Usted está aquí: martes 17 de octubre de 2006 Opinión ONU: votación empantanada

Editorial

ONU: votación empantanada

Tras diez rondas de votación, se mantenía vacante el escaño no permanente que corresponde a América Latina en el Consejo de Seguridad de la ONU, toda vez que ninguno de los dos candidatos, Venezuela y Guatemala, había podido lograr la mayoría requerida de dos tercios. El hecho pone de manifiesto la creciente polarización hemisférica, y hasta mundial, entre los gobiernos que han optado por plegarse a la política exterior de Estados Unidos y los que pugnan por mantener actitudes independientes, como Brasil, Argentina y Bolivia.

En efecto, la pugna real no es, en rigor, entre el país centroamericano y la nación sudamericana, sino entre Caracas y Washington. Guatemala es, simplemente, un instrumento de los afanes del Departamento de Estado por impedir a toda costa que el régimen de Hugo Chávez logre colocarse en el Consejo de Seguridad. Las presiones ejercidas hasta ahora por el halcón John Bolton, representante de la Casa Blanca ante Naciones Unidas, son de tal intensidad que han logrado cambiar la decisión original de gobiernos como los de Chile y de Italia, que en un principio dieron su apoyo a la candidatura venezolana y a últimas horas optaron por abstenerse.

Más allá de juicios ideológicos, la llegada de Caracas al Consejo de Seguridad es deseable por una razón: mientras que Guatemala no enfrenta ningún amago externo, Venezuela es, hoy, un país sometido al la hostilidad imperial, y el puesto le daría mayor margen de defensa, así sea diplomática, ante los cada vez más desembozados planes intervencionistas de Washington.

En una perspectiva más amplia, el empantanamiento en la votación referida muestra la inoperancia del Consejo de Seguridad en su conformación actual, así como su carácter excluyente y poco representativo.

Algunos de los gobiernos que más se empeñan, en el discurso, en promover la democracia formal ­Inglaterra, Francia y el propio Estados Unidos, miembros permanentes de la instancia­ procuran, en los hechos, mantener el más amplio y antidemocrático control del Consejo de Seguridad. El veto estadunidense de facto a la integración de Venezuela en ese órgano constituye, a fin de cuentas, la negativa a permitir la presencia allí de posturas que no concuerdan con sus designios hegemónicos.

Es claro que el fracaso del pretendido orden unipolar que Washington pretendió implantar hace tres lustros, tras el derrumbe del bloque oriental, ha dado lugar a una multipolaridad planetaria, y que el supuesto triunfo mundial de la economía de mercado asociada a modelos democráticos representativos ­lo que Alexis Fukuyama denominaba "fin de la Historia"­ ha fracasado ante una manifiesta diversidad política y económica de la comunidad internacional.

En tal circunstancia, ante la bancarrota del modelo único, el Consejo de Seguridad de la ONU, instancia que concentra el máximo poder político del planeta, debe reformarse, guste o no a los gobiernos occidentales, para que refleje y represente tal pluralidad. Ello implica ampliar el número de integrantes permanentes, no para reforzar el predominio occidental, sino para representar otras realidades políticas, sociales, económicas y geográficas. Países como India y Brasil son, en este espíritu, candidatos más apropiados para una membresía permanente que Japón o Alemania, los cuales están ya representados por sus socios económicos y aliados políticos de Occidente.

 
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