Usted está aquí: viernes 27 de octubre de 2006 Opinión Samuel Beckett

José Cueli

Samuel Beckett

Este año se conmemoran 100 del natalicio de Samuel Beckett. Novelista y dramaturgo irlandés, nació en Foxrock, Dublín, en 1906. Hijo de padres protestantes, creció envuelto en una atmósfera religiosa de la cual expresaría que fue "casi como un cuáquero". En 1928 se instaló en París como lector de inglés en la Escuela Normal Superior. Ya en esa época se vio influido por la obra de Joyce y por el surrealismo. Después de su estancia en París regresó a su Dublín natal (1930), donde ingresó como profesor de francés al Trinity College. Dos años más tarde viajó por Alemania e Inglaterra para después volver a establecer su residencia en París, donde ingresó al ambiente intelectual y literario. Su primera gran novela, en el año de 1938, fue Murphy. Durante la Segunda Guerra Mundial participó en la resistencia francesa, por lo cual fue perseguido por la Gestapo, teniendo que refugiase en el Rosellón, donde se desempeñó como obrero agrícola.

Pasada la guerra publicó sus novelas El expulsado (1946), Molloy (1951, Malone muere (1952), Watt (1953) y El innombrable (1953). A esta misma época pertenece su obra teatral más famosa, Esperando a Godot, que escribió y estrenó en 1953. Con esta obra Beckett alcanzó fama universal que se consolidó con los posteriores estrenos de Fin de partida (1961), además de la obra Comedia escrita en alemán. A esto habría que sumar representaciones teatrales de varias de sus obras que fueron difundidas en emisión radiofónica: Todos los que caen (1957), De una obra abandonada (1957) y Cenizas (1959).

En 1969 publicó una serie de textos breves, así como su novela Cómo es. En su juventud escribió algunos poemas (Quienescopio, Los huecos de los ecos), ensayos (Proust) y relatos (Más aguijones que coces). Comparte con Borges el Premio Internacional de los Editores y en 1969 le fue merecidamente concedido el premio Nobel de Literatura.

Para Enrique Sordo (crítico literario) Beckett es un excelente ejemplo de la filosofía de la desesperanza que surgió en Occidente con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, y nos dice: "Sus novelas y sus obras dramáticas en las que lo grotesco se confunde íntimamente con la tragedia metafísica, siguen la tónica marcada por Joyce y Kafka en la narrativa y cultivada por los creadores del llamado teatro del absurdo o antiteatro, heredero legítimo del surrealismo: Adamov, lonesco, Vian, Tardieu, etcétera (...) El hombre por el que se interesa Beckett no está individualizado, no tiene identidad. Se trata del hombre absoluto, enfrentado con los misterios del nacimiento y de la muerte, y que pasa casi directamente del uno a la otra, apenas sin tiempo para pronunciar unas palabras cuyo sentido casi único viene a ser el mismo". En palabras de Claude Mauriac: "es el de los primeros vagidos y el de los últimos estertores".

Sus personajes ni siquiera saben si existen, sus palabras apuntan a la negación y a la aniquilación de sí mismos. La inexistencia, la desesperanza y la desesperación son constantes que flotan en la atmósfera. Constantemente nos confronta con el desamparo originario descrito por Freud, nos confronta con el absurdo de nuestra existencia.

El absurdo existencial que nos presenta Beckett en sus obras resulta más desgarrador y más angustioso aún que el de Kafka. A decir de Sordo, el drama de los personajes de Kafka radica en nuestra impotencia, mientras que Beckett lo jala hasta el no-ser.

Beckett mismo le confiesa a Charles Juliet en una entrevista lo siguiente: "Siempre he tenido la impresión de que dentro de mí había un ser asesinado. Asesinado antes de mi nacimiento. Tenía que encontrar a ese ser asesinado. Intentar devolverle la vida".

 
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