Usted está aquí: martes 7 de noviembre de 2006 Política "Primero se escuchó una explosión y luego luego otra mucho más fuerte"

Vigilantes de la sede del PRI difieren en la hora del atentado que reporta la SSP-DF

"Primero se escuchó una explosión y luego luego otra mucho más fuerte"

JAIME AVILES

Ante la puerta del auditorio Plutarco Elías Calles de la sede nacional del PRI estallaron dos artefactos, uno menos potente que otro. "Primero se oyó una explosión y luego luego otra mucho más fuerte", asegura Valeriano Reyes, uno de los vigilantes del lugar, quien, al contrario de lo que reportó la policía, sostiene que el hecho se produjo "a las 23:55" (sic), no a las 0:22, como dio a conocer la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal.

Son las 2:40 de la mañana de ayer lunes y Valeriano, un muchacho de menos de 30 años, tiene el pelo cubierto de motitas de yeso blanco. De acuerdo con los primeros informes que en esos momentos emite la estación radiofónica Formato 21, en el edificio del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) también hubo dos explosiones, "una corta y una larga".

"Yo estaba con mi papá, recorriendo el otro lado (del conjunto de edificios del PRI, en Insurgentes Norte), cuando sentimos el trancazo. Pensamos que había chocado un coche, pero llegamos corriendo y todo esto estaba lleno de humo", dice Valeriano, de espaldas al pórtico de cristal y acero reducido a escombros por las detonaciones.

Adentro, en el vestíbulo del auditorio, dos agentes de la AFI (Agencia Federal de Investigación), de uniforme azul y guantes de látex blanco, se ponen en cuclillas en busca de indicios alumbrándose con linternitas y recogiendo fragmentos de vidrio, como si fueran actores de un programa policiaco de la televisión estadunidense.

A diferencia de lo que el radio cuenta desde el TEPJF, alrededor del PRI no hay automóviles con ventanas rotas. Pero la esquina donde se encuentra el salón de actos ocupa el centro de un espacio abierto a través del cual se deben de haber ido las ondas expansivas sin topar con obstáculo alguno.

"Ya vino el general", informa a la bocina de su teléfono celular un hombre como de 50 años que viste de civil con ropa dominguera fina. Un camarógrafo de Tv Azteca ilumina a un muchacho de gabardina negra que habla con un micrófono revestido del emblema de esa empresa. Un fotógrafo de una agencia internacional aprovecha la luz que brota de la lámpara de la televisora para captar imágenes de la escena.

Para colocar los artefactos, hechos, según la policía del DF, "con polvo de aluminio y gel", alguien tuvo que saltar una reja de barrotes de 15 centímetros de ancho y más de dos metros de alto, al entrar y al salir, lo que no representa ninguna misión imposible. Lo que llama la atención de los periodistas allí presentes, y que los uniformados se niegan a comentar, es lo que le pasó al busto del mismísimo Plutarco Elías Calles.

Estaba a la izquierda de la fachada, para quienes la ven desde afuera, y se erguía sobre una plataforma de cemento como de 200 kilos de peso. La fuerza de las explosiones la volteó y la hizo caer sobre su costado izquierdo sin desprenderse de su base y sin alterar un ápice sus duras facciones de bronce.

Tres metros arriba de ella, en lo alto de un muro que ostentaba su nombre en letras mayúsculas y doradas, la T de Plutarco quedó al revés, colgada del punto inferior de su trazo.

Las dos puertas metálicas fueron sacadas de sus marcos pero permanecen juntas, semidobladas hacia el frente, como dos grandes dientes incisivos, grises y muy chuecos. En el suelo, mojado aún por la lluvia que azotó la ciudad desde las seis de la tarde hasta poco antes de la hora de las explosiones, hay miles de migajas de vidrio y costras de yeso y polvo de ladrillo convertido en lodo y pedazos de metal.

La estructura que sostenía el acceso destruido evoca una portería de futbol, de acero ocre, como de 20 pasos de "poste" a "poste". El impacto la desnudó de todos sus recubrimentos, pero aguantó la dura prueba sin perder la silueta. No puede decirse lo mismo del entramado de aluminio que sostenía las lámparas y el plafón del techo: ahora luce como una hoja de papel mojado sobre la que alguien hubiese jugado timbiriche antes de arrojarla al agua.

En fin, meras evidencias de un acto "propagandístico" que tendrá repercusiones negativas cuando el gobierno federal, que ya atrajo el caso, inicie una nueva cacería de brujas contra los supuestos culpables, que a juzgar por el modus operandi serán escogidos entre la gente joven, capaz de brincar cercas de dos metros.

 
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