Usted está aquí: viernes 27 de octubre de 2006 Opinión Casinos por vía marítima

Juan José Morales

Casinos por vía marítima

El accidente del catamarán Tórtola Fast Ferry, que la noche del pasado viernes 13 encalló en el arrecife Pájaros frente al puerto de Veracruz, causando daños aún no cuantificados a las formaciones coralinas, ha servido para poner de manifiesto que ya nos metieron los casinos por la puerta trasera. O, más exactamente, por vía marítima.

Resultó que los 24 pasajeros del buque encallado no eran simples paseantes, sino apostadores que se dirigían a la casa de juego flotante Island Casino, que supuestamente opera en aguas internacionales, pero al parecer lo hace bien adentro de la franja de 12 millas náuticas (21.6 km) del mar territorial mexicano. Este buque, de bandera panameña, 80 metros de eslora y 2 mil 200 toneladas de desplazamiento, atiborrado de mesas de ruleta, bacará y máquinas tragamonedas, ya había intentado el año pasado funcionar frente a Cancún. En abril de 2005 arribó a Isla Mujeres procedente de Estados Unidos y permaneció atracado e inactivo durante meses, al amparo de lo que en la terminología náutica se denomina un permiso de amarre temporal.

En un principio se intentó justificar su estancia con el argumento de que había venido para ser objeto de trabajos de reparación y mantenimiento. Pero nadie se tragó el cuento, pues en Isla Mujeres no hay más servicios navales que talleres para lanchas de fibra de vidrio y motores fuera de borda, y un modesto varadero para pequeños barcos pesqueros donde es imposible atender una embarcación de las dimensiones y características del Island Casino.

Finalmente, el representante de los propietarios reconoció que la intención era ponerlo a funcionar como casino flotante frente a las costas de Quintana Roo. Nunca, sin embargo, se concretó ese propósito, y en julio de ese año, ante la amenaza de huracanes, zarpó hacia Belice, según se dijo. Ahora lo tenemos frente a Veracruz funcionando ya como casa de juego, al parecer amparado por el Reglamento de la Ley Federal de Juegos y Sorteos que Santiago Creel emitió en septiembre de 2004, cuando se hallaba al frente de la Secretaría de Gobernación.

Podría decirse, entonces, que la cuarta fue la vencida, pues anteriormente hubo tres intentos similares. El primero en 1994, cuando Mario Villanueva comenzaba su mandato como gobernador de Quintana Roo. Según los planes, el buque casino Europa Jet zarparía cada noche desde Puerto Morelos, a 35 kilómetros de Cancún, se alejaría 12 millas hasta aguas internacionales y ahí -supuestamente fuera de la jurisdicción mexicana- se abrirían las mesas de juego, para cerrarlas al amanecer y retornar a puerto. En su primer viaje, sin embargo, encalló y nunca volvió a llevar pasajeros. Por fin, tras muchos meses en el muelle, se fue para no volver, dejando sólo un fuerte adeudo por salarios no pagados a la tripulación.

Luego, en 1998, todavía en tiempos de Villanueva, el entonces secretario estatal de turismo, Gustavo Ortega Joaquín -hoy presidente municipal panista de Cozumel-, anunció que en breve comenzaría a operar en esa forma y en el mismo lugar otro casino flotante, cuyo nombre no especificó. Pero a la postre el proyecto no fructificó.

La tercera tentativa fue ya en la gubernatura de Joaquín Hendricks, con el buque Midnight Gambler, propiedad de Isaac Hamui, empresario favorito -y, según las malas lenguas, prestanombres y socio- de Hendricks. Tampoco llegó a funcionar, aunque pasó meses atracado en Cancún, desde donde realizaba esporádicas salidas a altamar para adiestrar a los tripulantes y el personal del casino. Finalmente se trasladó a Belice, donde el gobierno le otorgó un permiso para operar en aguas territoriales de ese país, dentro de la bahía de Chetumal y a unos kilómetros de esta ciudad, desde donde un transbordador llevaba a los jugadores. Pero el negocio fracasó, pues poca gente optó por tan engorroso procedimiento -sobre todo después de que una noche el transporte encalló y los apostadores tuvieron que ser rescatados- cuando es mucho más fácil, cómodo y seguro llegar en unos minutos por carretera a los casinos de la zona libre de Belice.

Una falsa premisa

En todos estos proyectos se partió de la base de que para eludir las leyes mexicanas sobre juegos de azar basta que un buque llegue a aguas internacionales. Quedaría así, supuestamente, en una especie de limbo jurídico en el cual rige el derecho internacional, pero no las leyes mexicanas ni de ningún país en particular. Sin embargo, la Ley de Navegación es muy clara en cuanto a que toda embarcación que zarpa de un puerto mexicano y retorna al mismo o cuyo destino es otro puerto del país realiza navegación de cabotaje. Y, para fines legales, toda embarcación que realice navegación de cabotaje en México se considera una nave mexicana sujeta a las leyes mexicanas, incluso si enarbola bandera de otro país. Y por considerarse nave nacional, está sujeta obligatoriamente ''al cumplimiento de la legislación mexicana, aun cuando se encuentre fuera de las aguas de jurisdicción mexicana''.

Es falso, pues, que con sólo navegar 12 millas mar adentro un barco casino basado en puertos mexicanos pueda burlar las leyes mexicanas. Por ello fracasaron todos los planes de operar barcos casinos con base en puertos mexicanos. Ahora hay que ver qué tan legal resulta la operación de un buque como el Island Casino, que se mantiene navegando en los límites del mar territorial -si es que efectivamente lo hace allá y no más acá- y recibe pasajeros desde un puerto mexicano.

 
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