Usted está aquí: miércoles 11 de octubre de 2006 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

Debilidad y extravío de la banca de desarrollo

Quedó condenada a heredar créditos incobrables por caprichos presidenciales

Ampliar la imagen Carlos Slim ingresa a World Trade Center, donde el presidente electo Felipe Calderón presentó su Proyecto México 2030 Foto: José Antonio Lopeza

Arrinconada como el patito feo del sistema financiero del país, la banca de desarrollo (estatal) enfrenta un doble ataque: el protagonizado por la banca comercial (privada) y el promovido desde el gobierno federal, que supuestamente debería no sólo preservarla sino fortalecerla.

Ha sido tal la preeminencia de la banca privada y la complacencia (léase complicidad) que con ella ha tenido el gobierno federal, que durante los últimos lustros se ha dejado a la banca pública mexicana en el extravío y la debilidad. Lejos de dedicarse a forjar instituciones de fomento más activas, sólidas y eficaces, como recurso para afrontar con éxito las profundas transformaciones del entorno económico global, las insuficiencias de las políticas gubernamentales han propiciado o permitido el desplome del volumen total de los créditos de la banca de desarrollo en casi 80 por ciento: de 22 por ciento del PIB en promedio durante la segunda mitad de los años ochenta a 11 por ciento en los noventa y apenas algo más de 5 por ciento al cierre de 2005.

Heredera de créditos incobrables por decisiones o caprichos presidenciales, con el enemigo despachando en casa (la Asociación de Banqueros de -en- México forma parte de algunos consejos directivos de las instituciones supuestamente del Estado), la banca de desarrollo ha visto mermado su potencial como impulsor del crecimiento económico y reporta una condición crítica.

En este contexto sobresale un detallado estudio que sobre el tema elaboraron el Sindicato Unico y Democrático de los Trabajadores y de la Asociación de Jubilados y Pensionados del Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext), el cual resume que ante la escasa participación de la banca privada en la reanimación del binomio crédito-producción, el resurgimiento de la banca de desarrollo es un imperativo de interés nacional. Se han desatado efectos perniciosos en el sistema financiero, como la preponderancia de las actividades especulativas sobre las productivas, traspaso neto de recursos desde los países en desarrollo hacia los del primer mundo; entronización de las políticas monetarias restrictivas en detrimento de los fondos crediticios disponibles y la pérdida de capacidad de los Estados nacionales para trazar, ejecutar y sostener estrategias económicas propias.

Cada uno de esos fenómenos ha representado un duro obstáculo a las labores de financiamiento y promoción del Bancomext y otras instituciones de la banca pública. Pero además, el FMI, el Banco Mundial y otros organismos supranacionales han incidido directa e indirectamente en la marcha de la banca de desarrollo mexicana, sea por los cambios inducidos en la gestión macroeconómica, las políticas monetaria y financiera, y la estrategia de financiamiento económico del gobierno en turno; o bien, por los créditos y las prescripciones explícitas, con diferente grado de detalle, para influir en el rumbo, la conducción y hasta el destino sectorial.

La construcción de un andamiaje financiero apropiado es una cuestión técnica, pero más aún de naturaleza política por estar anudada a un determinado proyecto de nación. Por ello, la ineficiencia general del sistema de intermediación financiera y el franco desinterés en canalizar recursos a sectores productivos e impulsar la competitividad de la economía nacional, deben ser razones suficientes para fortalecer y modernizar a la banca de desarrollo. El Estado mexicano tiene la responsabilidad de favorecer la inversión productiva, el ahorro, el intercambio y la coordinación de los actores económicos, pero no lo ha hecho.

Por ello, es menester definir una agenda precisa para guiar las políticas públicas en la materia y alentar el desarrollo del mercado financiero. Si bien los procesos de globalización y las prescripciones supranacionales han acortado los alcances de las políticas internas, sobre todo en materia de comercio, inversión y desarrollo industrial, el fortalecimiento institucional de la banca de desarrollo contribuiría a ensancharlo, con propuestas y soluciones en los ámbitos micro, mesa y macroeconómicos, así como en el plano estratégico.

Los cambios institucionales tendrán resultados benéficos para el país sólo si forman parte de una estrategia económica que aproveche al máximo los márgenes de acción del Estado, promueva en verdad el crecimiento productivo del país y revalore, sin quimeras ni prejuicios, las potencialidades de la banca de desarrollo. Sin un cambio real en la orientación de la política económica y una defensa genuina del interés nacional, el dinamismo del sector exportador mantendrá su efecto limitado sobre el crecimiento económico y la generación de empleos, con una clara tendencia a ensanchar las disparidades entre el pequeño sector global de la economía y el resto del aparato productivo. De ahí la importancia de que el Estado mexicano cuente con instituciones idóneas que operen dicho cambio, como el Bancomext.

Mañana seguimos con el tema.

Las rebanadas del pastel:

Tiene razón Carlos Slim: no se necesita modificar la Constitución para permitir que la iniciativa privada -nacional o foránea- participe en la explotación de petróleo y gas en México. Para eso están los gerentes que impone el gran capital, como él comprenderá.

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