Usted está aquí: martes 31 de octubre de 2006 Opinión Roberto Cortázar en Puebla

Teresa del Conde

Roberto Cortázar en Puebla

El Museo Amparo de Puebla, actualmente dirigido por Moisés Rosas, presenta un conjunto de pinturas recientes de Roberto Cortázar. Varias están ya integradas a ese acervo mediante selección de la presidenta del recinto, Angeles Espinoza. El conjunto tiene un título de raigambre heroico de gran repercusión en la historia del arte: Saturno en el mundo de los parricidas, que tiene que ver igualmente con los tiranicidas: Harmodio y Aristogitón y, ¿quién no conoce el Saturno de Goya? Saturno es el tiempo que todo devora.

Cortázar no ilustra estas historias, tan sólo las convoca en su actual quehacer que ofrece cambios bastante radicales respecto de sus anteriores modalidades, cercanas éstas a lo que podría denominarse ''academia clásica contemporánea". Ahora la cancela mediante el procedimiento de actuar sobre ella adhiriendo trazos que parecen violentos de clara raigambre expresionista, con visos de ''pintura de acción". Eso coadyuva a producir efectos contrastantes destinados a significar, de algún modo, los títulos de los cuadros.

El conjunto no pretende o no obedece a una narrativa, pues cada pieza es capaz de mantenerse por sí sola a través de características eminentemente plásticas. El trabajo con modelo sigue prevaleciendo y le ha posado un modelo masculino con muy larga trayectoria en La Esmeralda. También se ha valido de la fisonomía de su hermana, que se reitera en algunos cuadros sin que sean propiamente retratos.

La mayoría de los formatos son amplios, los elementos que se ven de primer embite son más austeros y menos detallados que los que se detectan en composiciones de otros momentos, dando la impresión de una soltura de gesto que en realidad está pensada e inteligentemente calculada para que parezca ser espontánea. Las veladuras, las superposiciones, los detalles borrados (tipo Blurred vision) intrigan al espectador, llevándolo más que nada (o esa es mi percepción) a buscar los fantasmas que han sido dejados allí y que corresponden a tiempos anteriores.

También el montaje de los cuadros (excepto los de pequeñas dimensiones) son en capas y en espacios o franjas divididos, obedeciendo casi a una labor de acuciosa carpintería. Los fondos están realizados como si se tratara de pinturas abstractas que buscaran, por ejemplo, calibrar la intensidad, el brillo o la opacidad de los negros, o de su contrario, los blancos, que salvo en contadas excepciones (y en esto parece seguir a Wittgenstein) es realmente blanco. Hay en los fondos accidentes admitidos; pareciera que o son muy afortunados o hubo en ellos algo de control, aunque el autor lo niega. Sin embargo una simple motita de color negro ''compensa" en forma por demás adecuada otras zonas de la composición.

Componer está entre las características principales de este pintor: compone compensando áreas y valiéndose de ingredientes que en algunos casos son de raigambre gráfica, pues el aspecto dibujístico, apretado, suelto o tonal, está siempre presente.

Ya no hay persecución de bellezas ideales, en cambio lo que sí hay son los resabios de la mueca, de la síntesis, de lo que correspondió a una fracción infinitesimal de movimiento fisionómico o de los lineamientos básicos del cuerpo. En este proceder hay una paradoja aceptada por el artista, como si buscara no sólo contradecirse, sino también provocar en el espectador sensaciones de ambigüedad. Como ocurría antes de la realización de este conjunto, hay retículas en aquellos cuadros que no están confeccionados por secciones; a mí me pareció que esas retículas son virtuales, pero él me dice que corresponden a secciones que una vez ensambladas, se unificaron por las capas de pintura.

A veces los fondos de colores vivos: por ejemplo de un amarillo cadmio que parece uniforme, pero que no lo es, emerge una fisonomía en amarillos, ocres y grises de diferentes tonos, desde el casi negro, hasta el cercano al blanco.

Para mostrar la imprevisibilidad del accidente, el pintor me refirió que echó por la ventana uno de sus cuadros, que es el que sirve en cierto modo de ''muestra" para ilustrar sus procederes. Con despojos o remanentes de pintura, estuvo condenado al abandono y a la lluvia en un patio abierto por meses, luego lo retomó atesorando esas huellas de intemperie. Como acto es ciertamente simbólico. Un libro-catálogo de pasta dura que se abre por las dos tapas, a modo de acordeón, da cuenta del conjunto. Quienes allí escribieron: Pedro Angel Palau (autor entre otros muchos ensayos y libros de una biografía novelada sobre Zapata) y Miriam Jerade Dana, hacen hincapié en la historia de los tiranicidas plasmados por Kritias, en la copia romana que se conserva en el Museo de Nápoles. El tercer autor, Edward Madrid Gómez, es quien se involucra de lleno en los trabajos de Cortázar. La edición es de Landucci Editores.

 
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