Usted está aquí: domingo 26 de noviembre de 2006 Opinión El señor K y Uruguay

Guillermo Almeyra

El señor K y Uruguay

El gobierno de Néstor Kirchner está realizando un viraje a la derecha. Resucitó la aberrante acusación menemista contra Irán por el atentado terrorista en la AMIA en Buenos Aires, la cual fue dictada por la CIA, el Departamento de Estado e Israel, y apoyada por la derecha de la comunidad argentina; pidió a Hugo Chávez que se lleve al embajador venezolano, "culpable" de ofrecer ayuda médica y social en los sectores más pobres; cedió a la exigencia del lobby judío de Nueva York y de las autoridades de la comunidad judía porteña (ahora antikirchneristas, después de haber sido pro oficialistas) de tomar distancia de Caracas y, por motivos puramente internos, levanta la bandera en alto y exalta el patrioterismo nada menos que contra Uruguay. Ahora bien, este país vecino, con el que Argentina tuvo siempre relaciones privilegiadas, resulta fundamental para requilibrar el peso de Brasil en el Mercosur y la atracción de Estados Unidos sobre Paraguay y Uruguay. O sea, para hacer viable la política internacional de la diplomacia argentina y, en el futuro, la alianza bolivariana (Alba) y el acuerdo político-económico con Venezuela.

El enfrentamiento por la construcción de una fábrica de pasta de papel de la empresa finlandesa Botnia, con el acuerdo del gobierno de Montevideo y del Banco Mundial, ya llegó demasiado lejos. Argentina perdió en el Tribunal de La Haya, está perdiendo en el Mercosur, perdió en el intento de demorar en el Banco Mundial el financiamiento a Botnia, y su arma principal está en otras manos ­los cortes fronterizos que impiden el paso de mercancías y turistas hacia Uruguay­, pues son los vecinos ambientalistas de Gualeguaychú los que están haciendo los bloqueos, sin presentar alternativas.

Hace 20 años que en Uruguay se plantan masivamente pinos para la industria maderera y esa plantación es masiva desde hace 10. ¿No había tiempo para preocuparse por el ambiente y para negociar con Uruguay ­cuya población es menor a la de la ciudad de Buenos Aires­ una alternativa productiva y social, cofinanciada por Argentina y Brasil? El gobierno del señor K subsidia con 50 dólares por mes y bolsas de comida a más de 2 millones de habitantes. ¿Es imposible que garantice un trabajo a las apenas 20 mil personas que dependerán de la pastera de Botnia junto al río Uruguay?

Esta fábrica ya contamina, antes de empezar a trabajar, al cambiar el ambiente y el panorama, al tomar enormes y crecientes cantidades de agua del río Uruguay y, por lo tanto, la protesta de los ribereños argentinos de dicho río es correcta Sin embargo, se unen a ellos intereses no muy claros, como los de quienes ven arruinarse su negocio del microturismo balneario en Gualeguaychú (o, peor aún, los del gobernador de Entre Ríos, que negoció hace años con Botnia la instalación de la pastera, pero en su provincia). ¿El ambientalismo del señor K no sería más creíble si, además de oponerse justamente a la violación por Montevideo del tratado sobre el río Uruguay, analizase qué pasa con las papeleras argentinas junto al río Paraná, del otro lado de la Mesopotamia? ¿Buenos Aires no podría decirle a Tabaré Vázquez "subsidiamos a los uruguayos que están trabajando para construir la Botnia mientras se haga un estudio factible sobre una inversión de mil 500 millones de dólares ­como la que ofrecen los finlandeses­ en el interior de Uruguay y en una empresa respetuosa del ambiente y productiva"? ¿No podría cofinanciar esos mil 500 millones de dólares con Brasil, para mantener el Mercosur? Eso le ganaría el apoyo de los ambientalistas y los sindicalistas uruguayos que se oponen a Botnia y de la izquierda del Frente Amplio que se opone al corolario de la inversión finlandesa, que es un tratado de libre comercio de Uruguay con Estados Unidos, a costa del Mercosur, como plantea el ministro "socialista" uruguayo Danilo Astori. Ceder frente a Estados Unidos en un problema clave, como el de Irán, y distanciarse de Venezuela pero tratar de cubrir ese retroceso con encendidas palabras patrioteras frente a Montevideo, además de inmoral es ridículo. Como es ridículo el llamado del gobernador de Entre Ríos a no broncearse en Uruguay, en Punta del Este, sino en playas argentinas, y son inoportunamente ridículas las acusaciones a países que Argentina necesita y que en el Banco Mundial votaron contra Buenos Aires, diciendo que Brasil está destruyendo el Amazonas y China Africa y, además, viola allí los derechos humanos, en vez de buscar una solución política a las diferencias con Montevideo.

Ahora, ¿qué puede esperar el señor K? ¿Organizar una serie de cinco partidos de futbol entre las selecciones nacionales, esperando que una contundente derrota uruguaya lleve a la caída del gobierno de Tabaré? ¿Pero si, con lo mal que anda la selección argentina, perdiese alguno de los encuentros? ¿O extremar su acercamiento a Washington y declarar que hace suyas las posiciones de Bush y considera que la pastera en Frey Bentos amenaza la seguridad argentina para bombardear el cerro de Montevideo o invadir el vecino país con los bomberos, para no dar la impresión de una agresión al más débil? ¿Hacer lo que hace Bush en Irak, provocando una guerra civil en Uruguay entre los hinchas de Nacional y los de Peñarol? Pero, ¿y si esos dos sectores también se uniesen contra los prepotentes? Anatole France escribió La Isla de los Pingüinos para burlarse de la pomposidad oficial y la mediocridad en su país. El equipo de pingüinos que rodea al señor K, ¿conocerá ese libro?

 
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