Usted está aquí: martes 28 de noviembre de 2006 Economía En la cárcel de los monopolios

MEXICO: 2000-2006

En la cárcel de los monopolios

La competencia no es una fortaleza de México, según la OCDE

Ampliar la imagen El titular del Consejo Coordinador Empresarial, José Luis Barraza González; el empresario Carlos Slim Helú y el presidente de la Confederación de Cámaras Industriales de México (Concamin), León Halkin Bider, durante la clausura de la quinta reunión anual de la Concamin, efectuada en noviembre de 2005 Foto: Francisco Olvera

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Economist Intelligence Unit /The Economist

El hombre más poderoso en México no es Felipe Calderón, ni López Obrador. Es Carlos Slim, el tercer hombre más rico del mundo, quien según la revista Forbes vale 30 mil mdd (equivalente a 3.7% del PIB del país). Sus tentáculos se extienden a través de grandes franjas de la economía. A la cabeza está Telmex, la empresa de telecomunicaciones privatizada por Carlos Salinas en 1990, de la cual la familia de Slim posee 48% de capital y 71% de acciones. El dinero de Telmex ha financiado una incesante diversificación. América Móvil es la operadora de telefonía celular más grande de América Latina. La familia posee también una cadena de empresas industriales y comerciales que abarcan las operaciones mexicanas de Sears. Slim es el arrendatario más grande de los centros comerciales del país. Su posesión más reciente es Ideal, empresa de infraestructura que opera sobre todo en la industria petrolera. Es también el segundo accionista más grande de Televisa. Lo que lo distingue de Bill Gates y de Warren Buffet, los dos únicos hombres más ricos que él, es la parquedad de su filantropía.

No hay duda de la astucia empresarial de Slim. Sus apologistas lo describen como un campeón nacional y baluarte contra el control extranjero (probablemente estadunidense) de la economía. Pero no ha sido sin la ayuda del gobierno.

De la misma manera que con los bancos, Salinas efectuó una mala privatización de Telmex: concedió a los nuevos dueños un monopolio absoluto durante seis años. Luego de ese periodo, el mercado se abrió. Varios competidores han invertido miles de millones de dólares en redes rivales. Entonces, ¿por qué Telmex tiene aún 94 % de líneas fijas, 78% de servicios celulares y 70% del mercado de banda ancha de Internet? La pregunta resulta aún más pertinente porque los gastos de telecomunicaciones en México, aunque disminuyen, permanecen por arriba del promedio internacional (ver gráfica). Asimismo, México tiene menos teléfonos por persona que cualquier otro país de la OCDE o Brasil, que llevó a cabo una privatización ocho años después, pero fomentó la competencia.

La respuesta es que Telmex todavía ejerce un importante poder monopólico. Sus competidores cuentan una historia kafkiana sobre el control regulatorio. Pedro Cerisola, secretario de Comunicaciones y Transportes, era un gerente con mucha antigüedad en Telmex, y uno de sus colaboradores es un ex gerente de Televisa. Incumpliendo con sus obligaciones legales, la secretaría ha demorado en aprobar licencias para posibles competidores y ha revelado los planes de negocios de éstos a Telmex. La empresa ha recurrido repetidamente a los tribunales para bloquear o retrasar la normatividad regulatoria, argumentando que reduce sus precios. En otro país, Telmex habría sido fragmentado hace años.

Telmex es sólo uno de los ejemplos más notorios del amplio dominio de los oligopolios en México. Un ciudadano común y corriente que pretenda importar y distribuir cerveza, cemento, productos textiles o pan, pronto encontrará que no es tan fácil hacerlo. En medio de la campaña electoral, el Congreso aprobó una ley que otorga gratuitamente el espectro inalámbrico a Televisa y a su único rival, TV Azteca. Sólo en la industria de líneas aéreas ha habido un tímido progreso: Mexicana y Aeroméxico han sido escindidas, y dos pequeñas empresas de bajo costo han iniciado operaciones.

"México carece de una cultura de competencia", dice la OCDE. La Comisión Federal de Competencia es bastante inoperante, aunque se supone que una nueva ley le dará más poder. Algunos analistas predicen que la innovación tecnológica socavará el monopolio de Telmex. Pero la empresa procura incursionar en nuevos negocios, como la televisión por cable.

De común acuerdo, cualquier incremento de la competencia depende de la buena voluntad presidencial de usar los instrumentos legales disponibles. Ortiz ha denunciado los costos que Telmex impone a México. Gil dice que presionó a Fox en vano para que abriera el mercado de telecomunicaciones. Calderón puede permitirse ser más valiente.

Pero los monopolios privados palidecen en comparación con el monopolio estatal de energía. El collar de fuerza que Pemex ejerce sobre la industria petrolera, desde la perforación exploratoria hasta la refinación y suministro a gasolineras, se remonta a 1938, cuando Lázaro Cárdenas expropió las compañías petroleras británicas y estadunidenses, afirmando: "El petróleo es nuestro". Pero más que trabajar para los mexicanos, Pemex trabaja para la hacienda pública. Sus ingresos del año pasado, antes de deducir impuestos, fueron de alrededor de 50 mil mdd, pero sólo invirtió 13 mil mdd. Como resultado, la producción petrolera está cayendo y disminuirá rápidamente a no ser que se hagan nuevos descubrimientos. Pemex repone sólo una quinta parte de las reservas que agota, y México importa ahora 30% de la gasolina y 23% del gas natural que consume.

El gobierno de Zedillo hizo una primera tentativa por flexibilizar el monopolio de Pemex al permitir que otras empresas importaran gas natural, lo que requirió un cambio constitucional. Pero en la práctica Pemex es todavía un importador exclusivo. Luis Téllez, quien como secretario de Energía introdujo esa reforma, dice que la necesidad de cambio es mucho más aceptada ahora y recomienda una reforma gradual, que comience con la inversión privada en refinación. Después, Pemex operaría con líneas más comerciales, y luego permitiría la inversión privada en exploración. Pero lo primero que se necesita es otorgar mayor autonomía financiera a Pemex.

Dos monopolios gubernamentales dominan la industria eléctrica, la Comisión Federal de Electricidad y, en la ciudad de México, Luz y Fuerza del Centro. Zedillo modificó la Constitución para permitir la inversión privada en la generación de electricidad; Fox garantizó mayor inversión a través de sociedades públicas con participación privada. Pero la electricidad es cara, a pesar de subsidios que equivalen a casi 1% del PIB (los cuales benefician más a ricos que a pobres).

El PAN solía desconfiar de las organizaciones controladas por el PRI. Pero el gobierno de Fox apaciguó a los sindicatos más poderosos, como al de los maestros, empleados del IMSS, trabajadores de Pemex y electricistas. Algunos economistas abogan por enmiendas constitucionales para reformar los sindicatos y el mercado laboral. En la práctica, en muchas industrias la mano de obra es ya bastante flexible. Una mejor manera de transformar esas poderosas organizaciones sindicales sería poner coto al poder de los monopolios que las sostienen.

En vista de las limitaciones económicas, y de la deplorable calidad del sistema judicial, no es sorprendente que la competitividad internacional de México no sea muy buena. Los trabajadores mexicanos sólo alcanzan una tercera parte de la productividad de los estadunidenses. La inversión extranjera directa, aparte de un par de adquisiciones de grandes bancos, ha caído de 3.5% del PIB en 1994 a menos de 2% una década después.

En realidad, México tiene un puñado de empresas de categoría mundial. Cemex ha crecido para convertirse en la tercera empresa de cemento más grande del mundo, con fábricas en 50 países, gracias a una dirección profesional, un sistema de producción sumamente eficiente y una serie de adquisiciones. La cerveza mexicana es ahora una gran industria de exportación: Corona y Sol son dos de las pocas marcas internacionales del país. Grupo Maseca, fabricante de tortilla, abrió una fábrica en China y planea abrir otras. Pero la mayor parte de las empresas mexicanas parecen carecer de ambición. Entre enero de 2004 y junio de 2006 hubo apenas 19 ofertas de acciones mexicanas, con un valor total de 5 mil 700 mdd. Fraser, de UBS, advierte que las cifras correspondientes a Brasil son más de tres veces superiores.

FUENTE: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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