Usted está aquí: miércoles 11 de octubre de 2006 Opinión Corea del Norte y la proliferación nuclear

Alejandro Nadal

Corea del Norte y la proliferación nuclear

La cancillería mexicana condenó la prueba nuclear desarrollada por Corea del Norte. ¿A quién le importa si México condena o aplaude en el terreno de la diplomacia nuclear? Contra la amnesia, un poco de historia.

En abril de 1995 nuestro país sufría la peor crisis económica de los últimos 70 años. El colapso económico fue provocado por varios factores: desde las contradicciones internas de un modelo de apertura financiera y comercial sin prioridades y sin sentido, hasta la autorización ilegal de la cobertura cambiaria para títulos financieros (los Tesobonos) que se convirtieron en una colosal deuda externa de corto plazo. Cuando estalló la crisis, el país ya estaba sumergido en un pantano del que todavía no emerge.

México pidió de rodillas la "ayuda" del gobierno estadunidense. Clinton y su secretario del Tesoro, Rubin, comprometieron recursos del Fondo de Estabilización Cambiaria (diseñado para mantener la paridad del dólar) para permitir al gobierno mexicano cumplir sus compromisos financieros con sus acreedores en Estados Unidos. Como perro rescatado de las aguas de un lago, el gobierno mexicano quedó servilmente agradecido.

Y así llegó México, con la cola entre las patas, a la quinta conferencia de las partes del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) en la sede de Naciones Unidas en Nueva York: abril de 1995. Ese tratado entró en vigor en 1970 y estipulaba que cada cinco años se llevaría a cabo una conferencia de los países signatarios para evaluar su aplicación. La quinta conferencia debía determinar si la vigencia del TNP se extendería por tiempo indefinido.

Durante décadas, la diplomacia mexicana había sido una referencia clave en el debate sobre desarme nuclear. En el contexto del TNP, México había desempeñado un papel importante para evitar dar carta blanca a las grandes potencias en relación a sus arsenales nucleares. Pero después de la crisis de 1995, la política exterior mexicana se doblegó hasta la ignominia, destruyendo esa importante herencia.

La vigencia del TNP debió condicionarse a que las potencias nucleares comenzaran a cumplir en serio con los compromisos adquiridos en ese instrumento. La más importante de esas obligaciones está plasmada en el artículo VI: las potencias nucleares debían entablar negociaciones de buena fe sobre las medidas para cesar la carrera de armas nucleares, alcanzar el desarme nuclear y lograr un tratado para el desarme general y completo bajo supervisión internacional.

Las potencias nucleares llegaron a la quinta conferencia alardeando haber logrado una reducción importante de los arsenales nucleares. En efecto, Estados Unidos había reducido sus arsenales de cargas nucleares de 28 mil en 1975 a "sólo" 15 mil en 2004. Rusia, por su parte, había pasado de un tope de 44 mil en 1985 a 29 mil en 2004. Así que en Nueva York presentaron sus "logros" en materia de reducción de armamentos.

En el fondo, esa reducción era resultado de eliminar los sistemas obsoletos. El resultado fue un arsenal más esbelto, pero mucho más letal. En algunos casos, los armamentos nuevos eran mucho más peligrosos por ser inherentemente desestabilizadores. Así que alegar que las potencias nucleares habían cumplido con el artículo VI era absurdo.

Sin embargo, ese año en Nueva York, con presiones y artimañas, se obtuvo la decisión que buscaban Estados Unidos y Rusia: la vigencia del TNP se extendió por tiempo indefinido. La diplomacia mexicana claudicó lo poco que le quedaba de la vieja tradición de principios.

Pero fue una victoria pírrica de Estados Unidos: en esas condiciones, la extensión del TNP era equivalente a su destrucción. El tiempo daría la razón a los críticos de la quinta conferencia. El TNP dejó de existir y Estados Unidos y Rusia, con la complicidad de Inglaterra, Francia y China, se encargaron de enterrarlo.

En 1999, Estados Unidos rechazó ratificar el tratado sobre prohibición total de ensayos nucleares porque está interesado en desarrollar nuevos modelos de cargas nucleares (en especial, aquellas diseñadas para destruir construcciones subterráneas reforzadas, como las que se piensa tiene Irán para sus instalaciones nucleares).

Después del ingreso de India y Pakistán al club nuclear, la prueba nuclear de este lunes es la puntilla para el régimen de no proliferación. Y aunque Corea del Norte no tiene todavía la capacidad para utilizar militarmente una carga nuclear, la prueba que llevó a cabo será el detonador de una carrera armamentista sin paralelo en la región.

El ensayo nuclear norcoreano es la respuesta de un régimen dictatorial y absurdo a la estupidez y arrogancia de Washington. ¿Querían jugar al viejo oeste? Pues ahí está, parece decirle Kim Jong-il. Aquí no funcionará la fórmula de "cambio de régimen" utilizada para invadir Irak. Desde ese punto de vista, el desplante nuclear de Pyongyang es perfectamente racional. Comparte con la posición estadunidense y rusa el tufo de la hipocresía.

Para los países que contribuyeron a sepultar el régimen de no proliferación de armas nucleares, y siguieron como cómplices las directrices imperiales, lo mejor es guardar silencio

 
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