Usted está aquí: viernes 20 de octubre de 2006 Opinión Economia Moral

Economia Moral

Julio Boltvinik

Markus y el paradigma de la producción/ III

La separación entre lo técnico y lo social como proyecto socialista

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

En la entrega anterior analicé la contribución de Giörgy Markus (GM) al materialismo histórico al formular las "reglas de la vida" objetivadas en los objetos de creación humana, que el autor clasifica en reglas (técnicas) de uso, asociadas a la noción de fuerzas productivas, y normas (sociales) de empleo, asociadas a la noción de relaciones sociales de producción, y que ejemplifica con el cigarrillo: la regla de uso (implícita) es enciéndase con fuego y aspírese; las normas sociales de empleo prohíben fumar a los menores y a todos en lugares públicos.

Sin embargo, más adelante GM indica que el análisis previo del paradigma de la producción1 como proceso dual no es sólo muy abstracto, sino que es también deficiente porque ofrece una distinción tajante e inmediata cuando lo que existe, según Marx, es una dialéctica entre los conceptos de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, conceptos cuyas fronteras están por determinarse. Rechaza como simplistas las asociaciones antes presentadas entre reglas de uso y relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, por una parte, y la de normas de empleo y relaciones sociales, por la otra. Este simplismo falla según GM porque: 1) Las reglas técnicas se refieren tanto a la relación sujeto-objeto como a la relación sujeto-sujeto: hay reglas técnicas (y capacidades asociadas) referidas a las relaciones interpersonales (saludar, presentarse o bailar con alguien). 2) Hay algunos objetos especiales, los símbolos materiales de la interacción humana (bandera, cruz, corona), en los cuales no se puede separar la pregunta sobre cómo deben usarse de la de quién puede usarlos.

A partir de esta relativización de la distinción entre reglas de uso y normas de empleo, GM se pregunta si pueden distinguirse del todo. Antes de contestar precisa que el objeto en su estructura física es tanto la objetivación de necesidades y capacidades como la materialización de relaciones socio-económicas, y que la distinción entre "forma material" y "contenido social" es una distinción analítica. GM reformula en los siguientes términos, claros y prácticos, la pregunta: ¿por qué es la demanda de un mundo sin dinero, cañones y banderas nacionales, una demanda radical racional, mientras la demanda de un mundo sin máquinas es Ludismo2 irracional? Y añade, como contrapunto, que es muy claro que la banda de transmisión (el símbolo mismo de la fragmentación deshumanizante de las tareas) en su misma forma física define capacidades productivas de un sistema de división del trabajo basado en la separación del trabajo manual e intelectual y en la dominación del segundo sobre el primero (es decir que lo social, separación y dominación, está materializado en la forma física misma). Dicho esto, aborda las preguntas anteriores indicando que la doble cuestión sobre lo que ha de considerarse contenido material y ha de asimilarse como base irrenunciable de la vida social, constitutiva del desarrollo de las fuerzas productivas, y lo que debe considerarse como materialización de relaciones sociales y que debe ser cambiado, no se puede contestar teóricamente, ya que constituye una pregunta práctica cuya respuesta depende de la perspectiva histórica3 en la que nos situemos. Así, no hay datos fijos que deban aceptarse sin cuestionarse y a los que uno deba adaptarse, porque no hay ningún elemento del medio cultural que no pudiera ser concebido, en su forma concreta, no sólo como el portador de ciertas relaciones sociales separables de su valor de uso como contenido4, sino como la objetivación de esas relaciones en su contenido mismo.

Con base en esta inseparabilidad entre lo técnico y lo social, Markus modifica el análisis previo que sostenía que el paradigma marxiano de la producción ancla y justifica la racionalidad de las necesidades radicales (necesidades generadas por el capitalismo pero que no se pueden satisfacer en éste) en y por la demarcación entre "contenido material" y "forma social", y concluye que por la interpenetración práctica de los dos aspectos, la manera que uno haga la distinción entre relaciones con la naturaleza y relaciones entre personas, depende principalmente de qué necesidades y demandas sociales uno conciba como racionales.5

Esta inseparabilidad resulta aún más marcada al analizar la aplicabilidad histórica de las categorías dicotómicas, ya que las reglas de uso no encajan con las sociedades precapitalistas y las normas de empleo no lo hacen con el capitalismo. En las sociedades precapitalistas incluso el conocimiento técnico sobre el uso de un objeto, especialmente un instrumento de trabajo, suele ser materia de normas valorativas explícitas con sus respectivas sanciones, lo que se puede expresar también indicando que las capacidades en dichas sociedades cobran el carácter de obligaciones sociales. Esto se debe a que en estas sociedades lo económico está inmerso en relaciones de dependencia como las de parentesco, y lo técnico está subsumido en formas específicas de contacto social. Sólo el capitalismo libera al trabajo, como actividad técnica, de las normas sociales y desarrolla la racionalidad instrumental, pero al hacerlo lleva ésta más allá de la esfera técnica a las relaciones sociales propiamente dichas, al postular la riqueza social sólo en la forma de objetos, como trabajo abstracto social objetivado, como valor.

El capitalismo vuelve a fusionar lo técnico y las determinaciones sociales, pero lo hace ahora al subordinar las decisiones sociales concernientes a los fines a los mecanismos de valorización. Por ello es que en el capitalismo las normas sociales dejan de jugar un papel central en el balance de la producción y el consumo, que queda en manos del mercado que actúa como si fuese un automatismo natural.6 Esto no significa que los objetos de hechura humana pierdan su "forma social" en el capitalismo, sólo que ahora todos son reducidos al significado social de ser mercancías, lo que expresa que pueden ser adquiridos, usados y desechados por cualquiera que pueda comprarlos, es decir, la disolución de las restricciones directas al consumo. No obstante, también en el capitalismo la conducta económica está determinada por normas ya que, al convertirse la forma de valor en la significación social del objeto, el valor determina cuando vale la pena (en el sentido económico) usar un objeto y qué objeto debe uno usar. Sólo en la sociedad burguesa, dice Markus, ciertas máximas de conducta económica, como el principio de maximización de la ganancia, aparecen no en la forma de derechos y deberes, sino como principios de racionalidad universales, "despojados" de valores. Por tanto, si un individuo viola estos principios su actividad fracasará de modo similar a si hubiese violado las reglas técnicas del uso de un instrumento.

En este punto Giörgy Markus resume lo discutido señalando que en toda la historia enfrentamos una coalescencia irresoluble de lo técnico y lo social, aunque de diferente tipo en diferentes sociedades. Si en las sociedades precapitalistas la utilidad instrumental de los objetos hechos por la humanidad está con frecuencia ligada normativamente a la posición social específica y función de sus usuarios, en la sociedad capitalista la forma universal de mercancía-valor de los productos determina en los hechos el sistema existente de relaciones sociales y aparece como cualidad adicional y misteriosa de carácter natural y técnico.

Esta coalescencia de las relaciones sociales con la relación humana práctica con la naturaleza es para Marx una de las principales características de la prehistoria humana, quien designa este fenómeno, según GM, al menos en su versión capitalista, como reificación. Markus une el concepto de reificación al de alienación, definido éste como el "involuntario e inconciente proceso de socialización, que resulta en el dominio que ejercen los productos de las actividades sociales cooperativas sobre sus productores", para conformar el concepto de inversión (o transposición) de la relación entre el sujeto y el objeto, que llega a su apogeo en el capitalismo: el dominio del trabajo vivo por el trabajo pasado, lo que expresa el hecho que los seres humanos en su asociación no han logrado convertirse en los sujetos reales de la historia determinando su destino mediante sus propias decisiones.

La indisoluble coalescencia entre lo técnico y lo senso stricto social no es para Marx, dice Markus, un problema teórico sino la tarea práctica de hacer esta distinción, de efectuar una separación donde no ha habido una, entendiendo el socialismo como una sociedad que es capaz de hacer esta distinción en la práctica, es decir de dividir institucionalmente la postulación de las metas sociales que determinan la dirección, el carácter y el ritmo del desarrollo económico y social, de la planeación como transformación de estas metas sociales preestablecidas en tareas productivas.7 La fórmula de Engels de contraponer la administración de las cosas al gobierno sobre los hombres, añade Markus, expresa sucintamente el concepto básico de la fórmula marxista y Marx tiene muy claro que si la separación de lo "técnico" y lo "social" no se cumple, si subsiste la reificación, entonces el órgano central de administración se convierte necesariamente en el "gobernante despótico de la producción y en el administrador de la distribución".

Como se aprecia , hay mucho que aprender de este formidable pensador húngaro, alumno del célebre Lukács y compañero y amigo de la muy conocida Agnes Heller.

1 El análisis previo a que se refiere es el contenido en los capítulos 1 y 2 de la segunda parte de su libro Language and Production. A Critique of the Paradigms, (D. Reidl Publishing Company, Dordrecht, Países Bajos, 1986; no hay edición en español). El contenido de dichos capítulos fue sintetizado en las entregas del 6 y 13 de octubre pasados de Economía Moral. El material comentado y discutido hoy es el del capítulo 3 de dicha parte.

2 Ludismo es el movimiento de artesanos británicos que destruía máquinas (1811-1816) identificándolas como la causa del desempleo.

3 La banda de transmisión parece un elemento puramente negativo en los términos descritos por Markus antes, pero si uno se sitúa en una perspectiva en la cual la automatización (robotización) total de las actividades industriales es un escenario deseable, como forma de eliminar, a largo plazo, las actividades humanas repetitivas y monótonas, la banda de transmisión se podría concebir como elemento indispensable de transición para hacer posible la robotización.

4 La separabilidad de las cualidades de un valor de uso respecto de las normas sociales que materializa, me parece que es un elemento muy importante, pero Markus sólo lo introduce en este pasaje. ¿El trigo cultivado por el jornalero se distingue como valor de uso, del cultivado por el campesino independiente?

5 En efecto, si consideramos racional la necesidad radical de trabajo creativo para todos hoy, la banda de transmisión y, con ella buena parte de la división técnica del trabajo, tendría que ser considerada como materialización de relaciones sociales de producción (y no como objetivación de capacidades y necesidades humanas) y estaría sujeta a ser eliminada.

6 He aquí el origen de la subordinación de lo social a lo económico, de las necesidades al mercado y a la valorización del capital.

7 La definición de cuáles valores de uso han de producirse (definición de fines sociales) en el segundo campo institucional y su operacionalización técnica (definición de medios) en el primero.

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