Usted está aquí: viernes 20 de octubre de 2006 Opinión Rip Van Bush

Jorge Camil

Rip Van Bush

La economía estadunidense muestra signos evidentes de desaceleración, pero Bush no responde. La relación con los aliados europeos es un desastre, pero Bush, como el mítico Rip Van Winkle del cuento de Washington Irving, duerme el sueño de los justos. Las naciones del Islam parecen finalmente dispuestas a desencadenar la tercera guerra mundial, pero Bush permanece incólume. Los analistas nacionales e internacionales aseguran que la invasión de Irak ha incrementado el terrorismo y auguran que será un fracaso mayor que Vietnam, pero Bush duerme. Las adolescentes de Estados Unidos continúan inermes frente a desequilibrados mentales que invaden sus escuelas con armas automáticas para secuestrarlas, violarlas y asesinarlas a tiros, pero Bush no interviene. (En el triste caso de las niñas de la comunidad Amish en Filadelfia el médico legista declaró con lágrimas en los ojos que suspendió sus lúgubres labores tras intentar una y otra vez contar los innumerables impactos de bala recibidos por el cuerpecito exangüe de una pequeña de siete años.)

¿Estará finalmente consciente del posible desenlace que pudiesen tener las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a Corea del Norte? Quizá, pero hoy, con las tropas desgastadas y comprometidas en la insensata guerra civil de Irak, el presidente no tiene fuerza para reaccionar frente a un desequilibrado que lo acusa de "gangsterismo" y considera las sanciones del Consejo de Seguridad como una declaración de guerra.

Aparentemente la propensión a soñar es contagiosa, porque ayer, cuando un sondeo nacional mostró que 66 por ciento del pueblo estadunidense rechaza la invasión de Irak, Dick Cheney declaró a los medios que la guerra "va extraordinariamente bien". Hoy, cuando Bush encontró finalmente en Corea del Norte la verdadera guerra que ha buscado todo su mandato, los sucesos lo plantan irónicamente frente a la disyuntiva de abandonar intempestivamente Irak (la guerra de mentirillas, la conquista del petróleo), y con ello asegurar la derrota de su partido en las legislativas de noviembre, o exigir a un ejército desmotivado y cada vez más consciente de las mentiras oficiales que se prepare a luchar contra el ejército disciplinado, indoctrinado y armado hasta los dientes del tirano Kim Jong-il.

Como el mítico Rip Van Winkle, Bush despertó de su imaginaria "guerra contra el terrorismo" para encontrarse en un país diferente, en otro mundo, y frente a un posible conflicto militar con el nuevo miembro del club nuclear. Bush disputaba militarmente el control de los campos petroleros de Irak, mientras Kim Jong-il violaba los acuerdos internacionales que le prohibían enriquecer uranio para fines militares. Cuando al fin despertó del sopor que le produjo la misma poción que hundió a Rip Van Winkle en un profundo sueño, el club nuclear tenía como nuevo miembro a un tirano enloquecido, y 40 naciones más contaban con la tecnología necesaria para desarrollar armas nucleares y unirse al exclusivo Grupo de los 9. Hoy, países como Brasil, Egipto, Japón y 37 más enriquecen uranio para "fines pacíficos": ¡un pandemonio!

En su delirio, Bush persiguió hasta el cansancio las elusivas armas de destrucción masiva en Irak e imaginó laboratorios nucleares en camiones que cambiaban incesantemente de lugar para evadir a los inspectores de Naciones Unidas, mientras el verdadero "tirano nuclear" operaba en Corea del Norte a la vista de todos. Al no encontrar armas en Irak, Rip Van Bush justificó la invasión como una acción para "liberar" al oprimido pueblo de Irak. (Hace dos años, en una reunión de ministros de defensa en Alemania los medios le preguntaron a Paul Wolfowitz, entonces subsecretario de Defensa: "¿por qué Irak y no Corea del Norte?", y el actual presidente del Banco Mundial contestó con un cinismo asombroso: "porque Corea del Norte no tiene petróleo". ¡Cierto!, pero tenía un dictador enfermizo que hundió a su pueblo en la opresión y la miseria para mantener en pie de guerra un temible ejército de un millón de elementos y crear un pequeño arsenal de bombas nucleares con misiles para transportarlas a ciudades de Estados Unidos.

Al despertar de su sueño Bush acudió desorientado a solicitar la ayuda de Naciones Unidas; ¡del mismo Consejo de Seguridad que le prohibió invadir Irak! Hoy necesita la ayuda de la comunidad internacional, necesita a las potencias de la "vieja Europa" despreciada por Rumsfeld porque se ha quedado sin ejército y sin recursos económicos para financiar una posible guerra con armas nucleares en la que pudiesen morir cientos de miles de ciudadanos estadunidenses.

Aun para quienes jamás hayan leído el hermoso cuento de Washington Irving, Rip Van Winkle se convirtió en la imagen de quienes viven ausentes del mundo actual. Pero a diferencia de Van Winkle, que tras 20 años de sueño a la sombra de un árbol volvió a su aldea para descubrir que mientras dormía su esposa y amigos habían muerto en la guerra de independencia de Estados Unidos, a Bush se le concedió ser autor y testigo de su irresponsable aniquilación del sueño americano.

 
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