Usted está aquí: jueves 7 de diciembre de 2006 Opinión México SA

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Carlos Fernández-Vega

Pidiregas, una bomba de tiempo

El adeudo ha crecido geométricamente; este sexenio implicará $825 mil millones

Ampliar la imagen El presidente Felipe Calderón y el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, durante el anuncio del paquete económico 2007 Foto: Yazmín Ortega Cortés

Si con la "continuidad" la política económica no se moverá un milímetro, menos lo hará la estrategia energética. Ya lo dijo el secretario de Hacienda, Agustín Carstens: se incrementará la "contratación" de Pidiregas, ese invento zedillista que tanto placer y negocios generó durante el "cambio".

"No hay de otra" más que la utilización de ese mecanismo ­los Proyectos de infraestructura productiva de largo plazo, antes Proyectos de infraestructura productiva con impacto diferido en el registro del gasto­ se dijo en los dos sexenios anteriores y se dice en el que apenas inicia, sin reparar que es una bomba que más temprano que tarde va a explotar. Y según las proyecciones, el de la "continuidad" es el gobierno que sólo tiene dos opciones: desactivarla a tiempo o intentar recoger la pedacería tras la explosión, porque obvio es que el capital extranjero involucrado en uno de los más jugosos negocios que le ha procurado la "modernidad" no pagará los platos rotos.

De acuerdo con el titular de Hacienda, el gobierno entrante optó por la segunda. Entonces, vale el paseo por el nada grato panorama y la menos atractiva numeralia temática.

"Invento" zedillista, los Pidiregas (aplicables para Pemex y la CFE) se echaron a caminar en 1996 y en los siguientes cuatro años ese gobierno erogó 12 mil 340 millones de pesos por amortización e intereses. En 1996, este mecanismo representó menos de 0.1 por ciento del producto interno bruto; en 2005 llegó a 1.9 por ciento del PIB, un incremento de mil 800 por ciento en el periodo. Comparados con la inversión presupuestaria, avanzaron de 0.5 a 50.5 del valor total de la inversión impulsada por el sector público.

Comparado con lo que vendría, a la administración Zedillo no le fue nada mal, porque a la del presidente Fox le significó erogaciones cercanas a 260 mil millones de pesos (71 mil de ellos en 2006), 2 mil por ciento más que en la anterior. De ese monto, 40 por ciento correspondió al pago de intereses. Entre 2001 y 2006 el pago de intereses por el concepto referido se incrementó alrededor de mil 400 por ciento (de 6 mil 937 millones de pesos en 2001 a 102 mil 421 millones en 2006).

Un adeudo que ha crecido geométricamente, pero la bomba podría explotarle en la cara al gobierno de la "continuidad". En su periodo constitucional, si lo libra, deberá hacer pagos por Pidiregas (amortización e intereses) cercanos a 825 mil millones de pesos, un monto más de tres veces superior al cubierto por la administración del "cambio" y casi 7 mil por ciento mayor al pagado durante el zedillato, "inventor" de este mecanismo el cual, a pesar de todo, no es reconocido como deuda pública.

En esa década de funcionamiento, la expansión del sistema de transmisión y distribución eléctrica se ha realizado con Pidiregas, construidos y financiados por grandes trasnacionales. El financiamiento cuesta 10 por ciento anual, y dado el comportamiento del costo de los créditos internacionales, ha resultado bastante caro. Sin embargo, lo que más ha afectado al sector eléctrico es el encarecimiento de las inversiones, porque los costos de las obras se han elevado en más de 50 por ciento respecto del esquema anterior en que se ejecutaban por administración, lo que ha significado un sobre gasto de 3 mil millones de pesos anuales. Además, varios cientos de empresas pequeñas y medianas que se dedicaban a construir subestaciones y líneas desaparecieron, al no poder competir con las grandes trasnacionales que tienen capacidad para financiar cientos de proyectos de obra.

Originalmente, la fórmula Pidiregas fue presentada por el gobierno zedillista como "la solución definitiva" a la prácticamente nula inversión en infraestructura energética. Diez años después, la bomba de tiempo estallaría justo a mediados del próximo sexenio: a estas alturas, los pasivos por tal concepto representan alrededor de 6 por ciento de la deuda externa bruta del sector público presupuestario, y acumulan ­a precios de 2005­ un billón 544 mil 378.5 millones de pesos (80 por ciento en Pemex y 20 por ciento en la CFE). A ese monto hay que agregar 511 mil 382.3 millones de pesos por concepto de intereses por amortización de los proyectos recibidos por el gobierno federal, lo que totaliza 2 billones 55 mil 760.7 millones, que deberán pagarse en un horizonte que concluye en 2041.

Se pueden prever las necesidades de flujo presupuestal para los próximos años; de cumplirse las metas programadas, existirán mayores presiones de recursos fiscales para los próximos siete años, por un monto medio anual de 134 mil 526.8 millones de pesos de 2005, que representa 1.6 por ciento del PIB para ese año.

En resumidas cuentas, a la "continuidad" podría explotarle la bomba de los Pidiregas. ¿De dónde saldrán casi 500 mil millones de pesos para cubrir amortización e intereses sólo en 2008, 2009 y 2010? Nadie sabe, pero quieren más.

Las rebanadas del pastel

Y como parte de las promesas del "presidente del empleo", el propio Carstens reconoce que en 2007 se generarán menos plazas laborales que en 2006, amén de que no se renovarán las vacantes ni los puestos que se desocupen en el gobierno federal, y se implementarán "programas agresivos de retiro voluntario".

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