Usted está aquí: miércoles 15 de noviembre de 2006 Opinión Del Apocalipsis a Blade Runner

Javier Aranda Luna
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Del Apocalipsis a Blade Runner

De la influencia de la información nadie duda. Nadie, del poder de penetración de los medios electrónicos en nuestras vidas. La radio y la televisión han sido uno de los signos distintivos de la sociedad contemporánea por su inmediatez y cobertura. Sin embargo, no existen evidencias concretas para medir su grado de influencia y menos aún con el uso de nuevas tecnologías, como la red de Internet y la masificación del uso de teléfonos celulares.

Si la ecuación sobre la influencia de los medios fuera tan simple, el magnate de la radio y televisión en Italia, Silvio Berlusconi, se habría relegido y lo mismo habría ocurrido en España con José María Aznar. Este último no era dueño de los medios, pero como presidente del país ibérico se valió de todos los recursos a su alcance para manipular la información y, pese a ello, o mejor, me corrijo, por ello mismo, fracasó en su intento por relegirse. Su última carta mediática para favorecer su campaña electoral fue atribuir los atentados de la estación Atocha al grupo terrorista ETA. Los españoles no mordieron el anzuelo, se informaron a través de medios alternativos, de la Internet y de los mensajes telefónicos, y Aznar cayó.

No afirmo, por supuesto, que los nuevos medios electrónicos sean más influyentes que la radio y la televisión sino algo más sencillo: que la influencia de cualquier medio no puede alcanzar a todos los sectores sociales y cuando lo hace no lo es durante todo el tiempo.

Las nuevas tecnologías en materia de comunicaciones masivas nos han puesto una vez más a reflexionar sobre sus contenidos. No todo es cobertura ni convergencia tecnológica ni competencia. Todo eso importa, claro, pero el verdadero quid de los medios son los contenidos.

Con la digititalización de la televisión, por ejemplo, y sus múltiples aplicaciones interactivas, tendremos la posibilidad de acceder a un número inimaginable de contenidos. ¿Pero tendremos nuevos y diversos contenidos? ¿Actualmente los tenemos? No creo, sobre todo si pienso en esos productores ''juveniles" que reciclan ­y mal­ viejas fórmulas desgastadas de la televisión. Y también si pienso que en Estados Unidos sólo 10 por ciento de la población tiene televisores para aprovechar la tecnología digital. Según los especialistas, en 10 años 40 por ciento de los hogares en ese país tendrán acceso a esa tecnología. Pero en ese lapso la Internet nos ofrecerá, por su inmediatez, libertad y capacidad de interacción, nuevas sorpresas.

Como en materia de comunicaciones todos los contenidos llevan a la web, ningún proyecto, empresa, institución dedicada a transmitir información del tipo que sea debe trabajar al margen de ella. Quizá la característica más importante de la web sea la libre circulación de contenidos, y es por ello que representa el mejor acercamiento a los gustos y necesidades de las personas que acceden a ella. Por eso creo que cualquier sistema de comunicación masivo debe replantear sus proyectos de cara a la red.

Cuando empezó a popularizarse el uso de la Internet, los dueños de algunos medios impresos pensaron que se acercaba su fin. La lógica era sencilla: si todo estará en la web, la misma información y mucha más, disminuirá el consumo de diarios. Pero no ha sido así.

Las páginas de los diarios en Internet ofrecen el punto de vista editorial del medio, y así como aparecen noticias y reportajes sólo en algunos periódicos y no en otros, esa oferta se repite en sus páginas de Internet. La Jornada es buen ejemplo al respecto. Millones de internautas consultan sus páginas en todo el mundo, al grado que se ha convertido en el periódico de referencia de México. Sólo en Estados Unidos las consultas diarias de sus páginas superan las cien mil. Y el periódico, lo ve usted, no ha desaparecido.

Este último ejemplo vuelve a demostrarnos que, en materia de medios de comunicación, los contenidos son fundamentales. Contenidos, no ocurrencias. De no ser así, daría igual repetir un noticiario de hoy el día de mañana, o grabar ahora el del próximo viernes, o imprimir el diario que hoy usted lee, de nueva cuenta, dentro de una semana. Eso se sabe.

 
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