Usted está aquí: lunes 4 de diciembre de 2006 Sociedad y Justicia Strippers, oficio de escasa ropa y de inexistentes derechos laborales

Muchos hombres lo hacen para poder mantener sus estudios o a su familia

Strippers, oficio de escasa ropa y de inexistentes derechos laborales

No tenemos aguinaldo o vacaciones, pero tampoco lidiamos con un salario mínimo, afirman

CAROLINA GOMEZ MENA

Ampliar la imagen Espectáculo de strippers que se presentó en la exposición Sex Entertainment, que se llevó a cabo en mayo pasado en el Palacio de los Deportes Foto: Francisco Olvera

Quitarse la ropa por dinero es un negocio antiguo, pero quizás nunca fue tan rentable como ahora, especialmente para los hombres. A los denominados strippers poco les importa vivir en el lado informal de la economía y, por tanto, en desprotección laboral. "No hay aguinaldo, vacaciones o días económicos, pero tampoco tenemos que lidiar con un salario mínimo", aseguran.

En pocas horas, ellos pueden ganar lo que a otros les toma dos semanas o más, e inclusive hasta les va mejor. Algunos logran en escaso tiempo 25.6 veces lo que a los trabajadores de la zona geográfica A, que viven con un minisalario, les lleva 25 días.

En buenos fines de semana pueden cobrar mil 200 pesos por día, ya sea en cumpleaños o despedidas de soltera, y entre semana pueden trabajar en establecimientos o bien de manera personalizada. Pero todo depende de los contactos y de qué tan buenos sean, de la entrega en el escenario, de la anatomía, pero sobre todo de la pericia para mover la cadera y, claro, su carisma.

Los strippers tienen entre 18 y 35 años, o un poco más, que se despojan de sus ropas para ganar dinero, pero también para alimentar el ego. "Para que se aprecien todas las horas invertidas en el gimnasio", y es justamente en esos espacios donde son "seducidos" por este "arte", en el cual la tanga, pero sobre todo lo que se imagina que hay debajo de ella, es protagonista.

"La inquietud siempre comienza en un gimnasio. Hay gente que te invita. Si necesitas dinero, te gusta el baile, tienes buen físico, pero sobre todo, posees carisma, esto se va dando solo", afirma Alejandro Sánchez, quien actualmente maneja strippers, pero antes se dedicó a la actividad.

The full monty

Este trabajo no es tan reciente como se cree: los primeros hombres que se atrevieron a esto lo hicieron a principios de los años 80 del siglo pasado, de manera muy discreta, pero fue a partir de la década de los 90 cuando la actividad tomó auge y se volvió audaz, al grado que algunos van más allá y se prostituyen, aunque nadie lo reconoce, y otros se especializan en espectáculos para homosexuales.

Aunque no lo parezca, este trabajo, como todos los informales, está estrechamente ligado a la precariedad salarial y a la falta de oportunidades laborales. En 1997, la cinta The full monty reflejó esta relación de manera hilarante: cuando la ciudad inglesa de Sheffield experimentó una gran ola de paros laborales, seis obreros metalúrgicos enfrentados a la cesantía acordaron prescindir de su ropa para ganarse la vida. La historia de muchos strippers es un poco menos divertida, pero casi siempre el trasfondo es la falta de dinero. Muchos de quienes se dedican a esto costean sus estudios y otros mantienen a sus familias, porque hasta ahora la materia de trabajo es abundante.

Jesús, de 25 años de edad y dos en esta actividad, es casado y tiene hijos, y hasta ahora quitarse la ropa ante mujeres ­que la mayor parte de las veces pierden la compostura­, además de que no le ha traído problemas maritales, le ha ayudado a mantener a su familia. "También doy clases de inglés, pero tengo amigos que son licenciados y dejan sus carreras para dedicarse a esto, porque aquí ganan más", sostuvo.

En entrevista con La Jornada refiere que aunque ser stripper es mejor visto ahora, todavía hay tabúes . "Es poco probable llegar a un lugar y decir que eres stripper, porque de inmediato te miran feo, te marginan. En mi caso, con la familia no tengo broncas, hasta mi abuelita me aconseja bailarles bien a las muchachas, y mis papás lo han tomado con filosofía, así como mi esposa".

La tanga: ¿imprescindible?

Esta pequeña prenda, creada en 1974 en Brasil por Carlo Ficcardi, es, junto con la anatomía, la principal herramienta de trabajo de un stripper, y las hay para estos shows de todos los tamaños, colores y diseños: de piel de leopardo, blancas, fosforescentes y con cierres desprendibles.

Pero a veces la pequeñez de este atavío y los contoneos alteran a la concurrencia, al grado que algunos strippers salen lastimados, con lo que se confirma el significado del vocablo compuesto striptease; strip, desnudarse, y tease, atormentar, y para Jesús sí ha llegado a ser angustioso. "Una vez una clienta me agarró el pene y por más que le rogaba que me soltara, más apretaba; cuando me acuerdo, todavía me duele".

Y es que, al calor del ambiente, muchas mujeres "nos agarran los genitales, nos rasguñan, nos dan nalgadas y nos quieren arrancar la tanga", precisa Jesús al indicar que es en los privados ­bailes individuales­ donde ellas tienen más posibilidades de tocar. Claro, por una suma que puede ser de 250 pesos o más.

Ulises, quien proporcionó su otrora nombre artístico, pues ahora su actividad sindical no le permite revelar su identidad, narró a este diario que hace varios años fue stripper. El también lo hizo por cuestiones monetarias, y ahora que se dedica a pugnar por el respeto de los derechos laborales, indica que, como antes, los strippers están en la total indefensión laboral, pero reconoce que esa actividad es mucho más rentable, inclusive que la de sindicalista.

A Ulises no le agradó hacerlo, "porque antes era mucho más mal visto, pero necesitaba el dinero. Llegué a cobrar más de lo que gano ahora. Ellas nos veían como objetos, y había que entrarle con la que fuera; joven o viejita, fea o bonita, y eso no me gustó".

El show

Las luces se apagan, se ilumina el escenario e instantáneamente los gritos femeninos colman el lugar. Las que van por primera vez están nerviosas, se les nota en el rostro cierto dejo de culpabilidad, porque creen estar "pecando". Las que ya son asiduas clientas se desinhiben aún más, y el jugueteo, el doble sentido, el morbo, la procacidad, la transformación de las presentes, es todo lo que se percibe.

La música, tecno de preferencia, mezclada con el alcohol, "encienden aún más el ambiente". El animador no escatima en hacer chistes y comentarios en los que el pene tiene papel protagónico. Primero, "para que se relajen" organiza "juegos", en los que escoge mujeres de la más variada complexión, edad y ánimo. Las hace bailar como teiboleras, las bautiza con nombres ad hoc, las insta a contar intimidades y chistes o a sacarse alguna prenda. "Aquí no hay vírgenes, todas son solteras y nadie es persignada", asegura, y la respuesta es unánime: todas son lo que se les plantea y más.

El "plato fuerte'' son los muchachos, los cuales son presentados por sus nombres de batalla. Entonces aparecen Demoledor, Nene, Vaquero, Aquiles, Bogart, Lohan, Randal, Inquisidor, Magno, Rudo, El General y otros más. Cada uno de ellos está ataviado con ropas relacionadas con su nombre artístico, y en la presentación muestran un poco de lo que será su baile individual. La respuesta son alaridos y piropos irreproducibles.

Las audiencias son heterogéneas: mujeres de todas las edades, desde adolescentes hasta sexagenarias, de variadas condiciones económicas y fisonómicas: unas muy guapas y otras nada agraciadas. Pero nada de eso importa, porque a todas las hacen sentir "bellas, sensuales, deseables y aventadas", y todas, durante esas horas, lo son.

En la mayoría de los espectáculos "sólo para mujeres", el show empieza temprano, a las 18 horas, y puede acabar a la medianoche o antes. Todo para aquellas que deben regresar temprano a casa y que nadie sospeche dónde estuvieron. Pero a otras no les importa llegar tarde, pues dicen tener "permiso" del esposo.

Pero todo cuesta, desde la foto del recuerdo con uno o varios strippers, hasta los privados, las copas que algunas les invitan a ellos (por las cuales reciben un porcentaje), hasta las peticiones de que haga tal o cual cosa durante su baile, además de los billetes que se les puede poner en la tanga. "Hasta por ser libidinosa, destrampada y quitarte el estrés hay que pagar", comentó Dolores a este diario durante su visita al sanitario de uno de estos establecimientos.

A diferencia de lo que ocurre en los table dance, en donde las jóvenes "trabajan bajo reglas, no pueden ser tocadas y tienen prohibido dar su número telefónico", aseguró Sánchez, los strippers permiten que los toquen, en donde sea, como sea e inclusive ellos mismos guían las manos de las más tímidas al interior de su tanga y escenifican con ellas posiciones que ni siquiera en el Kamasutra existen.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.