Usted está aquí: domingo 3 de diciembre de 2006 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

Renovación sin voluntad

OTRO CARTEL CUADRADO. En una combinación lo más opuesta a cartel redondo ­un diestro consagrado, otro en vías de serlo y uno más que viene destacando, esa complicada fórmula que los empresarios emplearon hasta antes de que los toreros que figuran se volvieran más que exigentes comodinos­, hoy en la Plaza México harán el paseíllo tres magníficos toreros... modestos.

CON CUALIDADES PARA ocupar un sitio importante en la fiesta de los toros si viviesen en un país menos entreguista al extranjero y más amigo de sí mismo que el nuestro, Ignacio Garibay, Israel Téllez e Ismael Rodríguez, tres nombres con i de ilusión, de idealismo o imaginación, pero también de ingenuidad, fueron condenados por la irrenovable empresa Renovación Taurina a volver a la México en un cartel cuadrado ­tres toreros con muchas cualidades pero aún sin imán de taquilla­, no obstante su memorable desempeño en anteriores actuaciones en este coso.

ADEMAS DE ARRIMARSE, realizar faenas meritorias y cortar orejas, qué otra cosa tenían que hacer estos jóvenes espadas mexicanos para ser incluidos en un cartel redondo en su país, es decir, al lado de ponces, julis, hermosos o zotolucos (de repente se acabaron los productos toreros atractivos para el gran público con que cuenta la empresa).

POR ELLO MUEVE a risa cuando los especialistas, luego de décadas de alcahuetear a sucesivas empresas y de jamás cuestionar sus inexcusables criterios, se preguntan azorados por qué no va la gente a las plazas, censurando incluso su falta de afición, luego de años de estar pagando para que le dieran gato por liebre.

QUE LA CRITICA especializada no haya querido servir, en las pasadas tres décadas, de vínculo entre los principios del toreo, la defensa del toro bravo, los intereses del público y de las empresas, así como las obligaciones de la autoridad, es otra cosa, pero que ahora les parezca "preocupante" que las plazas estén semivacías, apesta a cinismo.

LOS GANADEROS, CON una tradición especuladora proporcional a su autocomplacencia, prefirieron llevar la fiesta en paz, apostar por la nobleza y olvidarse de la bravura ante los requerimientos de tres o cuatro figurines, que, voraces, supusieron que el pastel era eterno; en tanto, las empresas y la crítica se plegaban a las imposiciones de los apoderados, aprovechando la irresponsabilidad de las autoridades y la desinformación o deformación de los públicos, como nunca con otras opciones de espectáculos, incluso emocionantes.

LA NUEVA EMPRESA de la Plaza México necesita espabilarse de una vez por todas, descartar sospechas de mera prestanombres y considerar si va a continuar con sus ofertas pueblerinas o a ponerse las pilas de la competitividad y la mercadotecnia taurinas, incluyendo en carteles atractivos a productos toreros con potencial, haciéndolos alternar con los dizque consagrados, aunque estos no quieran, y presentando únicamente toros con edad y trapío el resto de la temporada. El público ya reaccionó; faltan los taurinos.

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