Usted está aquí: jueves 16 de noviembre de 2006 Opinión El trabajo sucio económico

Editorial

El trabajo sucio económico

Como ocurría en el tránsito de una a otra Presidencia priísta, el gobierno saliente ha optado por realizar el trabajo sucio y ahorrarle al entrante el costo político que implica cualquier aumento en las tarifas públicas. Tal es el sentido real de los incrementos de 3.27 por ciento al precio del diesel y 4 por ciento al de la gasolina Premium, en vigor a partir de hoy, por más que se pretenda disfrazar la medida con argumentos ambientalistas sobre la necesidad de producir combustibles con menor contenido de azufre, cuando la propia Secretaría de Energía reconoció, el mes antepasado, que una buena parte de los combustibles que se consumen en el país son importados. Los incrementos referidos se suman al del precio de la leche Liconsa, anunciado antier, en una escalada de efectos inflacionarios operada en la última quincena del gobierno saliente, en un contexto de decisiones ­y responsabilidades­ compartidas entre los equipos de Vicente Fox y de Felipe Calderón.

Con esta tradicional marrullería finisexenal que traslada a los bolsillos de la sociedad el costo de los desaciertos económicos oficiales, poca o ninguna diferencia queda entre el gobierno "del cambio" y sus predecesores del PRI, salvo la inocultable torpeza en la operación política mostrada por el primero. Así terminan las promesas de transparencia, democracia, seguridad y combate a la delincuencia, respeto al Poder Legislativo, derechos humanos, desarrollo económico, generación de empleos y tantas otras.

Los incrementos referidos no sólo denotan el recurso a prácticas políticas deplorables que se suponía enterradas, sino también una grosera transgresión a uno de los principios rectores del neoliberalismo continuado y agudizado por el gobierno que está por concluir: la contención inflacionaria a cualquier precio, incluso el del estancamiento económico en el que, de hecho, ha sido sumido el país. Peor aún: estos barruntos de plan de choque pueden ser indicio de que la solidez y estabilidad económicas no son tales y que la administración saliente trata de llenar a última hora huecos en las finanzas públicas. Si los resultados alegres presentados por el foxismo en casi todos los ámbitos de la vida nacional se han revelado como engaños y simulaciones, habría motivos para temer que los indicadores macroeconómicos ­estables o estancados­ que presume la administración federal fueran, también, mera escenografía.

Sin dejar de lado esta preocupante posibilidad, los incrementos mencionados constituyen, en lo inmediato, un factor de desestabilización de la economía, por cuanto es previsible que se traduzcan en aumentos en cascada en los precios del transporte de personas y de mercancías y, también, en consecuencia, en la generalidad de los productos y servicios. Son, por ello, un severo golpe a la economía de los mexicanos más desfavorecidos. Representan una digna despedida del foxismo y cuanto ha representado.

 
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