Usted está aquí: lunes 27 de noviembre de 2006 Deportes Grata confirmación de Omar Villaseñor, no obstante haber dejado un toro vivo

Todos con la cara en alto: los bureles por mansos y los matadores por dispuestos

Grata confirmación de Omar Villaseñor, no obstante haber dejado un toro vivo

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Morante de la Puebla, lo mejor de la cuarta corrida en la México Foto: Jesús Villaseca

Lo que mal empieza mal acaba. Cuando concluía su mitotera campaña electoral El hoyhoyhoy, luego padecido como el presidente Vicente Fox, se me ocurrió enviarle un breve cuestionario sobre el tema taurino, habida cuenta de su afición por la fiesta de los toros.

Ingenuamente me dijeron que el señor candidato no podía abordar ese tema pues había tenido un acuerdo con el Partido Verde Ecologista de México de no tocar ni con el pétalo de un adjetivo tan sanguinaria tradición. En correspondencia, a lo largo de su lamentable sexenio nadie trató con más desprecio a Fox que el presidente ¡de los verdes ecologistas!

Pero antitaurinismo no mata autorregulación, una de las banderas que más ondeó el foxato, en alegre continuismo del zedillato y el salinato, por lo que la tradición taurina de México siguió dando bandazos entre nuevos ricos metidos a promotores y autoridades desentendidas de las torpezas de aquéllos y sus sistemáticas violaciones al reglamento.

La más reciente, el día de ayer, en el cuarto festejo de la temporada ¿grande? en la Plaza México, donde la empresa anunció una corrida de la ganadería de San Martín, que por obra y gracia de la autorregulación alcahueteada por la autoridad cambió de nombre por La Gloria, habida cuenta de que dos toros de San Martín habían sido rechazados por el nuevo juez Roberto Andrade.

Indignados, los ganaderos de San Martín no quisieron sustituir sus toros sin trapío y prefirieron que la corrida fuera parchada con dos reses de Javier Garfias. Pero como los diestros españoles Morante de la Puebla y Manzanares no aceptaron torear ese hierro, el nuevo juez autorizó que San Martín se convirtiera en La Gloria y así los repudiados garfieños pudieran ser lidiados en primer y último lugares, ya que La Gloria es un hierro más reciente que Garfias. Taurinismo foxista, pues.

En otro cartel de cuatro toreros y ocho toros ­¿pero qué necesidad?, como diría Juanga­ la México registró una entrada de novilladas, con menos de un cuarto de plaza, no obstante que repetía el triunfador del domingo anterior, José María Manzanares, se presentaban el fino diestro sevillano José Antonio Morante y el capitalino José Mauricio, y confirmaba su alternativa el moreliano Omar Villaseñor.

Se lidiaron seis toros disparejos de presentación y de tipo de San Martín o de La Gloria, la que a usted se le antoje, descastados y débiles, y dos de Garfias, bien presentados, que aunque apenas fueron al caballo permitieron ver el rodaje y la evolución de los noveles Villaseñor y José Mauricio.

A los escasos y alelados asistentes ni siquiera se le ocurrió sacar al tercio al espigado joven Villaseñor (23 años y uno de alternativa) luego de su torerísima faena a Tlatoani (483 kilos), al que tras el puyazo le dibujó cinco gaoneras como un poste, jugando muy bien los brazos, para luego estructurar una faena de altos vuelos estéticos y técnicos por ambos lados, siempre vertical, quieto y ajustado en las series y en las manoletinas. Dejó una estocada casi entera algo tendida y como los peones con su acoso impidieron que el toro doblara con prontitud, le sonaron un aviso. Con su segundo, el más hecho de la tarde, Villaseñor volvió a arrimarse en serio, no a encimarse, en meritorios muletazos a otro deslucido. El debutante juez Andrade, más puntilloso que a la hora del sorteo, le tocó los tres avisos, pero de que en Omar Villaseñor hay una figura en cierne ni quien lo dude. Falta que los taurinos lo dejen.

Morante de la Puebla estuvo inspirado con su segundo, deslucido y pasador, al que toreó muy bien por verónicas y mandiles para luego ligar muletazos de pellizco con ambas manos. Mató muy mal, oyó un aviso y dio vuelta al ruedo.

Manzanares, en cambio, no tiene toro aborrecido, y derrochó disposición y sitio en su lote. Cuando se disponía a dar la vuelta luego de la gran faena a su primero, los pitos de cuatro matraqueros lo disuadieron. Y con su segundo reiteró que él, a diferencia de tantos paisanos, no viene en plan de conquistador sino de conquistar el corazón de los aficionados mexicanos.

José Mauricio volvió a la México habiendo toreado cuatro corridas en un año. Es posible, pero no tiene caso. Los toreros se hacen toreando, no a las atinadas.

 
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