Usted está aquí: martes 28 de noviembre de 2006 Opinión Tiempo, de Miguel Angel Alamilla

Teresa del Conde

Tiempo, de Miguel Angel Alamilla

Unas 30 obras creadas en diversas técnicas, todas sobre papel, integran esta muestra vigente en la galería Juan Martín (Dickens 33, Polanco). Más que otra cosa, ilustran sobre las posibilidades del lenguaje que llamamos ''abstracto" y sobre lo que es el tiempo, no propiamente un tiempo simbolizado, sino invertido en la soledad del estudio en la hechura de estos trabajos producidos entre el año pasado y el actual, sometidos a selección tanto de la dirección de la galería como del propio artista.

Algunas son pinturas en las que el color determina, por ejemplo, los colores que ha elegido para tipificar el cambio de estaciones. Como en México esto no es muy perceptible, a diferencia de lo que sucede, pongamos por caso en los cuadros de Brueghel el Viejo, sólo los colores o la lluvia aparecen connotados sin que exista aquí algo más que el movimiento o la dirección de las formas que habitan el espacio del papel.

El primer espectador de lo que es el nutrido grueso de su producción reciente sobre papel, obvio, es el propio artista y aunque no lo sé a ciencia cierta el tema del tiempo en sus diversas denominaciones, es posterior a la ejecución de las obras, lo que implica un amarre literario capaz de proponer pistas sobre algo que no está ''representado", sino presentado, por más que en algunas piezas, como Niebla, el efecto nebuloso está allí perfectamente notorio, lo mismo que sucede con aquellos cuadros que tienen que ver con lo móvil, como sucede con A tiempo y A destiempo, alusivos igualmente a la música.

Entre las obras expuestas, llaman sobre todo la atención (o en ese caso me encuentro) las efectuadas sólo bajo dos tonos: negro y blanco con los variadísimos efectos de grises que dan cuenta de la capacidad dibujística del autor, pues no en vano fue profesor de dibujo en La Esmeralda y lo es ocasionalmente hoy día en varios ámbitos. Es a este oficio de un dibujante que no introduce figuras detectables, en el que me interesa hacer énfasis, porque se trata de dibujos conclusivos, no de bocetos o trabajos preparatorios que van a dar origen a obras pictóricas posteriores de mayor formato.

En el escrito de presentación que le dedicó Santiago Espinosa de los Monteros, publicado en un breve catálogo cuya impresión a cargo de los talleres Estampa Artes Gráficas está cerca de lo inmejorable, el crítico alude a una ''carta cromática" y el término me parece preciso si lo tomamos no a la manera de un pantón, sino aplicado predominantemente a las mencionadas piezas en duotonos, porque en ellas se perciben infinidad de matices acordes con la voluntad del artista de someterse al rigor de la tinta, concentrada o diluida, de los trazos a lápiz, apenas perceptibles y de ese hacer respirar el papel que puede darse sólo en el dibujo o en el grabado, igual que el trazo protagoniza las esculturas delineadas en un vacío, cosa ésta que le ha sido propia en varias ocasiones.

Ha dicho en algún momento que el más preciado de sus defectos o virtudes es la inseguridad, pero que ha aprendido a convivir en buen plan con ella, porque no pretende buscar ni anhelar nada. No anhelará honores o elogios (aunque los tenga), pero creo que sí está muy seguro de lo que hace, de lo que obtiene artísticamente con su trabajo, y también de lo que arriesga si se conmina, como lo ejemplifica esta muestra, a trabajar con los menores recursos posibles sin que por ello sus obras ­ni aun las bitonales­ parezcan ascéticas.

Ni siquiera sus cuadros sobre ''las horas" (se antoja que escuchaba música de Philip Glass cuando los realizó) están privados de connotaciones expresivas; el titulado Móvil da la impresión de una escala o de una rueda de la fortuna y, por ejemplo, en otra pieza un instante puede ser más geométrico que otro, sin que en momento alguno haya alusiones a la geometría euclidiana.

Hay trazos realizados con tiralíneas, que juegan o contrastan con las saturaciones de tinta o, por el contrario, con las diferentes dosis de aguadas que a veces apenas velan la superficie del papel. En este tipo de trabajos revela un conocimiento y a la vez un homenaje a los quehaceres propios del claroscuro en todas las épocas y también a los medios tonos musicales. Tiene un buen piano vertical en su estudio y, aunque sabe tocarlo, casi nadie lo ha escuchado, pero el color del teclado y sobre todo su sonido pareciera influir en las piezas a las que aludo.

Alamilla participa también en la exposición Metamorfosis que considerablemente ampliada respecto de sus versiones iniciales, se exhibe en el Centro Cultural de España, (calle Guatemala 18), bajo el proyecto orquestado por Manuel Marín.

 
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