Usted está aquí: miércoles 1 de noviembre de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Otro parche panista a la reforma del DF

Plan con maña, reducir ministraciones a partidos

Ebrard comenzó blindaje ante posibles defecciones

Como parte de la reforma política del Distrito Federal, que Acción Nacional mira nada más como una serie de parches que jueguen a su favor, los legisladores azules pretenden pedir la reducción de las prerrogativas que reciben los partidos políticos desde el instituto electoral local.

Se trata, consideran los representantes de los otros partidos integrantes de la Asamblea Legislativa, de un plan con maña porque los dineros que recibe el Partido Acción Nacional en el Distrito Federal son tan pocos que no les interesan en demasía.

Pero la idea -como la de que los recursos que llegan a las delegaciones vía impuesto predial, por ejemplo, se queden en las demarcaciones- es parte de la estrategia de Acción Nacional para sangrar, por un lado, al Partido de la Revolución Democrática -que es el que más recursos públicos recibe en la actualidad-, y por otro, para impedir que el gobierno central pueda distribuir de manera racional entre todas las delegaciones, la masa financiera que llega a sus arcas vía, como ya dijimos, los impuestos.

Ninguna otra razón, por más que se la quiera vestir de medida democrática, tienen los azules para proponer tales cambios. Sus fracasos electorales, su muy poca aceptación entre los habitantes de la ciudad, pero sobre todo la fehaciente demostración de que sus gobiernos trabajan sólo para las elites, son los motivos por los cuales pretenden revertir ciertas formas de gobierno.

Pero nada sería mejor que las propuestas panistas empezaran por aplicarse a escala nacional, es decir, que los partidos, a partir de ya, reciban 50 por ciento de lo que hasta ahora les da el IFE; y nada mejor que los impuestos que pagan los contribuyentes de la ciudad se quedaran aquí, en la capital. Todo eso sería muy bueno, y hasta se podría creer que el asunto, de verdad, se encamina por el rumbo de lograr beneficios para los habitantes de la ciudad. Pero no es el caso.

Consciente de la situación, el jefe de Gobierno electo, Marcelo Ebrard, quien recién regresó de un viaje por China, convocó a las corrientes del PRD-DF afines al proyecto de Andrés Manuel López Obrador, a crear un proyecto de reforma política integral desde el cual se puedan construir bases para un gobierno con justicia social y sin beneficios partidistas.

Y sabe Ebrard que el camino por el que optó será el más difícil. Al contrario de otros gobernadores perredistas, seducidos por las candilejas de Los Pinos, el próximo gobernante del Distrito Federal no reconocerá, cuando menos eso es lo que se sabe hasta el momento, a Felipe Calderón como presidente de la República. Por lo que se prevé que la relación entre la ciudad y Los Pinos será verdaderamente difícil, aunque no muy lejana a la que sufrió López Obrador con Vicente Fox.

El camino será duro, inclusive dentro del PRD, porque los colaboracionistas están listos a obedecer a Calderón y a desconocer, si hace falta, al propio Ebrard, siempre que con ello consigan lo que su ambición les dicta.

Por eso, los panistas se atreven a lanzar ese tipo de supuestas reformas, porque tienen entendido que una parte, es cierto, mayoritaria de la Asamblea Legislativa, convendrá con ellos en esos ajustes que van en contra del que será jefe de Gobierno, y de su partido.

Así van las cosas, pero Marcelo Ebrard empezó ya a blindar su gobierno contra las traiciones, y junto con algunas fuerzas perredistas, y gente fuera del partido pero bien clara de lo que significan el PAN y sus contlapaches, tratará de impedir que la suma de deslealtades hundan su gestión.

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