Usted está aquí: miércoles 25 de octubre de 2006 Opinión México-EU: migración y seguridad

Editorial

México-EU: migración y seguridad

Anteayer, en el contexto de la 14 Reunión Interparlamentaria Canadá-México, que se desarrolla en Ottawa, el senador panista Santiago Creel defendió la idea de establecer un "polígono de seguridad" en América del Norte, en el que los gobiernos canadiense, estadunidense y mexicano cooperen para enfrentar el narcotráfico, el tráfico de personas y el terrorismo.

La declaración es ilustrativa de la torpeza o la mala fe con la que el grupo gobernante ha confundido las prioridades de nuestro país con las de la superpotencia vecina, porque si bien el trasiego de drogas ilícitas y la proliferación de bandas que trafican con personas son problemas comunes a ambas naciones, las implicaciones en cada una son diferentes y hasta simétricamente opuestas; en cuanto al terrorismo, llama la atención el empecinamiento panista por involucrar a México en una confrontación turbia y dudosa que, además, no le concierne.

Asumir que la vecindad con Estados Unidos convierte a México en objetivo, zona de tránsito o potencial centro de operaciones de grupos interesados en atentar contra el país del norte es aceptar un discurso paranoico y chantajista elaborado en Washington, que se ha demostrado falso y que en un par de ocasiones ha llevado a las autoridades nacionales a cometer injusticias y a hacer el ridículo, como cuando detuvieron a un falso "sospechoso de terrorismo" en Baja California. Pero, a más de cinco años de perpetrados los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono, en nuestro territorio no se ha concretado ninguna amenaza contra el país vecino.

Desde otro punto de vista, los resentimientos generados por la política criminal de Estados Unidos en Medio Oriente no tienen a nuestro país en la mira. Por otra parte, la manera en que el gobierno de George W. Bush ha hecho frente al desafío declarado el 11 de septiembre de 2001 es contraria a la legalidad internacional, a los derechos humanos y a las consideraciones éticas fundamentales. Colaborar con la "guerra contra el terrorismo internacional" implica, en consecuencia, convertir a México en cómplice de esa cruzada genocida en la que la Casa Blanca ha recurrido a la mentira sistemática, al arrasamiento de soberanías nacionales, al bombardeo de civiles, a la destrucción y al pillaje, al secuestro, a la tortura, a la negación y supresión de las libertades individuales.

Por otra parte, invocar el "polígono de seguridad" regional podría parecer una mala broma en momentos en que el gobierno y el Congreso estadunidenses impulsan la construcción de un infame muro fronterizo para regular el acceso a su territorio de los trabajadores indocumentados, principalmente mexicanos, que no viajan al otro lado para amenazar la seguridad nacional de Estados Unidos sino para contribuir con su economía. En tales circunstancias, y cuando se encuentra en curso un agravio de tal magnitud contra los mexicanos y los latinoamericanos que buscan, del otro lado de la frontera, una vida menos incierta que la que enfrentan en sus naciones de origen, resulta especialmente torpe la expresión de propósitos y ánimos de colaboración con las delirantes y criminales estrategias de Washington contra el "terrorismo internacional", una categoría en la que el Departamento de Estado mete por igual a las organizaciones fundamentalistas del mundo islámico y a los gobiernos de Irán y Venezuela.

Por lo que respecta a México, las amenazas a su seguridad nacional son distintas: por ejemplo, el auge de la delincuencia organizada, los horizontes de ingobernabilidad y el saqueo de los recursos naturales; las dos primeras tienen como caldo de cultivo la marginación, las exasperantes desigualdades sociales ­propiciadas por el actual gobierno y por sus antecesores­ y la frivolidad, la irresponsabilidad y la corrupción de la clase política; en la tercera toman parte activa los dictados del llamado Consenso de Washington y las trasnacionales ­estadunidenses, en no pocos casos­, que cifran sus oportunidades de negocio en las estrategias privatizadoras y depredadoras aún vigentes en nuestro país. Más valdría que el grupo en el poder, en vez de empeñarse en quedar bien con Washington, empezara a voltear hacia esos desafíos, antes de que sea demasiado tarde.

 
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