Usted está aquí: domingo 15 de octubre de 2006 Opinión El terrible consumo de energía en el mundo

José Antonio Rojas Nieto

El terrible consumo de energía en el mundo

Este año registrará un consumo mundial diario de petróleo ya cercano a los 85 millones de barriles. Créanme que es muchísimo. Demasiado. Sin embargo, con todas sus ventajas y desventajas, el petróleo solamente representa entre 36 y 38 por ciento (según diversas fuentes) del consumo mundial primario de energía que se registra comercialmente.

Por esta poco más de tercera parte de la energía comercial que representa el consumo diario de petróleo, también este 2006 el mundo pagará cerca de 5 mil millones de dólares diarios. En términos nominales, es decir, en dólares corrientes, nunca como este año se habrá pagado tanto dinero en petróleo. Pero -sorprendámonos-, considerando las inflaciones respectivas, en 1980 y 1981 se pagó más (poco más de 5 mil millones de dólares de los de hoy) por el consumo de un volumen 30 por ciento menor al actual, cercano a los 60 millones de barriles al día. Por ello, el peso que tendrá esto que podemos llamar factura petrolera en el valor estimado del producto mundial en 2006 será inferior al registrado aquellos años.

Lo que el mundo pagó por consumo de petróleo en 1980 y 1981 representó, respectivamente, 6.5 y 6.7 por ciento del valor reconocido a ese producto mundial esos dos años. En 2006 -pese a todo- esta misma factura representará alrededor de 4 por ciento del valor estimado del producto mundial. Y, sin embargo, digo mal al señalar que esta misma factura representará ese 4 por ciento en el valor del producto mundial. Entre otras cosas porque -como mencioné antes este año el consumo mundial de crudo significará entre 36 y 38 por ciento de los requerimientos mundiales de energía comercial. En cambio, en 1980 y 1981 el petróleo consumido diariamente significó entre 46 y 47 por ciento de esos requerimientos mundiales de energía.

En buen romance, esto significa que el mundo ha logrado despetrolizarse en un valor cercano a 10 puntos porcentuales en su consumo primario de energía. También, en buen romance, esto significa que merced a los dos choques de precios -en 1974 y 1979- se obligó a que este mundo (aunque también es un decir el mundo, dada la altísima y secular concentración del consumo en Estados Unidos y en Europa) bajara su intensidad petrolera y modificara unos hábitos que hoy lo tendrían con un consumo diario cercano a 200 millones de barriles; y con un peso petrolero de casi 60 por ciento en el balance energético mundial.

Ahora bien, además de esa despetrolización, ha habido un importante ahorro relativo de energía: hoy se producen bienes mundiales con 20 por ciento menos de energía que en 1970. Es decir, también bajó la intensidad energética global. De alguna manera podemos pensar que la elevación de precios de 1999 a 2006 -todavía 20 dólares por debajo de los niveles de 1980 y 1981- ha venido a jugar un papel similar al de los choques petroleros de los años 70.

Por un lado nos recuerda que todo consumo dispendioso de energía tiende a costarnos más, muchísimo más, en términos monetarios. Y por otro, dado el carácter no renovable y contaminante de lo fuerte del consumo de energía en el mundo (petróleo, 36 a 38 por ciento; gas natural, 23 a 25 por ciento; y carbón, 28 a 30 por ciento, para un total fósil de 87 a 93 por ciento, de nuevo según las fuentes), nos obliga a preocuparnos y a ocuparnos en serio para cambiarlos.

Más aún por el hecho de que en los tres casos -petróleo, gas natural y carbón- se generan enormes cantidades de renta económica (luego habría que presentar una cuantificación global de las rentas económicas del petróleo, del gas natural y del carbón) que, a su vez, generan una dinámica económica parasitaria y altamente especulativa. Nuestro ejemplo con la renta petrolera es evidente.

Por todo esto, no podemos menos que hacer una evaluación autocrítica permanente de esta terrible realidad, evaluación que obliga a pensar -en serio- en el problema del transporte, que utiliza mucho más de la mitad del consumo mundial de petróleo en el mundo (En México, casi 60 por ciento).

Una visión seria y responsable del futuro exige la realización de esta autocrítica. Una visión nuestra, mexicana, aún más (¿Qué han hecho, los 18 años recientes -en este sentido autocrítico- los despachos de energía de nuestro país? ¿Qué hicieron este sexenio del cambio los cuatro personeros que ocuparon esta importante oficina? En serio, en serio, nada, absolutamente nada).

Es cierto que, como todos, somos corresponsables. Pero más todavía en la medida que hemos medrado -se trata de una palabra aún muy suave para caracterizar lo que hemos hecho con nuestro petróleo y su renta económica- con nuestra fantasiosa riqueza... que ya se nos acabó. Sin esa visión autocrítica, todo, sí, todo, será demagogia... pura demagogia. No más. ¡No se entiende, entonces, por qué, una vez más, nos quieren meter en ese terreno, el de la demagogia pura! ¡Qué lamentable!

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