Usted está aquí: miércoles 25 de octubre de 2006 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

La autoelogiada Hacienda debió reconocer la desaceleración

Se silenciaron datos para no afectar la continuidad presidencial

Exactamente seis años atrás, a escasos 37 días de la renovación gerencial en Los Pinos, varias instituciones nacionales y foráneas emitían señales de alerta: ya viene la desaceleración económica en el país, y ella implica menor crecimiento, generación de empleo y bienestar social.

Eso advirtieron, pero en la euforia por el advenimiento del "cambio" y la llegada del personaje de la lengua larga y las ideas cortas, prácticamente nadie atendió tales signos. Y así nos fue: seis años con un crecimiento promedio anual de 2 por ciento, pérdida neta de empleos y caída en los de por sí mínimos indicadores de bienestar social, entre tantas otras gracias del "cambio".

Con cronómetro en mano, un sexenio después, y a 37 días de la renovación gerencial en Los Pinos, las señales de alerta se repiten, aunque en esta ocasión lo novedoso del caso es que surgen desde la propia institución que a lo largo del gobierno foxista no hizo mayor cosa que auto elogiarse por "lo bien" que hizo las cosas, con el consecuente "efecto positivo" en la marcha de la economía, la "histórica" generación de empleo y los "crecientes" índices de bienestar social, según su propio dicho.

Tal fue el nivel de autoelogio, que Francisco Gil Díaz -uno de los padrinos de la mafia financiera del sector público- humildemente "recomendó" a su sucesor: "en primer lugar, que se hincara, que se pusiera de rodillas y le pidiera a mis colaboradores que siguieran aquí, en la Secretaría de Hacienda". Alguien tuvo que hincarse, porque la famiglia Gil Díaz se mantendrá en la SHCP.

Sin embargo, uno de sus cachorros se descarrió (tal vez porque nadie ha tenido la cortesía de hincarse ante Alejandro Werner, titular de la Unidad de Planeación Económica de la Hacienda Pública, y pedirle que se quede en Hacienda) y decidió encender las señales de alarma: la economía mexicana se encuentra en un proceso de desaceleración que la llevará de un crecimiento desde el 4.5 por ciento de 2006 a sólo 3.5 por ciento en 2007, lo que se expresará en una menor creación de empleos; el menor crecimiento provocará una caída de 25 por ciento en la generación de empleo formal.

Una noticia alentadora , sin duda, sobre todo cuando se conoce que este tipo de personajes (más hermanos, cuñados, sobrinos, primos y demás parientes con membresía en la famiglia financiera del sector público) se pasaron el sexenio del "cambio" (como antes en los del "bienestar para la familia", de la "solidaridad" y de la "renovación moral") auto alabándose por los "logros" obtenidos, sin perder oportunidad alguna para, junto con Francisco Gil Díaz, presumir el "tesoro" que tenía México con ellos al frente de la Secretaría de Hacienda.

Habría que tomar con precaución los datos que maneja la ahora oveja descarriada, porque, ya con Vicente Fox sentado en Los Pinos, la Secretaría de Hacienda insistió durante algunos meses de 2001 que la economía crecería 7 por ciento (como el de las botas prometió en campaña); sólo hasta mayo de ese año reconsideró y redujo su cálculo a 4.5 por ciento, al que se aferró casi hasta el final del periodo, para reconocer que, en efecto, el incremento sería de 3 por ciento. Lo cierto es que la cantada desaceleración económica se convirtió en recesión, y la economía nacional cayó 0.3 por ciento en el primer año del "cambio". Y el ejercicio lo repitió a lo largo del sexenio, para promediar 2 por ciento por año. Incluso, cuando mejor pintaban las cosas, la SHCP se quedó en extremo corta en sus estimaciones de crecimiento.

Así, si el hoy descarriado cachorro Werner calcula que en 2007 el crecimiento económico caerá un punto porcentual, entonces hay que sacar el paraguas y tomar todas las precauciones posibles, por aquello de las lluvias torrenciales vestidas de día soleado, la falta de tino en el cálculo oficial y los "atorones" (Fox dixit), como en 2001 y siguientes.

El asunto de la nueva etapa de desaceleración económica se viene cantando desde principios de año, pero los selectos funcionarios de Hacienda y famiglia que los acompaña -pública y privada- fueron prudentemente silenciosos, en especial durante el proceso electoral para no afectar la "continuidad". Ahora que todos, o casi todos, están en plena mudanza, se encienden los focos rojos. Bronca de ellos, dirán algunos, pero el problema es que entre las patas se vuelven a llevar a 104 millones de mexicanos (salvo algunos familias marca Forbes). Entonces, si partimos de uno de los axiomas de Werner ("las remesas no sólo deben verse como un fenómeno de la migración; también son fruto de la estabilidad económica que ha logrado México"), se entenderá que no exageramos.

Y más o menos en el mismo tenor se pronunció Everardo Elizondo, subgobernador del Banco de México, para quien "los retos que enfrenta México hacia adelante son incrementar el empleo y la productividad; contener el crecimiento de la economía informal; fortalecer las finanzas públicas; mejorar la calidad de las instituciones, y consolidar la estabilidad macroeconómica".

Se pasaron el sexenio completo promoviendo la changarrización de la economía, alentando el desempleo formal, nutriendo el ejército de emprendedores y el crecimiento de la informalidad, y hoy aseguran que esta última es "signo de premodernidad". No pus sí.

Las rebanadas del pastel

Si la estabilidad macroeconómica presumida es tan "sólida" como los "temas resueltos" por Fox (Chiapas, Atenco, aeropuerto internacional y campo), entonces hay que recordar aquella espléndida Rayuela de La Jornada (21 de noviembre, 2005): "ahora sí que como dicen que decía Hemingway, entre más se acerca el momento, mejor aceitado hay que tener el detector de mierda".

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