Usted está aquí: viernes 1 de diciembre de 2006 Política La otra campaña concluye recorrido por el México de los reprimidos, el de abajo

La siguiente etapa del movimiento será definir un programa nacional de lucha

La otra campaña concluye recorrido por el México de los reprimidos, el de abajo

Todos los participantes coincidieron en que es fundamental unir sus voces y reclamos

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Xilitla, SLP. 30 de noviembre. La otra campaña salió en el amanecer de 2006 al encuentro de mexicanos muy particulares. O quizás no tanto: "Vamos a buscar, y a encontrar, a alguien que quiera a estos suelos y a estos cielos siquiera tanto como nosotros", decía desde mediados del año anterior la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. "Vamos a buscar, desde La Realidad hasta Tijuana, a quien quiera organizarse, luchar, construir acaso la última esperanza de que esta nación, que lleva andando al menos desde el tiempo en que un águila se posó sobre un nopal para devorar una serpiente, no muera". En el último acto del recorrido, en este municipio nahua de la Huasteca potosina, el delegado Zero, enviado de la Comisión Sexta del EZLN, pudo decir: "Los encontramos".

Aún está por verse cuántos, y exactamente cómo, pero el largo viaje de miles de kilómetros efectuado por el delegado Zero y la karavana de medios alternativos que lo acompañó del sureste al noreste de la República, demuestra que estos "alguien" se encuentran en los 32 estados (e inclusive en dos más que los mapas niegan y parten, pero la geografía real y cultural pareciera reclamar: la Comarca Lagunera y la Huasteca).

"Pienso que quieren exterminarnos como a las cucarachas, con esta hambre, con estos salarios, con esta marginación, con este control natal", dijo José Barrón, campesino nahua y huasteco, en el acto final de esta primera etapa, anticlimático en cuanto no fue especial. No más que las centenas de actos formales e informales, públicos y privados, en plazas de ciudades y pueblos, en comunidades indígenas, orillas de carretera, playas, embarcaderos, universidades, sindicatos, colonias miserables o cuando menos populares, gasolineras impugadas por los vecinos, sitios sagrados de los pueblos originarios, basureros, cárceles, líneas fronterizas, ríos desfallecientes, pozos usurpados, minas que matan lento o rápido.

El México de abajo. El frecuentemente invisible. El país negado, fragmentado pero mayoritario. El de los reprimidos. El que los partidos políticos han usado como productores desechables de votos. El que los programas del gobierno manipulan y desmembran. El que las policías federales, estatales y municipales persiguen, humillan y violan. El que no sale en los anuncios de televisión, que oculta la escenografía suburbana de centros comerciales eternamente idénticos. El "otro" México.

Ninguneada por los medios de comunicación, o si no vituperada, difamada, deformada, la otra campaña cumplió su cometido. En tiempos electorales y poselectorales, de calor y frío, polvaredas y aguaceros, halló gente de todo tipo, de a poquitos y de a muchos, desesperada o decidida, rebelde, resistente, organizada o en vías de organizarse, indignada y festiva. Que ahora se apresta a definir un programa nacional de lucha.

Compuesta también por delegados del Congreso Nacional Indígena, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y de las organizaciones de la Conferencia de Organizaciones Políticas Anticapitalistas de Izquierda) la karavana pudo decir con el narrador de Los pasos de López, de Jorge Ibargüengoitia, que trata de los primeros pasos de la Independencia: "Los españoles no nos recibían en sus casas, pero en cambio, no nos dábamos abasto para responder a las invitaciones que nos hacían los mexicanos. Si hubiéramos comido la mitad de los moles que nos ofrecieron, hubiéramos muerto". La Comisión Sexta pernoctó en casas, ranchos, escuelas, conventos, bodegas, patios, casas particulares. Y en cada lugar fue alimentada con tamales, moles, barbacoas, o al menos tortillas, tostadas y frijoles.

En Xilitla, un alto rincón huasteco, la Comisión Sexta escuchó a los ejidatarios de El Sabino sentirse los últimos entre los últimos, los pobres de un municipio en extrema pobreza: "Los indígenas pasamos por un momento de gran marginación. El Sabino carece de certificación ejidal y comunitaria. A los maestros los mandan como castigados, trabajan dos o tres horas y se van", expresó Fidel Hernández. Un lugar donde los robos y asesinatos son constantes e impunes. Su fama es que ahí "matan gratis". Como dijo Jovita, "los malechores más tardan en ir a la cárcel que en salir libres y regresar más enojados con la gente".

En una carta que leyó Marcos al concluir la reunión, los de El Sabino cuentan que se conformaron como ejido en 1920. Desde entonces llevan todo en contra. Y con el Procede "estamos peor que nunca". Al perder su lengua nahuatl, debido a las políticas de "educación" y segregación del Estado, los censos gubernamentales los desaparecieron como indígenas. Oficialmente quedan 15 por ciento, aunque en realidad son indios el cien por ciento. "Nos cerraron el paso".

Un hombre de Puerto Encinal lamentó la migración de hijos e hijas. "Hemos tirado lágrimas por ellos. Estamos pensando que a dónde se fueron los tratan mal, como esclavos, les pagan mal. Y cuando regresan ya no nos aceptan. Ni nuestra música". Y no es cualquier música: el maravilloso son huasteco, del cual el trío Alma Potosina interpretó e improvisó algunas coplas para el subcomandante Marcos. Los jóvenes van a Monterrey, la frontera o Estados Unidos a que les paguen mal y los traten peor.

Pero también hay el ánimo de un cambio. Otro campesino nahua confía: "Nos vamos a unir. Hagamos una cadena. Esta reunión ya es un signo, una muestra de que llegará una fecha en que sí lograremos lo que tanto hemos deseado".

 
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