Usted está aquí: jueves 9 de noviembre de 2006 Cultura Un crudo reclamo abolló el optimista balance de Fox en educación y cultura

Con la interpelación de Julieta Egurrola, la realidad le volvió a estallar al mandatario

Un crudo reclamo abolló el optimista balance de Fox en educación y cultura

La actriz le tomó la palabra al titular del Ejecutivo federal y ejerció la libertad de expresión

''Si no le digo ahora lo de Atenco y Oaxaca, ¿cuándo lo vuelvo a ver?''

ARTURO GARCIA HERNANDEZ, ROSA ELVIRA VARGAS

Ampliar la imagen José Guadalupe Reyes Reyes recibe de manos del presidente Fox el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Artes Populares; a la derecha, Juan Ramón de la Fuente, rector de la UNAM, hace lo propio como galrdonado en el rubro de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales, ayer, durante la ceremonia efectuada en Los Pinos Foto: José Carlo González

Ampliar la imagen José Guadalupe Reyes Reyes recibe de manos del presidente Fox el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Artes Populares; a la derecha, Juan Ramón de la Fuente, rector de la UNAM, hace lo propio como galrdonado en el rubro de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales, ayer, durante la ceremonia efectuada en Los Pinos Foto: José Carlo González

La realidad le volvió a estallar en la cara a Vicente Fox. Con la actriz Julieta Egurrola como heraldo, hasta el salón Adolfo López Mateos de Los Pinos llegaron los reclamos por la violación de mujeres por parte de la policía en Atenco y por los 61 desaparecidos de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en esa entidad.

Finalizaba la ceremonia de entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes. Fox se disponía a retirarse orondo, sonriente, después de haber leído un discurso que incluía un optimista balance de su gestión en materia de educación y cultura.

''Democracia ­había dicho en su alocución­ implica necesariamente el más absoluto respeto a la libre expresión de las ideas y a la libre expresión artística". Aplausos.

Cuando Fox parecía haber pasado sin contratiempos su último encuentro como Presidente con la comunidad académica y cultural, Egurrola se puso de pie entre las sillas de los invitados y alzó la voz resquebrajando la tersura y solemnidad del acto.

En nombre de la libertad de expresión que acababa de ser invocada, interpeló al mandatario haciendo referencia a los abusos de los cuerpos policiacos en Atenco y en Oaxaca. Solicitó que se le permitiera el uso de la palabra y entregar a Fox en propia mano un paquete con los testimonios de las mujeres vejadas y una lista con los nombres de los 61 desaparecidos de la APPO, difundida por el pintor Francisco Toledo el viernes pasado en las páginas de La Jornada.

Invitada por Luis de Tavira

La actriz se encaminó hacia el estrado con una carpeta en la mano, pero varios integrantes del Estado Mayor Presidencial le bloquearon el paso. Tensión.

Sorprendido, contrariado, en lo que pareció un último y desesperado recurso para eludir el cuestionamiento, Fox le dijo a Egurrola que si los presentes estaban de acuerdo se le concedería la palabra. La respuesta fue inmediata y elocuente. Desde distintos puntos del salón se alzaron voces de apoyo: ''¡Que hable!", ''¡Déjenla que hable!", ''¡Sí, que hable!"

Fox no tuvo otra que interceder para que se le franqueara el paso a la actriz, quien llegó hasta el mandatario, le tendió el sobre y le informó en voz alta del contenido. Fox asentía con los labios apretados y la expresión endurecida. No dijo nada.

Cuando la actriz terminó de hablar, buena parte de los presentes comenzaron a aplaudir y varios se aproximaron para felicitarla o para mostrarle su apoyo.

Julieta Egurrola acudió a la ceremonia invitada por uno de los premiados, el director teatral Luis de Tavira, ex compañero sentimental con quien procreó un hijo. En años anteriores había acompañado a sus maestros Héctor Mendoza y Ludwik Margules: ''En esas ocasiones me tuve que tragar el acto sin decir nada; ahora que Luis me invitó, mi primera reacción fue decir: 'no, no tengo estómago para eso, no soporto'.

''Pero después pensé: la situación de Atenco y la de Oaxaca no están resueltas, no se puede ir así, impunemente, si no se lo digo ahora, ¿cuándo lo vuelvo a ver."

Estaba más que decidida: ''Cuando ya se estaban despidiendo dije: ahora o nunca".

Hasta ese momento, lo más destacable era que Fox había pronunciado mal los apellidos de dos de los galardonados. Al escritor Emmanuel Carballo le dijo ''Cabalo" y al segundo apellido del compositor Joaquín Gutiérrez Heras le puso un acento. Dijo: ''Herás". Pecata minuta. Nada que supere aquel inolvidable ''José Luis Borgues".

El mismo secretario de Educación Pública, Reyes Tamez, se sumó al juego de los equívocos. En ninguna de las tres ocasiones que la nombró durante su intervención en la ceremonia, pudo decir correctamente a la primera el nombre de doña Leocadia Cruz, galardonada en la categoría de Artes y Tradiciones Populares.

Dos rancheros cara a cara

Dos presencias llamaron fuertemente la atención: la de Lázaro Cárdenas Batel, gobernador de Michoacán, y la de Juan Ramón de la Fuente, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Trascendió que el hijo de Cuauhtémoc Cárdenas fue invitado por uno de los galardonados, lo que no se explica es por qué ocupó un lugar en el estrado, entre Fox y Sari Bermúdez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

En Los Pinos se consideró todo un acontecimiento la asistencia de De la Fuente, quien hacía un rato no ponía pie en la residencia presidencial. Quizá esta vez no tenía de otra: fue uno de los galardonados, en la categoría de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales.

Premiado en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, don Lupe Reyes, poeta y huapanguero de la sierra Gorda de Querétaro, recibió al último su galardón de manos de Fox. Singular imagen: dos rancheros cara a cara, espejo inverso. Uno de traje y corbata, dueño de una hacienda y grandes extensiones de tierra, que alardea de su falta de gusto por la lectura. El otro, de manos ásperas, dueño de un burro flaco, un jacal paupérrimo, algunas hectáreas de tierra y una contagiosa pasión por los libros y la poesía.

Don Lupe no se quitó el sombrero cuando estrechó la mano de Fox. Sí se lo tuvo que quitar a la entrada del salón, cuando cruzó el arco detector de metales. Se lo pidieron los integrantes del Estado Mayor y, previsores, lo revisaron acuciosamente. Más valía: que tal si llevaba una bomba. O algo más peligroso: un libro.

 
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