Usted está aquí: domingo 29 de octubre de 2006 Cultura Entre una España que muere y otra que bosteza, la España peregrina

Espectáculo de música, danza y poesía de Ofelia Medina y Ricardo López

Entre una España que muere y otra que bosteza, la España peregrina

Ensoñación de la época republicana de la mano de García Lorca, Alberti, Machado...

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Ofelia Medina, la luz y la sombra Foto: Archivo/ María Luisa Severiano

Entre una España que muere y otra España que bosteza, y de la mano de García Lorca, Machado, Alberti, Hernández, Figuera Aymerich, Vallejo y León Felipe, ayer resurgió, en el Teatro de la Ciudad, la España que, en su derrota, mostró al mundo muchas victorias de una dignidad hoy magra.

El ya reconocido espectáculo España peregrina, como la ensoñación de un pasado cada día más actual: la enseñanza del valor de la valentía, y de la esperanza que la alimenta. En 1936 la República española se consolidaba en la democracia, pero la traición de Francisco Franco la ahogó en la sangre derramada en tres años de guerra civil, sangre de poetas incluida, como canta Machado.

"Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba./ El pelotón de verdugos / no osó mirarle a la cara. /Todos cerraron los ojos / rezaron: ¡Ni Dios te salva! / Muerto cayó Federico /sangre en la frente y plomo en las entrañas"...

Resuenan la guitarra de José Pepe Jiménez, el cante jondo de Naty Lomas, el taconeo y la danza contemporánea de las bailaoras Luz María García y Sonia Fuentes, el violín de Ricardo López Espinosa, quien, además de dirigir, une su voz a las voces de Alejandra Marín y Ofelia Medina, que de negro también ilumina el escenario.

Pero la luz es tenue y el público escaso, aunque grandes y en ascenso las emociones, la indignación y la nostalgia de una época y una épica ya apropiadas por la humanidad en forma de conciencia, hoy a veces dormida, a veces despierta, como bien lo sabe Hernández.

"Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera/ hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente./ Yo, animal familiar, con esta sangre obrera/ os doy la humanidad que mi canción presiente."

Y es que fue de la dignidad y de la guerra que desde España surgió tanto arte para el mundo y desde el mundo para España, como surgen flores en el desierto para probarle, a éste, su fertilidad de arena. O así pareció entenderlo el peruano Vallejo.

"Si cae -digo, es un decir- si cae/ España, de la tierra para abajo,/ niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!/ ¡cómo va a castigar el año al mes!/ ¡cómo van a quedarse en diez los dientes,/ en palote el diptongo, la medalla en llanto!/ ¡Cómo va el corderillo a continuar/ atado por la pata al gran tintero!/ ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto/ hasta la letra en que nació la pena!"

O su Los heraldos negros:

"Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma... ¡Yo no sé!"

"Rumba la rumba la rumba la"

Intercaladas con el canto de los poetas, las canciones republicanas que cantaba el pueblo en los frentes de batalla, muchas de ellas retocadas por García Lorca.

"El Ejército del Ebro,/ rumba la rumba la rumba la./ El Ejército del Ebro,/ rumba la rumba la rumba la/ una noche el río pasó,/ ¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!/ una noche el río pasó,/ ¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!/ Y a las tropas invasoras,/
rumba la rumba la rumba la./ Y a las tropas invasoras,/ rumba la rumba la rumba la/ buena paliza les dio,/ ¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!/ buena paliza les dio"...

O las canciones a la lucha de los vascos, los catalanes, los aragoneses, los gallegos, los asturianos, los castellanos, todos contra la dictadura. Y al heroísmo en sus ciudades.

"Madrid, qué bien resistes,/ Madrid, qué bien resistes,/ Madrid, qué bien resistes,/ mamita mía,/ los bombardeos./ los bombardeos./ De las bombas se ríen,/ de las bombas se ríen,/ de las bombas se ríen,/ mamita mía,/ los madrileños."

Al final, tras la certeza confirmada mil veces de que la poesía es un grito en la sombra y de tumbas como las verdaderas "dulces puertas", León Felipe increpa a los loqueros:

"Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,/ aquel estrafalario fantasma del desierto/ y ... ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo,/ terrible, monstruosamente cuerdo."

Y llevando las riendas de la carroza y puyando el veneno de las incongruencias, como la de los poetas sin versos, León Felipe va en busca de la luz desde el infierno:

"¡Aquí van todos!/ Y aquí voy yo con ellos./ Aquí voy yo también,/ yo, el hombre de la tralla,/ el de los ojos sucios... el blasfemo./ Sí. Ahora ya sin hogar y sin reino/ sin canción y sin salmo,/ sin llaves y sin templo.../ yo la llevo,/ yo llevo hoy la carroza, yo la llevo."

 
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