Usted está aquí: lunes 16 de octubre de 2006 Política Más pobres en recursos naturales

Iván Restrepo

Más pobres en recursos naturales

Cuando termine la actual administración federal, el país será mucho más pobre en riqueza natural. Según datos del Banco Mundial, la pérdida anual de unas 500 mil hectáreas de selvas y bosques le representan a México una merma equivalente a una décima parte de su producto interno bruto (PIB). Además de lo que ello significa en términos de biodiversidad. La superficie forestal que se esfumó en este sexenio asciende a cerca de 3 millones de hectáreas. Es una carga negativa que se agrega a la que nos dejaron las administraciones anteriores.

El gobierno del señor Fox prometió acabar con los problemas y para ello llegó de la mano del Partido Verde, el negocio familiar que suele invertir algunos centavos en asesorías para proponer leyes relacionadas con el medio ambiente y los recursos naturales. También otros partidos gastaron en asesores en los citados temas. Nada se resolvió y, sin embargo, en abril pasado algunos funcionarios del sector forestal dibujaron un alentador panorama. Dijeron que las cosas mejoran en México en dicho campo, pues se multiplicó notablemente el presupuesto dedicado a atender los problemas y contrarrestar la deforestación con nuevas plantaciones. El trabajo hecho es muy bueno, aseguraron, pero el próximo sexenio debe aumentarse, por lo menos en 30 por ciento más, el presupuesto para el sector. De esa manera se podrá seguir resolviendo, como dice el director de la Comisión Nacional Forestal, Manuel Reed, "un problema heredado, delicado, de ausencia de políticas claras a largo plazo, que no se puede resolver en seis años".

La realidad, terca como es, echa por tierra el optimismo. Aun en las áreas mejor cuidadas del país, continúa la tala. Es el caso de la región donde debe llegar a fines de este mes la mariposa Monarca. Símbolo de la cooperación ambiental de los tres países de América del Norte, la mariposa habrá viajado 5 mil kilómetros desde Canadá, y atravesado Estados Unidos para llegar a los bosques de oyamel de Angangueo, en Michoacán, y áreas vecinas cada vez más diezmados. Varias veces en el sexenio se ofrecieron apoyos para quienes allí viven a fin de convertirlos en los mejores aliados del bosque.

Varias veces también se nos informó que siguen activos los que se dedican a cortar árboles y a vender la madera en poblaciones y negocios bien conocidos por las autoridades.

Otro ejemplo que ilustra en qué quedan las promesas oficiales lo tenemos en la zona limítrofe entre el estado de México y el Distrito Federal. En Xalatlaco, a 40 kilómetros de la residencia oficial de Los Pinos, fue asesinado en junio pasado un inspector de la Protectora de Bosques del Estado de México (Probosque) a manos de pobladores locales. El inspector Refugio Chacón era parte de una brigada que detuvo a un grupo de talamontes y confiscó la camioneta donde trasladaban los troncos de los árboles cortados. Sin embargo, la brigada fue interceptada por 60 vecinos del lugar y atacada con palos y machetes. En la trifulca murió Chacón de un disparo. Dos jóvenes talamontes fueron entregados a las autoridades federales. Este año Probosque ha realizado más de 200 operaciones de vigilancia, lo que muestra el poder de quienes se dedican a talar árboles en la entidad vecina.

En los estados de Puebla, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Morelos, Jalisco, Chihuahua y Durango también abundan los capos del bosque y la falta de políticas públicas para evitar sus acciones. En algunos casos cuentan con el apoyo oficial y son patrocinados por quienes se dedican a sembrar cultivos prohibidos. Los efectos de la falta de cubierta vegetal los hemos visto nuevamente esta temporada de lluvias. Los daños causados pudieron evitarse de haber contado las áreas afectadas con los árboles necesarios para reducir la fuerza del agua, hacer que fuera absorbida en forma natural por la tierra o conducida hacia sus cauces de siempre: ríos y arroyos, ahora azolvados como efecto de la erosión. Por suerte, los huracanes darán este año un respiro y no tendremos su huella destructora. Y mientras, se acaba el sexenio. Quedó en promesa cuidar, como nunca, bosques y selvas.

 
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