Usted está aquí: viernes 20 de octubre de 2006 Política Fuentes, el desayunado

Víctor M. Toledo

Fuentes, el desayunado

Utilizando una de sus frases más originales y certeras, Carlos Fuentes respondió hace varios años a un reportero cuando lo interrogó acerca de la iracunda diatriba que le dedicó un historiador tramposo: palabras más, palabras menos: "Me tiene sin cuidado..., yo siempre me desayuno a mis críticos". Hoy, cuando las contradicciones de la sociedad y de la humanidad toda ascienden un nuevo peldaño en la escala del riesgo, todo, sin excepción (instituciones, preceptos, marcos conceptuales, creencias fundamentales, iconos, autoridades de todos los campos), se pone a prueba.

Y es que la época de las declaraciones, que es una forma disfrazada de propaganda, está pasando a la historia. Hoy, en los tiempos de la verdadera democracia, de la política moderna, ya no se pueden hacer afirmaciones sin argumentos ni juicios sumarios, ni se puede tomar partido o posición alguna sin explicar las razones, única manera de convencer a una audiencia cada vez más numerosa que exige claridad, fiabilidad y congruencia.

La era de las personalidades, de las figuras emblemáticas, de las celebridades que pontifican como sacerdotes, lo mismo en la ciencia que en la política, la literatura o el arte, e instruyen a las "masas ignorantes o incultas", se está volviendo una práctica no solamente inocua o sin sentido, sino la ruta más directa al olvido o al desprestigio moral o académico de quienes la ejercen. Hoy en México, los nuevos tiempos exigen juicios lógicamente construidos, compromisos con la verdad, declaraciones políticas fincadas en el análisis profundo. El seudozoico, la era de las apariencias, está llegando a su fin ante una opinión pública mucho más exigente, informada y alerta.

¿Puede un armador de novelas espléndidas, de tramas complejas y de historias que parecen imposibles, quedarse con la afirmación fácil o ingenua, el razonamiento simplificado, la salida tramposa por confortable? Carlos Fuentes negó instantánea y tajantemente la posibilidad de un fraude electoral, reconoció al presidente de la derecha y descalificó en tres breves frases la lucha de millones de mexicanos, que en una contienda tan cerrada exigimos transparencia mediante el conteo total de los votos, imparcialidad absoluta a los árbitros oficiales de la contienda electoral y respeto a la voluntad ciudadana. ¿Qué demócrata del mundo se negaría a aceptar todo esto?

Dando por hecho que su posición es la correcta, es decir, sin tomarse la molestia de explicarnos a profundidad su decisión frente a los acontecimientos políticos más polémicos de los últimos tiempos, Fuentes dedica dos artículos recientes (Reforma, 11 y 12 de octubre) a dar consejos al "presidente Calderón" y al "opositor López-Obrador", y a aprobar o descalificar figuras, no procesos políticos, con base en sus fobias y filias.

Orgullo literario de varias generaciones de mexicanos, Carlos Fuentes se equivoca, flaquea, sucumbe a las mareas tramposas en las que los conservadores y reaccionarios del país buscan ahogar la insurgencia civil o el resultado verdadero de las elecciones y, sobre todo, parece que dormita o duerme justo cuando la nación vive uno de los momentos más fascinantes de su historia reciente: el despertar de las conciencias ciudadanas.

¿Por qué un escritor del calibre de Fuentes aceptó la validez de la elección, sin antes revisar las conclusiones derivadas de, por ejemplo, el encuentro de 60 investigadores que examinaron 12 estudios realizados por matemáticos, físicos, estadísticos y otros, en las que se revelaron innumerables inconsistencias en los resultados? (véase La Jornada, 5 de agosto). ¿Cómo soslayar una sola de estas conclusiones: errores y/o manipulación en 46 por ciento de las casillas, afectando un millón 763 mil 764 votos? (consúltese www.analisis-elecciones2006.unam.mx) ¿No acaso un intelectual de verdad indaga, escudriña, analiza y pondera antes de emitir una opinión, especialmente cuando sus comentarios pueden adquirir trascendencia inmediata? La responsabilidad de una figura pública es, ni más ni menos, eso: un compromiso descomunal con la sociedad que lo lee y admira, pero que también lo juzga y lo critica.

¿Y la intromisión inmoral e ilegal de Fox y sus 456 mil 375 promocionales entre enero y mayo? ¿Por qué el escritor que promueve "izquierdas modernas" nada dice de las "arcaicas" embestidas del Consejo Coordinador Empresarial contra López Obrador en plena época electoral, y de las acciones tramposas de decenas de empresas y corporaciones en favor de Calderón? ¿Por qué se niega a conceder lo que el mismo IFE aceptó (y después contradijo) que por debajo del margen de error, tres por ciento, el resultado de la elección con 40 millones de votos es, por principio, dudosa? ¿Y los veredictos contradictorios, incongruentes, incluso cínicos, del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación? Al soslayar todo lo anterior, Fuentes nos invita a olvidar, como si la realidad pudiera desvanecerse en un acto de magia. Quienes no pertenecemos a partido alguno, pero exigimos democracia en México, hasta sus últimas consecuencias, somos, por fortuna, inmunes a la amnesia. Olvidar las elecciones presidenciales, "hacerse de la vista gorda", es hoy un acto inmoral.

Preparo este artículo, y me obligo a examinar de nuevo varios libros de Fuentes. Mi mano toma uno de ellos (Instinto de Inez, 2000), leo al azar páginas y párrafos, y como si fuera premonición, mi vista se detiene en la página 95: "Afuera el Palacio de Bellas Artes era un gran pastel de bodas imaginado por un arquitecto italiano, Adamo Boari, seguramente para que el edificio mexicano fuese la novia del monumento romano al rey Vittorio Emmanuele: el matrimonio se consumaría entre sábanas de merengue y falos de mármol e hímenes de cristal, sólo que en 1916 el arquitecto italiano salió huyendo de la Revolución, horrorizado de que su sueño de encaje fuese pisoteado por las caballadas de Zapata y Villa". ¿Cuántos escritores como Fuentes, artistas, científicos e intelectuales saldrán huyendo del país con sus sueños de encaje frente al vendaval, pacífico pero contundente, que se avecina?

Fuentes, dijo Paco Ignacio Taibo II en boca de su detective Belascoarán, "...era uno de los pocos tipos serios que le quedaban al país, quizá porque vivía fuera de él" (1989). ¿Se le habrá revertido esa condición ventajosa? No lo sabemos. Lo más probable es que la propaganda, la burbuja en la que habita (distante, perfumada y aséptica), la fatiga intelectual, la tentación por el dogma o, simplemente, el maldito deseo por terminar la vida en un país en calma (¡carajo!), o quizás todo ello, se desayunaron a Fuentes. Buen apetito. Descansen en paz, oh Musas mexicanas, los antiguos señores de la palabra que no lograron renovarse.

[email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.