Usted está aquí: lunes 27 de noviembre de 2006 Deportes Engañaron al nuevo juez de Plaza México

Engañaron al nuevo juez de Plaza México

LUMBRERA CHICO

De buenas a primeras, el Gobierno del Distrito Federal dio a conocer el nombramiento de un nuevo juez para la Monumental Plaza México y éste resultó ser un desconocido de nombre Roberto Andrade, quien irrumpió en escena como sustituto del deplorable Jorge Ramos Ramitos, pero su debut no fue del todo feliz. En su primera tarea como representante de los aficionados capitalinos, por cuyos derechos tiene la obligación de velar, el joven Andrade se presentó en las corraletas del embudo de Insurgentes para reseñar y, en el mejor de los casos, aprobar los toros que la empresa compró como materia prima de la temporada "un poco menos chica" 2006-2007.

Y entre los papeles que le entregaron al flamante "su señoría" uno indicaba que las reses procedían de la afamada ganadería de San Martín, propiedad de la legendaria pareja que hace décadas forman José Chafick y Marcelino Miaja. Sin poner en duda la que parecía una verdad del tamaño de una catedral, Andrade aprobó los seis ejemplares de estos señores más otros dos de Garfias, y suspiró satisfecho después de superar su primera gran prueba (eso, al menos, creía él). Sin embargo ayer en la mañana, horas antes del sorteo que iba a determinar el orden en que saldrían los toros, los apoderados de Morante de la Puebla, José María Manzanares, Omar Villaseñor y José Mauricio observaron que los rumiantes ostentaban en la grupa la marca de un hierro que no era el de San Martín sino, según los catálogos vigentes, el de la ganadería de La Gloria, que es una fracción de San Martín pero no es lo mismo. Y así se lo hicieron ver al nuevo juez.

Hubo incluso quien alegó que los aficionados había comprado boletos para ver un encierro de San Martín, que goza de gran cartel y prestigio, y en cambio iban a encontrarse con cuadrúpedos de calidad inferior. Y el novato Andrade, que estaba tan contento consigo mismo, enrojeció de vergüenza desde el pelo hasta el cuello y mandó fijar avisos por toda la plaza para informar que "los toros que se anunciaron como de San Martín son de La Gloria".

Quienes nada sabían al respecto se encogieron de hombros y se fueron a comer pero, una vez que se inició el festejo, el desengaño fue mayúsculo porque de los seis ejemplares de La Gloria que saltaron al ruedo cuatro eran bizcos, uno tenía una cornamenta indigna de una plaza de la categoría que los demagogos aún le atribuyen a la México y ninguno aparentaba ni de lejos la edad que oficialmente anunciaba las pizarras de la puerta de toriles: eran novillos adelantados que de ninguna manera contaban con los cuatro y medio, cinco y hasta seis años y medio de vida que presumían sus mentirosos criadores. ¡Por favor!

El resultado fue pésimo. El público hizo una entrada indigna del tamaño de las figuras que integraban el cartel y los novillos débiles, sosos y rajados, con excepción del primero de Garfias, opacaron a los diestros, de lo cual se desprende que el debut del nuevo juez, que luego estuvo riguroso a la hora de usar el reloj y tocar los avisos, fue lo más parecido a un fiasco.

 
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