe plegarse al mercantilismo de la empresa. O el atribulado chofer atropellador que hasta en dos ocasiones arrolla distraídas peatonas, no por asesino o negligente, sino agobiado por las preocupaciones y las deudas.

" Junto al humor", añade Issa López, "prevalece el drama verdadero en cada personaje. Es otra manera de plantear los dramas de siempre, la eterna búsqueda de sentido. ¿Cuál sentido? Permitirnos la reinvención de todos los sentidos y, quizá, de mi propio sentido.

"En la vida tenemos -concluye- un espacio y un tiempo muy breves, pero finalmente creo que es el único trecho de viaje y hay que aprovecharlo, por limitado que sea. Con respecto a las pérdidas, perdemos o ganamos en la medida de nuestra capacidad para reinventarnos. Cuando hay una consciente disposición al azar y un compromiso con uno mismo, los milagros ocurren."

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