Usted está aquí: miércoles 25 de octubre de 2006 Sociedad y Justicia La medicina mortal del nazismo

La medicina mortal del nazismo

Abre en Alemania exposición sobre métodos con los que se eliminó a miles de ''no aptos"

EVA USI ESPECIAL PARA LA JORNADA

Ampliar la imagen Ottmar von Verschuer, médico alemán y profesor de Josef Mengele, el llamado Angel de la muerte, realizaba experimentos con mellizos en el Instituto de Antropología, Herencia Genética y Eugenesia de Berlín, en 1928. La imagen forma parte de la exposición Medicina mortal: la locura racial del nacionalsocialismo

Berlín, octubre. ¿Por qué un médico mata en vez de curar? A esta pregunta intenta responder la exposición Medicina mortal: la locura racial del nacionalsocialismo, que abrió sus puertas en el Museo de la Higiene de Dresde.

La muestra nos lleva, a través de unos 400 documentos, objetos y fotografías, por la maquinaria del Tercer Reich para crear una ''raza maestra'' que se valía de la medicina para eliminar a miles de enfermos y discapacitados considerados no aptos para vivir.

En la Alemania de los años 30 la vox populi se mofaba de la propaganda nazi sobre la pureza del ario: "Tiene que ser rubio como Hitler, alto como Goebbels y delgado como Göring" (Hitler no era rubio, Goebbels era bajo de estatura y Göring era obeso). Pocos percibieron entonces la seriedad mortal de esta ideología que empezó discriminando, después mató a enfermos y lisiados y luego condujo al Holocausto. De 1939 a 1945 fueron asesinados mediante la eutanasia 5 mil niños y 200 mil adultos.

"No ocurrió de la noche a la mañana", dice Antje Uhlig, directora del proyecto, en conversación con La Jornada. "A partir de los prejuicios sociales existentes y apoyado en el movimiento eugenista el Tercer Reich utilizó las investigaciones sobre la genética humana para decidir qué ser era valioso y cuál no. La higiene racial impulsaba la herencia genética 'favorable', a través de ayuda a familias con muchos hijos, y discriminaba la que considerada negativa", explica.

Propaganda del nazismo

El Museo de la Higiene divulgaba entonces los principios que el científico británico Francis Galton postuló en 1883 en su teoría sobre la eugenesia. Era un movimiento internacional que proponía mejorar la raza humana a través de la selección artificial, similar a la utilizada en los caballos. El museo, inaugurado en 1930 para divulgar la sexualidad humana, se convirtió desde la llegada de Hitler al poder (1933) en la piedra angular de la propaganda sanitaria del nazismo.

Hubo que convencer al Museo del Holocausto de Washington, organizador de la muestra, para que la prestara al museo alemán. "Había cierta reticencia ante la idea de que la exposición viniera a una institución del país de los verdugos, pero, conscientes de que en Alemania hay nuevamente un auge de la extrema derecha, se dieron cuenta de la importancia de traerla ahora", expresa el director del museo, Klaus Vogel.

Unos meses después de llegar los nazis al poder fue promulgada la Ley para la protección ante enfermedades genéticas hereditarias (Gesetz zur Verhütung erbkranken Nachwuchses), la cual fue base jurídica para perseguir a grupos de la población considerados de menor valía: enfermos mentales, discapacitados, prostitutas, marginados, gitanos y judíos.

Por un lado se prohibió el aborto y la madre aria fue idolatrada por el Estado; por el otro fueron esterilizados unos 400 mil hombres y mujeres afectados por alguna de las ''nueve enfermedades'' consideradas hereditarias. Estas iban desde la deficiencia mental hasta el alcoholismo. Los especialistas emitían su veredicto en tribunales especiales, lo que dio a las medidas una fachada de legalidad. La exposición revela, a través de películas y fotografías históricas, la fría mirada del nazismo ante los débiles y los enfermos.

El papel de la ciencia

"El objetivo de la muestra es no sólo arrojar luz desde la perspectiva de las víctimas, sino también abordar el papel de la ciencia. Muchos médicos aprovecharon las leyes de Nuremberg para llevar a cabo sus experimentos y hacer carrera", afirma Vogel. Desde el más famoso, Josef Mengele, cuyos brutales experimentos en el campo de concentración de Auschwitz le valieron el apodo de El Angel de la Muerte, hasta otros menos conocidos que jugaron un papel clave. Uno de ellos fue Paul Nietzche. "Un siquiatra de Dresde que pese a haber desarrollado métodos progresistas en el tratamiento de afecciones síquicas abogaba desde antes de la guerra en favor de la muerte de los enfermos incurables", dice Antje Uhlig.

Nietzche fue el director del programa de eutanasia conocido por su código secreto "Aktion T-4", puesto en marcha en 1939 tras la invasión a Polonia. "El programa comenzó a aplicarse en los niños recién nacidos. Pronto el programa se amplió hasta abarcar adultos", afirma Vogel. Médicos y enfermeras tenían la obligación de registrar a los niños minusválidos o con defectos genéticos. Tres facultativos decidían, rellenando un formulario, sobre la vida o muerte del infante. Uno de los coordinadores fue Ernst Wentzler, reconocido pediatra berlinés que desarrolló una incubadora para nacidos prematuros, pero secretamente envió a la muerte a miles.

Eran destinados a alguno de los seis centros de eutanasia, uno en Austria y cinco en Alemania, donde los niños y luego los adultos eran matados con la inyección letal o por inanición. Las familias eran informadas de que su pariente había fallecido de alguna complicación. Un paciente escribe en una carta a su madre: "Nos traen a esta región apartada para dejarnos morir de hambre sin que nadie se percate de ello". La misiva fue interceptada por personal del lugar y es exhibida junto con la foto del difunto.

En otra de las salas los organizadores reconstruyeron una cámara abovedada que recrea la atmósfera oprimente de un crematorio. En una de las paredes está una fotografía del personal sanitario que sonríe ante la cámara.

Un documento estremecedor es la llamada estadística "Hartheim", donde se especifican con todo detalle los víveres que serán ahorrados tras la muerte de los no aptos para la vida. Con lápices de colores y perfecta caligrafía se enlistan productos básicos como papas, mantequilla, huevos y manteca. Si murieran 70 mil 273 personas, considerando una expectativa de vida de 10 años, se ahorrarían 13 millones 482 mil 440 kilos de carne y 4 millones 215 mil 440 kilos de mantequilla.

"Es una exposición que desde el traumático pasado aborda cuestiones que atañen a nuestro tiempo", dice Vogel. "El diagnóstico de implantación y los procesos de selección genética son ofrecidos por la medicina moderna para crear un ser humano lo más perfecto posible. La eutanasia y la muerte asistida es permitida en países como Suiza y Holanda. Son cuestiones que no atañen únicamente a la ciencia, sino a toda la sociedad", concluyó.

 
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