Usted está aquí: martes 10 de octubre de 2006 Capital Crucerista, otro de los oficios para paliar la crisis de empleo

Empresas invaden espacios ante el creciente potencial de esta actividad

Crucerista, otro de los oficios para paliar la crisis de empleo

La edad, la falta de preparación y una familia obligaron a Elías a tomar las calles

LAURA GOMEZ FLORES

Ampliar la imagen Datos de la Subsecretaría de Trabajo y Previsión Social señalan que cerca de 2 mil personas han convertido los cruceros de la ciudad de México en sitios de venta de artículos diversos como tarjetas telefónicas, congeladas de sabores, dulces y juguetes Foto: María Luisa Severiano

La falta de preparación y el haber cumplido 40 años obligó a Elías a convertirse en crucerista. Desde hace tres años, al igual que cientos de hombres y mujeres, labora en uno de los cruceros de la ciudad de México ofreciendo tarjetas telefónicas.

Sus ingresos diarios ascienden a 150 pesos por una jornada de ocho a nueve horas y dos días de descanso. Reconoce que el trabajo es duro, porque "hay que aguantar el sol, la lluvia, las mentadas de los automovilistas y la falta de un baño para hacer tus necesidades".

Pero el ingresar a una empresa donde gane tres veces el salario mínimo y cuente con Seguro Social e Infonavit para tener una casa en el futuro es imposible, con quinto año de primaria, cuatro décadas encima y sin experiencia en nada. Ante esta realidad sólo quedan tres caminos: sumarse al ambulantaje "pagando a un líder que nunca te defiende, volverse delincuente o vender artículos de alguna empresa o propios en los cruceros". Elías decidió lo último y dice que no se arrepiente.

Artículos varios

Con base en datos de la Subsecretaría de Trabajo y Previsión Social, cerca de 2 mil personas han convertido los cruceros de la ciudad en sitios de venta de tarjetas telefónicas, revistas y publicaciones diarias, congeladas de sabores y objetos varios, como botes de basura, limpiaparabrisas, espejos retrovisores, cigarros o comida.

Pero la potencialidad de esta actividad ha sido tan grande en los últimos años, que el sector empresarial ha invadido este mercado para incrementar sus ventas y, por ende, sus ganancias. De ahí la existencia de dos tipos de cruceristas: los dependientes, quienes ofrecen artículos de empresas líderes o de reciente incursión en el mercado, como las denominadas congeladas de sabores, que en menos de un semestre tenía "copados" los cruceros; y los de cuenta propia.

En ambos casos se carece de contrato, salario fijo, Seguro Social, Infonavit y demás prestaciones de ley, y subsisten en condiciones laborales precarias, pues el monto de sus ingresos varía según sus aptitudes para realizar las ventas.

Los primeros ganan una comisión por la venta de una tarjeta telefónica, periódico o billete de lotería. Los otros, quienes ofrecen desde churros, cigarros, dulces y hasta utensilios de cocina o automóvil, dedican parte de sus ganancias a la compra de más mercancía.

Ingresos diferenciados

No obstante, en ambos casos sus ingresos son superiores a un salario mínimo diario de 48.67 pesos, que "no te alcanza para comprar un kilo de costilla y menos para atender a tu familia cuando se enferma. Cada uno de nosotros sabe que no tendremos un crédito para comprar una casa o ir al Seguro Social a curarnos, pero ganamos más que si estuviéramos de afanadores o sirvientas", argumenta Elías.

Además explica que el horario de trabajo es flexible, pues se lo fija cada uno, según sus necesidades y deseos de progresar, siendo su salario de entre 135 y 150 pesos por día, ya sea para una empresa o productos propios. El cambio de luces de los semáforos marca el tiempo límite de "atención al cliente" y se aprovecha al máximo a fin de atender, por lo menos, dos cruceros, y se logra.

Reconoce que, como el ambulantaje, el convertirse en crucerista es una salida para hacer frente a la falta de oportunidades para ingresar en el mercado formal y el desempleo que existe en la ciudad. La mayoría de nosotros no desea que este patrón lo sigan sus hijos, aunque la necesidad y el hambre aplastan nuestros sueños de que se conviertan en maestros, licenciados o doctores.

"Ojala logre con los míos verlos realizarse en el futuro, pero sin que se avergüencen de su padre y el trabajo que desempeñó para sacarlos adelante. Eso sería tanto como llamar delincuentes a hombres, mujeres y jóvenes, que arriesgan día con día su vida ofreciendo múltiples productos en la calle para subsistir, porque no tuvieron la oportunidad de estudiar y trabajar en una empresa", concluyó.

 
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